martes, 24 de mayo de 2022

Preguntas abiertas sobre la Revolución de mayo

 


Hoy nos convoca la pregunta y la respuesta para un discurso sin conclusión. ¿Qué es una Revolución? ¿Qué fue la Revolución de mayo? Muchas veces recae sobre los profesores de historia la consolidación, o no, de un término que representa mucho más de lo que parece. Porque, estoy casi seguro, que nunca reparamos en ese proceso histórico que quedó representado por la Revolución del 25 de mayo, como la conocemos conceptualmente, pero que comenzó mucho antes. Con la opresión colonialista de los españoles, con el genocidio de las culturas originarias y con las Invasiones inglesas que marcaron a fuego un sentido de autonomía de los habitantes de la tierra americana y que antepusieron la expansión de un pensamiento de libertad, sin importar los costos políticos y militares ya que, lo importante a todas luces, era romper con las cadenas de la metrópoli española. Entonces, ¿qué se les habrá pasado por la cabeza a los Belgrano, Moreno, Castelli, San Martín? Porque, claro, la Revolución no terminó ese 25 de mayo. Hubo una continuidad en el proceso revolucionario que derivó en la declaración de la Independencia de 1816. ¿Por qué murieron pobres, asesinados, olvidados o en el exilio? Muchas preguntas, ¿no? Lo sé.

Es que, siempre estamos pensando, como sociedad, que lo que está afuera es mejor. Que aquellas cosas que pasan en Europa o en Estados Unidos son bien distintas a la de Nuestra querida parte de América. Distintas y mejores. Y que nuestro país no está capacitado para desarrollar intereses que modifiquen los hábitos económicos y políticos adquiridos en el tiempo. Pero, perdón por lo que voy a expresar, no estamos viendo el círculo completo de los problemas del conjunto. Nos olvidamos que durante siglos, las grandes potencias vieron a América como un puntal de lanza para la recuperación económica de mercados vencidos por las sendas guerras que ellos mismos provocaron en el mundo. No indagamos en que se impuso una forma de lenguaje bajo el orden de la violencia psicológica, simbólica y militar hacia los Pueblos originarios, verdaderos dueños del territorio. Nos pasamos por alto que, tanto en aquellos tiempos como hoy, siempre hubo algo por lo que luchar. Porque, seguramente, en Europa hay cosas excelentes. Pero también en Argentina. El nudo a desatar está en el valor que le queramos poner. A que no se trate de la comodidad de pensar que este país está perdido o que ya no hay nada para hacer. ¿Y la juventud? ¿Y nuestro acompañamiento? ¿Y las ideas? ¿Y las convicciones?

Y cuando hablamos de valores e ideas no puedo, en ninguna forma, dejar de lado el coraje de esos vecinos que defendieron Buenos Aires y que comenzaron un sueño establecido por distintas ideas. Porque el 25 de mayo de 1810, si Belgrano daba la señal, la Revolución iba a ser la más radical y violenta de todas. Porque existía una decisión. Había un objetivo. Tenían un por qué. Las cosas no estaban bien con la monarquía española y Napoleón arrasaba en Europa. Mientras San Martín pedía la baja del ejército español, en América se pronunciaban las voces del camino de la ruptura con el orden colonial. ¿Por qué, en lo posterior, San Martín vino a pelear por la libertad de los pueblos americanos? Y, si bien, ante la deposición del virrey, la jura fue por la monarquía española, la sentencia ya estaba expresada. Primera forma de gobierno en Buenos Aires. Un orden que nunca cayó a pesar del avance de las contrarrevoluciones en favor de España. Porque la pertenencia al suelo americano había desarrollado una identidad difícil de cuestionar. La lealtad era con el pueblo y no con España. El objetivo era la libertad. Para ello, había que cambiar a toda una estructura. Había que pensar una Nación. Y lo que pasó en 1810 fue el tiempo prudente para los lazos establecidos de un nuevo poder y una forma distinta de concebir el mundo. Era el camino de lo que luego sería la Argentina.

Así y todo, sabemos que nuestra patria se construyó, también, con los lazos de nuestros inmigrantes que llegaron a nuestro país llenos de ilusiones y valorando la cobija en medio del frío en tiempos de guerra. Porque nuestro país también tiene eso. Y teniendo en cuenta esto, debemos estar obligados a pensar las certezas que nos unen como sociedad. Esos lazos solidarios, esa pasión para festejar un gol de la selección de fútbol, llorar con Maradona, con Messi, con Luciana Aymar, con Ginobilli. Cuando alguien necesita la solidaridad después de perderlo todo en una inundación. Cuando alguno está lejos, en otra patria, y siente la necesidad de un mate. Porque tenemos un lazo inquebrantable de pertenencia que, aunque a veces no parezca, está ahí. Se nos sale solo del cuerpo en una viva voz. En una descarga que se escucha cuando decimos que “sean eternos los laureles”.

Entonces, una revolución es abrir los ojos. Darnos cuenta de que no todo está perdido. De que podemos luchar contra las adversidades como lo hicieron en aquel mayo de 1810. Una Revolución es tomar la decisión de cambiar algo que ya no fluye. Todos los días tenemos esa oportunidad de decidir. Y la Revolución de mayo fue esa decisión de autonomía, por el simple y curioso hecho de que se dispusieron a soñar. Creyeron que una Nación era posible. Para ello, debieron sostener sus ideales a pesar de las tormentas. No perder la utopía de sus convicciones. Y, así, abandonaron sus fortunas, su comodidad e, incluso, perdieron la vida para legarnos esta posibilidad de ser un país independiente.

Hoy, más que nunca, tenemos que mirar a los ojos de quienes tenemos al lado. Debemos pensar y valorar a nuestra juventud. Creer en sus ideales y en que tienen mucho para expresar. Y debemos acompañar ese fervor entusiasta que presentan en cada proyecto. Sostener sus ideas y guiarlos constructivamente si es que creemos que equivocan el camino. Pero, también, permitirles a ellos que nos guíen a nosotros que hemos dado sobradas pruebas de que no siempre tenemos la razón. Tenemos que tener la persuasión de que los líderes políticos del mundo también deben escuchar lo siguiente: tenemos un mundo agradable, una tierra que nos abraza y un porvenir que es nuestro. Partamos de esa línea para entender que, si alguien tiene un problema, podemos ayudar. Que debemos cuidar nuestro medioambiente como la Revolución más noble de todas. Que pensemos en las riquezas de la biodiversidad argentina. Que no olvidemos, en el camino que, como dice Galeano, han sido cinco siglos de masacres y explotación. Que 40 años de Malvinas no nos pasen desapercibidos, porque detrás de todo lo relatado, también están ellos. Los que volvieron y los que se quedaron. Hay sangre en nuestra tierra. Valoremos mucho más todo lo que tenemos. Por los de mayo y por los de Malvinas. Todos los días tenemos la oportunidad de realizar pequeñas revoluciones para cambiar nuestros hábitos y dejar el mundo un poquito mejor de lo que lo encontramos. Les dejo las preguntas abiertas. ¿Qué es para nosotros la Patria? La conclusión la tienen ustedes. 

domingo, 24 de octubre de 2021

No te vayas.

 De Daniel Favieri Tuzio


Para cualquiera de los transeúntes que vagaban por el barrio de Mataderos, era una pared más. Blanca e insulsa como muchas de las que estaban en el perímetro. En algunos casos, debemos reconocer, los inocentes de la pelota de trapo (de los que alguna vez hemos hablado), habían logrado dibujar, a fuerza de pelotazos, las murallas de las casas. Y eso, si me permiten la sinceridad y ningún vecino se enoja, era mejor que el aburrimiento de la monotonía de los colores.

Pero, retomando la historia de la pared, para Emanuel no se trataba de algo insignificante. Esa pared representaba un sentimentalismo apagado en los gestos de su rostro, pero que, por distintas razones, era un calvario en su ser. Dicen los que todavía miran Nothing Hill (ese producto del amor más hollywoodense), que cuando el amor coloniza tus sentidos, no hay nada más por hacer, excepto librarse a la capacidad de amar o resignarse a vivir una vida en soledad. Porque, curiosamente, es apropiado decir que quien ama eternamente a alguien, queda víctima del tiempo y estancado en su soledad, si es que ese alguien no le corresponde con los sentimientos de igual índole. Pero, quienes logran encontrar a la persona adecuada, pueden desarrollar toda la capacidad de la felicidad. Y yo creo, casi con seguridad, que los inocentes de la pelota de trapo lo sabían. Y por eso no les importaba enamorarse. Se mantenían en su eterna adolescencia. Pateando en las calles de un barrio solemne que los escuchaba reír, repiquetear la pelota o, también, insultar cuando el partido estaba perdido. Estoy convencido de que ellos no querían terminar como el jugador estrella Juan Abascal, que había abandonado el fútbol por miedo al fracaso. Aunque el rumor, comentaban por ahí, soplaba en el viento y decía que Abascal se había enamorado de una morocha que lo había hecho más feliz que la pelota. En uno u otro caso, ninguno quería probar. Preferían el statu quo, antes que dar el paso hacia un probable fracaso amoroso.

Pero ese no era el caso de Emanuel. A él lo movía otra cosa. Estaba estrechamente arraigado a la pared blanca y vacía del barrio de Mataderos. Parecía obsesivamente atraído por ese espacio recóndito que, ni siquiera, era un punto de reunión para las barras de amigos. Ni los inocentes de la pelota querían saber nada con ese lugar. Pero Emanuel, insistente, nos reunía a diario en ese espacio. Y era tan aburrida esa pared, que hasta alguna vez nos tuvo que amenazar. O íbamos o se terminaba la amistad.

Y fue en una noche de frío, cuando el misterio se reveló. Yo estaba en mí casa y, a pesar de que era viernes, había decidido no salir. Además, jugaba San Lorenzo, ritual sagrado de indudable contenido romántico (sí, también). Sin embargo, en la puerta estaba Emanuel. Traía a dos amigos más que, detrás de él, gesticulaban para que escuchara lo que estaba por ocurrir. Emanuel, una vez más, quería que vayamos a la pared. Raro en él, venía con ropas viejas, al tiempo que en su auto sonaba Luis Miguel (y eso ya era mucho). Mientras le explicaba que no podía ir, porque estaba jugando San Lorenzo, se escucha de fondo un gol de Huracán. Ya perdíamos dos a cero. Miré al cielo, lancé un buen insulto y le dije a Emanuel “vamos a la maldita pared, pero sacás a Luis Miguel y ponés a los Caballeros de la quema”.

Y así fue. Marchamos hacia la pared insulsa, en una noche de invierno y mientras San Lorenzo perdía con Huracán. Así las cosas, Mataderos estaba más lúgubre que un cementerio y Emanuel parecía el sepulturero. Sobre todo, cuando, una vez en el lugar, se fue al baúl de su Fíat 147 a descargar algunos elementos. Entre la incertidumbre, la única certeza parecía ser que Emanuel había enloquecido. Pero entre el loco y la caída de San Lorenzo, prefería al loco.

Cuando nos pide que bajemos, nos muestra que entre sus manos tenía una bolsa llena de aerosoles. “Ella se va a ir mañana. Y yo le tengo que decir todo lo que siento. Porque lamentablemente no voy a verla más. Es eso o vivir con la duda para siempre. Lo estuve pensando. Lo medité mucho. Se lo tengo que escribir en la pared. Para que lo vea y le quede guardado para siempre” nos dijo Emanuel que, modificando toda la ecuación de nuestro pensamiento, nos demostró que no estaba obsesionado con una pared. Que, en realidad, tampoco estaba loco. Que su pasión no tenía que ver con un partido de fútbol. Sino que simplemente quería brindarle a su amor, el homenaje de que supiera que alguien en esta tierra pensaba en ella. Y que su partida no era insignificante, sino que para él dejaba un vacío difícil de llenar.

La pared quedó pintada. Con colores, con esmero y con una frase que decía a su amor “no te vayas”. De fondo, sonaban Los caballeros de la quema. En su canción, la frase decía “Y una pared que le grita a un amor, no puedo olvidarte”.

Esa noche, a pesar de que San Lorenzo dio vuelta el partido y le ganó a Huracán tres a dos, nada me importó más que la historia de Emanuel. Iluminado por las luces de su amor y agradecido a la pared insulsa del barrio de Mataderos, su historia quedó plasmada para siempre. Nunca nadie supo de los autores de semejante obra del romanticismo barrial. Quedamos ocultos bajo el lema de “los Siqueiros del amor del barrio de Mataderos”. Tampoco ningún vecino del barrio, ni las obras del progreso, se animaron a borrar el mensaje. Suponemos que todavía creen que la inspiradora del mural puede no haberlo visto. O es muy probable, casi con seguridad, que algún enamorado aproveche el mensaje y dedique a su enamorada esa pared. Cuando nos juntamos, creemos consecuentemente que en unos años más, esa pared se transformará en una atracción turística como los balcones de Romeo y Julieta. Pero, a la vez, nadie más que nosotros conocemos el resultado final de la historia. Y así será por siempre. Lo que un amigo guarda en el cofre de la amistad, permanece allí por siempre.

viernes, 20 de agosto de 2021

Cuando quieran y dónde sea. Una historia de encuentro.

 


De Daniel Favieri Tuzio.

Las distorsiones del amor generaron imposiciones en la mecánica del tiempo. Las distancias fueron absolutamente justificables. Y los silencios también. Nadie tuvo en mente que, pasados los años, alguna variante de la física pudo hacer que los más utópicos de su generación, volvieran a encontrarse en un abrazo colmado de incertidumbre. Es que, sin dudas, el hecho de que tanto la una como el otro no fueran más que simples desconocidos cruzados por la casualidad, es el factor más importante de lo que viene a continuación.

Habían pasado algunos años de la última vez que se cruzaron. Fue cerca de una avenida céntrica, en donde las personas caminan concentradas en las vidrieras, las marquesinas teatrales y las librarías más importantes. Él, pendiente del estreno de una obra de teatro, hacía la cola que lo llevaría a la sala Cunill Cabanellas. Ella, hacía lo mismo con la diferencia de que estaba esperando con diez personas de por medio. Lo cierto es que ambos se dirigían al mismo lugar, en el mismo momento y con el mismo objetivo. Tanto él como ella, no querían ser agobiados por los fantasmas de la soledad, ni por los ruidos silenciosos de sus casas vacías, que, cada vez que crujen, estrujan el alma hasta hacerla enojar. Y por eso fueron al teatro.

Si el lector o la lectora, piensa que los dos personajes de este escrito se encontraron en la misma fila del teatro, uno al lado de la otra y bajo el manto de una historia feliz, realmente siento desilusionarlos. Pues eso no pasó. Sino que cada uno, desde sus premeditadas ubicaciones, estaban en los extremos de la sala. Incluso me atrevo a decir que, lejos de parecerse a una película, cuando él enfocaba su mirada perdida hacia el sector en donde estaba ella, ella miraba para el lado contrario. Cuando ella realizaba, por la inercia de la inquietud, la misma acción, él estaba observando la cabina de sonido que estaba a sus espaldas. Es decir, ni uno ni la otra habían cruzado siquiera una mirada. No sabían de sus presencias y, a ciencia cierta, mucho menos podían dejarse llevar por lo que algunos teóricos de las utopías del romanticismo llamaron el “amor a primera vista”.

Pasadas las dos horas que duró la función, ella tomó su mochila y acomodó detrás de su oreja el mechón de pelo que caía en su ojo. Él, se puso la campera y caminó a la salida. Mientras él emprendía su caminata en vistas de regresar a su casa, ella esperaba un taxi. Y si bien él viajó en el colectivo de la línea 103, hacia la zona de Villa Madero, en el conurbano bonaerense, nunca se enteró de que ella se dirigió hacia el mismo lugar. Y mientras ella escuchaba la radio, él llevaba puesto un tema de Los caballeros de la quema.

A veces no nos damos cuenta, porque es muy difícil de percibir. Según los utópicos del romanticismo, que creen en las teorías más alocadas del amor, este es una especie de don que aparece a través de un flechazo ilógico que dura toda la vida. Sin embargo, impugnados por el tiempo, ambos cargaban en sus espaldas las historias de amores truncos a los que ningún flechazo pudo atravesar. Pues, así, cada uno, en esa noche de frío, terminó en el mismo espacio geográfico, habiendo visto la misma obra de teatro, en un lugar alejado, a diez pasos de distancia y sin verse las caras. No hay peor fracaso para el amor, que las utopías de lo irrealizable. Es que, cada uno desde sus vivencias, parecían estar hechos el uno para la otra. Solo que no se habían enterado.

No hay tiempo que las cronologías puedan medir. Porque habían compartido su adolescencia sin percibirse como realidad. Él era un poco vergonzoso, y ella un poco más amistosa. Ella siempre había sobresalido entre su grupo de amigos, y él tenía activados los sentidos del miedo. El dilema era comprender que no siempre las historias están escritas a medida, sino que muchas veces necesitan de vivencias que consoliden las convicciones. Porque los teóricos más objetivos, indican que a veces hay que sangrar para volver a reconstruirse. Lo que no explican es que, a veces, es necesario superarse.

Y si el lector o la lectora siguen bajo la influencia de las posibles variables que delimiten el espacio para que estas historias individuales se encuentren inesperadamente, sepan que lo más ilusorio radica en cumplir con lo que esperan. A los autores se los exige de forma constante para que no rompan la magia del final. Pero, es justo decirlo, que esta es una historia de vida. Porque la mera existencia, no importa en qué momento o lugar, es un encuentro. Porque muchas veces la celeridad de la vida nos prohíbe percibirnos en la escuela, en la calle, en el teatro o en el barrio. Inexplicablemente, no hay mucho más para agregar a esa transformación del mundo, que nos impide exponer las teorías de la felicidad. Y esa persona puede estar allí, al alzar la cabeza.

Y esta es una historia de esperanza, para que el lector o la lectora entiendan que, a pesar de todo, alguien está esperando. Tanto ella como él, un día, sin saberlo, volvieron a cruzarse por ahí. Ni en el teatro, ni en el camino a casa. Ni bajo una lluvia intensa, ni por una red social. Simplemente fue por allí. En ese lugar que ni usted ni yo entenderíamos, porque estábamos esperando la historia perfecta. Y no hay nada más perfecto que una historia que nadie espera, nadie percibe y nadie conoce. No es lo que la sociedad decide, es lo que él y ella quieran en el momento que lo deseen.



martes, 30 de marzo de 2021

¿A dónde van los amores perdidos?


 De Daniel Favieri Tuzio

El amor, esa curiosa forma de explicar el desengaño, implica una novedad. Somos seres atrapados por el tiempo y la incógnita. Porque no sabemos, a ciencia cierta, cuánto va a durar una relación. Pero sí sabemos, y esto es una certeza, que siempre se puede terminar.

Entonces, más allá de las virtudes de los fanáticos del romanticismo (que buscan entender el estado del amor), debemos comprender algo fundamental: somos rehenes de un éter que nos envuelve y nos inmoviliza en el tic tac de las agujas del reloj.

Retomo, un tanto ingenuo, este embrollo que planteo. Y desanudo el efecto causado por algo desconocido y que automáticamente me conduce a pensar: qué pasa con los amores perdidos? ¿A dónde van a parar?

Pero que se entienda, no hablo de relaciones rotas. Ni intento contribuir a una mirada global sobre aquellas cosas que son sencillas de explicar. Simplemente intento encontrar la escena puntual en donde una persona deja de amar a la otra, aún amándola.

Es como una suerte de paradoja. Un universo paralelo de dos vidas. Una especie de sueño, en donde el costo es no despertar de la pesadilla.

Si alguien me pregunta, la latinoamericana que viajaba por el cielo azul, la de los ojos más verdes que el pasto, había cautivado todo lo que una mujer podía conquistarle a un hombre: la mirada.

Y parecía que, igualmente, las obras de arte del contexto invitaban a un romanticismo constante. Érase una vez en México, cuando esos ojos verdes hicieron estragos de lo conocido hasta ese momento. Yo era medio adolescente, y como tal, no conocía del tiempo. Porque el tiempo lo hacía yo. A mí gusto. A mí forma. Y con esa letal idea de que el reencuentro iba a ser más especial que el encuentro. Alguna vez. Más pronto que tarde. Porque, en definitiva, los gajes del oficio de un soñador, no tienen límites. Y a esa edad, dieciocho años, nadie puede frenar el reloj.

Pero, así las cosas, y si estoy hablando de ese lugar al que van los amores perdidos, es porque alguien le puso un límite a mi tiempo. Insistentemente, vaya a saber quién, me fue invitando a declinar sobre la idea de un mañana de historias con finales felices. Algo que, así como lo digo, me indica que la felicidad plena es otra de las mentiras mejor inventadas para perseguir los sueños. Es como la economía de un país. Felicidad por un tiempo, deuda con el futuro. Tiempo de pagar para volver a perseguir la felicidad. Utopía al fin.

La Latinoamericana de los ojos más verdes me dijo alguna vez, “me gustaría verte una vez más”. Pero era evidente que ambos estábamos contrayendo una deuda con el futuro. Impagable. Pero en ninguna de sus formas usurera. A lo sumo, se paga con el desamor. Y eso pasó.

Pero retomando lo que decía al principio, sobre ese cuento de los amores perdidos, pienso que se ubican en formas inconclusas que no saben de odiar. Que no pueden mentir. Indudablemente conforman el momento ambiguo en donde uno quisiera sentir la ira para aprender a soltar. Pero, tan inquebrantable es la regla, que nos deja permanentes secuelas de lo que nunca dolió. Algo así como los recuerdos de un futuro que nadie conoce, pero que, si lo miramos con binoculares, está contado por las mentalidades de los curiosos, de los extraños, de los que vieron a esos amores perdidos deslumbrados por el olvido. Es decir, un futuro que existe. Que se deja ver.

No sé que habrá sido, a ciencia cierta, de la Latinoamericana de los ojos verdes. Podría mentir y decir que jamás volvimos a tener contacto. También podría decir la verdad y contarles que cada tanto sabemos más de lo que debemos. Y es en este vacío de las certezas en donde uno se posiciona para decir que los amores perdidos no tienen tiempo, ni lugar, ni sonido, ni nada. Están perdidos. Se fueron por ahí. Y nunca han de volver. Ese es el costo que hay que pagar, cuando uno no sabe lo que se va a terminar. El ser humano, entre otras cosas, debería hacerse un bien y ponerles fin a las cosas. Con un tiempo, en un lugar y cuando ya no hay más segundos libres para enamorarse. Deberíamos poder, sin duda alguna, decidir en dónde depositar a los amores perdidos, más allá de lo alcanzable.



domingo, 14 de marzo de 2021

Una mirada entre la gente


 De Daniel Favieri Tuzio

"Y entonces de repente, te veo entre la gente". 

Es que resulta casi imperceptible cuando una mirada entre la gente produce una conexión digna de un cuento de hadas. En realidad es tan imperceptible como la veracidad del suceso. Un espacio y un tiempo aislado, que parece gozar de una cápsula de silencio que no se puede explicar.

Uno no sabe cómo pasa. Ni por qué. Ni mucho menos para qué. Bueno, en realidad uno no sabe nada y de la duda también se aprende. Pero lo que sí es una certeza, es que la sangre que corre por las venas del cuerpo nos indica el camino del impulso como el único trayecto a seguir. Y muchas veces nos toca el rechazo.

Si he de hablar del rechazo, es su presencia la que nos permite amigarnos con la adrenalina de una probable negación amorosa, que en definitiva nos invita a pensar que los cuentos de amor son solo una dulce imagen hollywodense dispuesta para hacer dinero. Un engranaje más del capitalismo que rige las riendas del mundo en que vivimos.

Desde mi posición, el capitalismo es una aberración constante del sistema. Pero siempre me vuelvo a enamorar. Es tan aceitada la maquinaria, que de ninguna manera uno puede transgredirla sin perder algo en el camino. Hasta la misma confianza del ser.

Y todo habla de amor. La religión, los comercios, las instituciones, la tele, la pandemia, etc. Y así, como el triunfo de algo que no conocemos (porque no lo podemos ver o tocar, e incluso es objeto de análisis científico) nos entrega un concepto extraño que nos dirime en la pregunta rastrera… ¿Qué es el amor?

Hay una dinámica eficiente, producto de las sensaciones inverosímiles del amor. Por un lado, la de no querer volver a enamorarse. Prometer a los cuatro vientos que nada, ni Brad Pitt o Jennifer Anniston, pueden hacernos cambiar de opinión. Cuando nos desenamoramos, duele. Y si duele, no es amor. Y en segundo lugar, la compleja confusión que se genera cuando, volviendo a citar a Brad y a Jennifer, nos volvemos a enamorar. Dejamos de lado nuestras más puras convicciones y nos entregamos por completo a la llegada de un nuevo hombre o de otra mujer.

Pero la vida es así, vivimos en una sociedad posmoderna que avanza a pasos agigantados y sin medir consecuencias. Hemos visto caer imperios y en el presente vemos desaparecidas las más fervientes convicciones. Una y otra vez, dudosos pero perseverantes, volvemos a confiar en el amor (insisto, algo a lo que jamás le vimos la cara).

Y así se construyen algunas historias. Hay dos opciones: o uno se hace amigo de la soledad (y por ende cura sus más crueles internas personales) o uno no se amiga (y llena los vacíos). Entre la primera y la segunda, lo cierto es que uno se vuelve a enamorar.

Al parecer, entonces, volver a fijar la mirada en una persona es repensar aquella vez en que la ternura de dormirse mirándose a la cara, cuando la almohada suave susurraba una canción de cuna, le dio un sentido a cerrar los ojos. Es reconstruir la vaga idea de que el complemento es posible y que caminar de la mano es un culto a la admiración mutua. Es consolidar que dos pasados con presentes se unan para cimentar estructuras débiles que, como la vieja Italia, pueden ser engrandecidas sin modificar las fachadas. Es darle una oportunidad a la diversidad, cuando se es más maduro antes que cuando uno es más “atontado”.

De esta manera, dos almas encuentran a contramano flechas que, a pesar de ello, acortan los caminos repletos de baches que los municipios del amor nunca atienden.

Y con todo ello, alguien como yo, que es dueño de esas convicciones más propias y que siempre intenta (y solo intenta) oponerse al sistema, encuentra “una mirada entre la gente” que lo ilumina con sus ojos, que la hace una en un millón, que la encuentra perdida en el universo. Podría haber sido cualquier otra, pero fue esa. En un mundo sistemático, estructurado y lineal, alguien resalta porque el sistema no lo es todo. Los ojos valen más que la teoría de la relatividad. Supongo que de eso se trata el supuesto amor. De superar la constancia de los miedos para pensar la impertinencia de jugar otra mano más. Después de todo, nunca se sabe cómo será mañana, siempre es hoy.



martes, 12 de enero de 2021

Rock nacional y Democracia durante el mandato presidencial de Raúl Alfonsín. Resurgimiento cultural del rock argentino durante el período 1983 - 1989.

 

Por Profesor Daniel Favieri Tuzio

Resumen

Retomando algunos trabajos anteriores, la Democracia en Argentina durante el período 1983 – 1989 pareció ser un momento paradigmático para el país.

Luego de la dictadura militar que había sacudido a las estructuras políticas, económicas y sociales de la Nación, la apertura del sufragio y la posterior vuelta de la Democracia, elevaron a la presidencia a Raúl Ricardo Alfonsín.

La Argentina se preparó entonces para recuperar parte de una identidad perdida, pero también, para abrir paso nuevas formas de expresión.

En este artículo, me propongo revisar el contexto histórico en el cuál se desarrolló la cultura del rock en la Argentina y la relevancia del nuevo período democrático para el definitivo establecimiento del mencionado estilo musical en donde, dentro de un mismo espacio, convivieron culturas antagónicas que, en definitiva, irradiaron de un sentir nacional a nuestra sociedad. Por otro lado, no podemos dejar de mencionar en este artículo la importancia del gobierno radical para la consolidación de una Democracia con intenciones de perdurabilidad.

Introducción

El retorno de la Democracia en la Argentina, produjo uno de los mayores acontecimientos de nuestro país. En octubre de 1983, no se dio inicio a una nueva presidencia, sino al intento de una mayoritaria parte de la población, de torcer el rumbo al que la habían acostumbrado a lo largo de los años.

Es que, innegablemente, la Democracia en la Argentina (luego del golpe a Hipólito Yrigoyen en 1930) había sido endeble y custodiada por el aparato militar que, por caso, había sido la forma mediante la cual los grupos políticos más conservadores habían retomado el poder en la Argentina.

Repasemos brevemente a qué se oponía el conservadurismo por aquel entonces (y teniendo en cuenta el predominio de los nuevos líderes populares) y contra qué chocaban las aspiraciones democráticas.

En 1928, Yrigoyen había vuelto a ganar en sufragio y como un consolidado líder de masas (su primer período presidencial había sido entre 1916 y 1922). Pero en 1930, un Golpe de estado llevado adelante por Uriburu, derroca al gobierno radical. En 1945, las masas populares pidieron la liberación de Juan Domingo Perón, que se alzaría con la presidencia de la Nación para luego ceder el poder en 1955 ante un nuevo Golpe de estado. Luego de dos truncos períodos democráticos (Frondizi e Illia) y la muerte de Perón, el golpe militar de 1976 y el terrorismo de Estado (sumado a la inserción del Neoliberalismo mediante dictaduras en América) hizo cenizas las libertades ciudadanas y los Derechos Humanos de la región.

Así, hablar de una Democracia fuerte y asegurada en la Argentina (como en otros países de Latinoamérica) parece más bien expresar, sin lugar a dudas, una incongruencia. Al menos hasta 1983.

“En síntesis, en la dinámica de este juego político, nuestra democracia no fue capaz de consolidar entre 1916 y 1983 un poder legítimo y una cultura política que la sostuviese. Conviene recordar que los cambios en la cultura política de una sociedad no se producen, en general, tan abruptamente. Por eso advierte Norbert Lechner que una cultura democrática es el resultado de un proceso histórico que requiere de un tiempo para poder desarrollar costumbres y creencias en las que pueda apoyarse la construcción institucional de la democracia. La legitimidad de las instituciones democráticas supone la maduración de una cultura cívica que, a su vez, se basa en el funcionamiento eficiente y duradero de las instituciones”. [1]

En este análisis puntual, la Argentina no contó hasta 1983 con una Democracia duradera, y mucho menos pacífica, que le permitiese consolidar los pilares necesarios para sostenerla.

Las tensiones sociales previas a 1916 (durante el predominio del Estado conservador, sobre todo), fueron pronunciando con sinuosidad una brecha democrática entre quienes detentaban el poder y quienes pretendían nuevos derechos. Para 1943, el pragmático cambio de Juan Perón hizo del Estado argentino un espacio de reconfiguraciones que llevaron a los trabajadores a un lugar de privilegio e incluso a concebir al Estado de una forma más completa, con nuevos actores sociales que se sumaron.

Sin embargo, el atenuante de aquellos años puso en evidencia que la Argentina mantenía entre sus lustros una puja violenta que tampoco había sido erradicada. El concepto de igualdad no se proponía desde todos los sectores políticos y la crecida de la violencia, sumado al golpe del 55´, puso en tela de juicio el orden Democrático.

El retorno de Perón, con los sucesos violentos de Ezeiza, no hizo más que evidenciar que el ex presidente retornaba a una Argentina que había cambiado cuando él dimitió.

El Golpe de Estado de 1976 supuso ser la búsqueda de un orden perdido en la Argentina. Sin embargo, el Terrorismo de Estado impuesto atrajo una respuesta violenta desde “abajo” y un proceso mediante el cual los desaparecidos, el robo de bebés y la inserción del Neoliberalismo socavaron los pilares sociales del país.

Reynaldo Bignone culminaría su mandato con 401,7 % de inflación, empresas argentinas fundidas y una Deuda externa sin precedentes. En 1983, Raúl Alfonsín le ganaba en elecciones a Ítalo Luder del Partido Justicialista y se iniciaba así un período mediante el cual el nuevo presidente de la Argentina prometía “cien años de Democracia”.

Durante esos tiempos (y hasta 1983) el rock nacional de Argentina había solidificado un estilo. En sus inicios [2], el estilo Beat y Shake habían dominado la escena. Pero más tarde, la canción de protesta, dentro de un rock más progresista, fue el formato que le dio un definitivo estilo socio – político que quedaría impregnado para siempre.

Durante los tiempos del Terrorismo de Estado de 1976 – 1983, muchos artistas como Charly García, León Gieco o Virus entre otros, habían sido censurados. Ya sea por lo que decían o, simplemente, por su estética y la impronta misma del rock que desataba opiniones diversas sobre las bondades de su música.

Bajo esas formas de represión de la cultura, Argentina fue naturalizando un proceso militar que, sin lugar a dudas, intentó por todos los medios el Genocidio cultural.

Luego de lo sucedido en la Guerra de Malvinas, la Dictadura (que ya se encontraba con mucha reticencia) debió devolver el poder a la sociedad. Sobre la recuperación de la Democracia, Andrés Calamaro explicó:

“Estoy intentando recordar... y mi primer recuerdo es con Miguel Abuelo. Cuando asumió el Doctor Don Raúl ya no sentíamos la presión de años anteriores, la tranquilidad estaba, apenas, más instalada en la calle, aunque sufríamos suficiente presión policial, siempre por asuntos relacionados con posible tenencia narcótica. Mi sensación es que la represión social y política, por entonces, ya estaba orientada a eso: a la presión callejera, los sobornos y el maltrato del ciudadano joven y diferente. Sin embargo, ya habíamos conquistado nuestros espacios y fumábamos tranquilos en nuestros bunkers. El recuerdo en concreto, el del momento exacto, es volviendo de un show en el sur de Buenos Aires, donde tocábamos muchas veces por año. Cuando ya juntábamos mucho público, y la gente se tiraba "literalmente" encima de nosotros, alquilamos una custodia policial que venía en un Torino gris, que nos cuidaba de posibles bardos y nos custodiaba, de paso, de interferencias policiales. Volvíamos a Capital con el micro, y la gente cantaba "Alfonsín, Alfonsín". Estábamos sentados en el mismo asiento, Miguel y yo, y nos miramos con picardía; estábamos en un buen momento, tocábamos y nos divertíamos tocando, y llegaban tiempos incluso mejores. No sin cierta ironía sacamos nuestras cabezas por la ventana y nos sumamos al coro popular: éramos la encarnación viva de la democracia, y veníamos a liberar al pueblo de su propia represión espiritual (y sexual), ya instalada en su psiquis. ¡Nos reímos un poco y convivimos con el regreso de la democracia! Después sufriríamos las mismas decepciones que todos. De la primavera cívica al Plan Primavera: otra quimioterapia nacional”. [3]

En ese contexto de país, los nuevos movimientos del rock cambiaron la esencia y acompañaron a la nueva Democracia desde una nueva forma de concebir el arte y las ideas.

“La democracia (en consonancia con el gobierno de Alfonsín) logró que el rock nacional se difundiera a mayor escala a tal punto que el mercado se interesó por el mismo, debido al potencial comercial en el que se encontraba. En términos de Canclini, el consumo cultural se erige como un conjunto de procesos de apropiación y usos de productos en que el valor simbólico prevalece sobre los valores de uso y de cambio, o de al menos estos últimos se configuran subordinados a la dimensión simbólica”. [4]

Tal es la apreciación citada que, bajo la marca musical de Soda Stereo, el mercado discográfico argentino produce un cambio sustancial para el resto de Latinoamérica. El rock argentino se abría por completo a Latinoamérica. Y nuestra cultura también.

Jóvenes y Rock, la cultura argentina.

En la introducción hablé de la brecha social existente a través de la línea cronológica de la historia argentina y, por supuesto, de las distintas formas de gobierno. Mientras, en ese mismo texto, di cuenta de la configuración del rock en Argentina, un movimiento cultural englobado dentro de un probable Genocidio cultural por parte de las sendas dictaduras pero que, a raíz de la Guerra de Malvinas y la prohibición de toda música que no fuera en español, tuvo un lugar de relevancia y masividad que lo protegió de toda censura.  

Sin embargo, no podemos quedarnos con tal apreciación como única y definitoria del proceso que había atravesado el rock nacional en las distintas etapas de su historia. Sería poco atinado no contar que previo a ese golpe del 76´, gradualmente (pero a un ritmo frenético) grupos como Los gatos se consolidaron en la escena sin la necesidad de prohibir la música internacional, sino más bien por la propia acción de su inclaudicable trabajo. Sin dudas, eso también abrió el juego y el espacio para la solidificación de grandes estilos como Almendra, Suí Géneris o Los abuelos de la nada.

Ha de decirse entonces que la cultura, por ende, popular del rock, también respondía en gran parte a una cultura juvenil que, desde ese espacio de masividad popular, generó ámbitos de identidad y de pertenencia.

Haciendo un paréntesis, debemos decir que:

“La cultura popular es uno de los pocos escenarios que, en la percepción de los jóvenes, les pertenece y sienten que se habla de ellos y a ellos. La cultura popular les permite entender quiénes son, cómo funciona la sociedad en que viven y cómo se los define socialmente. Es para muchos, el lugar desde donde dan sentido a su propia identidad: donde aprenden a hablar de sí mismos en relación con los otros”. [5] 

Según lo citado, al respecto podemos reparar en que el recambio generacional fue haciendo un culto del rock en español que fue unificando criterios y una manera de comprender la escena. Lo asequible del caso es la expresión social que hace de esta cultura, durante los setentas, una rebelión constante.

“Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones”. [6]

La cultura es una red mediante la cual damos significado a los fenómenos vividos. Por ello, y en un conjunto de análisis en donde englobamos a los jóvenes, la cultura responde a una expresión, a una interpretación y a una forma de vida mediante la cual nos manejamos en la cotidianeidad de nuestros días.

Durante los sesentas y setentas, el estilo cultural del rock había sido impregnado de la necesidad de denunciar los atropellos contra la música, pero también el atentado a la estética y a la libertad de expresión.

El corte de pelo, la forma de vestir (psicodelia mediante) y los espacios de trasnoche, hicieron del mundo juvenil del rock no solo una disidencia política, sino una disidencia a la forma de autoridad. En fin, los jóvenes no gozaban de la plena libertad cultural.

“Juventud es una categoría construida, sólo una palabra dice Pierre Bourdieu (1990) en uno de sus escritos, e inmediatamente aclara que se construye como representación ideológica de la división de los grupos y que existe una lucha por instalar sus límites. En 1996 el argentino Mario Margulis titula su libro La juventud es más que una palabra (Ensayos sobre cultura y juventud) haciendo hincapié en que el término tiene usos particulares, sentidos singulares y efectos concretos. Desde la sociología de la cultura, ambos autores –uno en Europa y de trascendencia internacional, y el otro pionero local en la temática y con proyección latinoamericana– echan raíces para pensar la juventud desde la cultura. Hoy el término juventud es reconocido y utilizado como categoría analítica, y esta sistematización conceptual apuntala también la autonomización del sector social”. [7]

Pero hacia 1983, y ante el recambio generacional del rock y las nuevas modas, la nueva Democracia es entendida también como una apertura musical que le da a la juventud un mejorado espacio popular. Esta vez con la alternativa de seguir gozando de bandas anteriores, pero también de las nuevas. En definitiva, se consolidó un mercado interno del rock muy difícil de contener.

“Aquellos incansables músicos de otras épocas, aún seguían vigentes y enteros, como Charly García, Miguel Abuelo o Lito Nebbia y se mezclaban con nuevas bandas como las excéntricas Viudas e hijas de Roque Enroll. “Era una mezcla de rock, twist y cha ha cha. Qué se yo. Algo raro. Y se estaba saliendo de la época triste y nostálgica de antes” opinaba María Gabriela Epumer.  

Mientras la sociedad, en su mayoría, festejaba la democracia y veía caer a quienes habían sembrado el terrorismo de Estado, comenzaba una convergencia musical nunca antes vista y marchaba a paso agigantado hacia la internacionalización de una música admirada como estigmatizada”. [8]

El rock nacional de Argentina. Contexto y algunas consideraciones políticas.

Caigo en la aclaración del título, entendiendo una doble cuestión. Por un lado, referimos a “nacional” como la representación de un espacio de pertenencia en donde, en este caso puntual, suena el estilo de rock analizado en este trabajo. Por ello, no puedo dejar de mencionar la procedencia en la que se basa este análisis, ya que el mejicano entenderá por nacional a su estilo de rock enraizado en su cultura. Entonces, ante esta gama de diversos territorialismos, cada músico responderá a un estilo cultural, a un contexto histórico o a una forma de vida específica, de acuerdo a lo analizado más arriba.

“Creemos que cuando una canción se convierte en espacio de resistencia está de alguna manera reflejando pulsiones del legado, identificándose frente a lo otro que no quiere ser, y posiblemente intentando cristalizar un nosotros como sujeto de transformación de un mundo que en ciertas circunstancias se podría presentar como desfavorable para las realizaciones de aquellos involucrados”. [9]

Así, el rock nacional de Argentina no estuvo exento de un surgimiento bajo el cual no podemos obviar para la conformación de su estilo, la mirada juvenil construida por generaciones.

“El discurso de la cultura rock siempre se ha focalizado en las vivencias de los jóvenes y ha afrontado así su cotidianeidad, sus discusiones, sus perspectivas, sus rudimentos, sus pasiones y amores. Es decir que existe cierta cuestión en la que músicos o compositores jóvenes le hablan, le escriben y le cantan a escuchas jóvenes (y lo postulan, sobre todo). Es un discurso de constante resignificación, dialéctico y bidireccional en cuanto al contexto y al discurso de las propias líricas de las bandas” [10]

Dentro de ese discurso, como se señala, no se puede omitir que la Democracia había dado paso a la convergencia de bandas, de estilos y de estéticas que coincidían con los nuevos ámbitos de pertenencia. Contextualizando el momento del que hablo, a pesar de que la democracia había llegado, la violencia policial con aquellos jóvenes que presenciaban los recitales de bandas importantes no daba tregua. Es decir que 1983 no había quebrantado, más allá de la cuestión psicológica del cambio de gobierno y la nueva Democracia, el orden anterior. Había cosas que estaban naturalizadas.

“Quizás en ese sentido, la atenuación de sentimientos negativos hacia los inicios de Alfonsín y Martínez en el Poder ejecutivo tuvo que ver con aquellos rasgos que pintaban y garabateaban a una supuesta nueva sociedad argentina. Pero cierto es, y sostengo, que Alfonsín no gobernaba un nuevo paradigma, sino una tensión de fuerzas en pugna. Quizás pudo ser un reconocible error a la hora de juzgarlo como “padre de la Democracia”.

Los engañosos productos de la Democracia, que aparecían a todas luces en el plano cultural con bandas como “Soda Stereo”, “Los abuelos de la nada” en compañía de los consagrados Charly García o Spinetta, los espacios “underground” y la influencia del mundial de fútbol en Méjico 86´ y Maradona, generaban tan solo una ruptura visual. Nuevamente un mecanismo social endeble afectaba directamente a las retinas y elaboraba columnas de descanso por sobre las complejidades de la época.

Y esa música, esa cultura, esas nuevas modas, y esos jóvenes que tomaban el espacio vacío de las viejas generaciones que poco habían podido sufragar, acompañaban la primera gran obra del gobierno de Raúl Alfonsín. Los Juicios a las juntas”. [11]

Tampoco se había podido contener algún recelo futbolero dentro del ámbito del rock. Los diversos públicos, que se diferenciaban por el sonido musical, muchas veces se veían en alguna conflictividad.  Por ejemplo: los espectadores de Virus debían lidiar con los ataques de algún seguidor de bandas como Los violadores, que se presentaban como una rebelión ante el sistema. Mientras que los primeros carecían de letras más reaccionarias y le cantaban metafóricamente al amor, desentendiéndose de todo mensaje político, los segundos presentaban un quebranto constante a la autoridad. Ya sea en los setentas como en los ochentas. La diferencia es que, en Democracia, los espacios de coincidencia y puntos de encuentro se habían hecho más amplios.

Pero, a pesar de esto, irrumpen en bares como Zero y Stud Bar, los Soda Stereo, que a su vez compartían escenarios con otros grupos emergentes como los Twist y la banda más compleja del momento underground en Argentina: Sumo.

El cantante de Sumo opinaba al respecto:  

“Soda Stereo, me parece que ellos la hicieron bien, pero yo borro el maquillaje y el peinadito raro. Eso es rebuscado.

A su vez Cerati decía tiempo más tarde: "Ricardo (Mollo) es una persona muy importante y cercana en mi carrera. A comienzos de los 80, antes del segundo disco, con Soda sufrimos un robo tremendo después de un show en Ramos Mejía. Se llevaron el camión con todo: las empresas de sonido y luces quedaron al borde de la quiebra, no tenían nada y nosotros ni instrumentos. Los Sumo nos bancaron y fue Ricardo el que me prestó las guitarras y los equipos para grabar y salir a tocar. Casi nadie sabe eso. Nos hemos visto varias veces y siempre hubo aprecio y valoración mutua””. [12]

Esto demuestra que las apreciaciones y las estigmatizaciones, más allá de los micrófonos, no eran tan evidentes entre los músicos, sino más bien entre el público que los seguía.

“En paralelo a esta situación controvertida, el rock vivenció también un retorno al underground (por fuera de los carriles que la industria delimitó entre los años 1967- 1981) y forjó un territorio suburbano y periférico que acuñó a una gran parte del rock masivo de la democracia. De esta forma, la actividad musical se ofreció como un gran semillero o “criadero de ídolos” a futuro que concluía con la "homogeneización imaginaria" de estilos y búsquedas estéticas postuladas durante la dictadura militar (Alabarces, 1993: 86)”. [13]

En un contexto más fáctico de este análisis, debemos entender algunos sucesos del rock nacional argentino en su línea de tiempo y otros eventos del plano político que no pueden quedar al margen.

Es que ya en este período, ocurre algo imprevisto. La separación de Riff que deja la puerta abierta de la escena del metal que fue inmediatamente abordada por el grupo V-8 de Ricardo Iorio.

Todavía no eran los años masivos de Los redonditos de ricota y aún continuaban tocando en festivales, captando poco a poco lo que más adelante sería la masiva ola de seguidores.

Un humilde Juan Carlos Baglietto le cedió el micrófono a Fito Páez y así se escuchó por primera vez "Del 63" del novel autor rosarino, que intentó sumarse a la larga lista de virtuosos de la música que Rosario entregó a la escena del rock, dada la cercanía con Buenos Aires, siendo la Capital Federal el lugar en donde se encontraban las discográficas más importantes.

Mientras tanto, en el plano político, el gobierno aceptó la propuesta del Papa sobre el canal de Beagle y la CONADEP informó, en 1984, que existían al menos unos 9000 desaparecidos y 380 centros clandestinos.

En ese tiempo, Santaolalla estaba afianzado en Estados Unidos y Pastoral se había bajado de la escena, cuando Charly (que nunca perdió vigencia) se radicaba un tiempo en el exterior.

De esta forma se expandió la visión hacia las nuevas bandas y, en contraste con la época oscura de la dictadura que influía en la necesidad de voces progresistas, comenzaron a consolidar su éxito definitivo los (ya mencionados) Soda Stereo, grupo que vio nacer su primer disco de la mano de Federico Moura de Virus al tiempo que GIT se hacía de los oídos de los jóvenes.

Sin duda, en este proceso nos referimos a un giro profundo en la cultura del rock argentino. Este tipo de estilo “nuevo” le cantaba mucho más al amor que a las causas sociales, pero sin duda su impronta era un sello que, indefectiblemente, la atemorizada sociedad de los setentas necesitaba para olvidar la desdicha de épocas más nefastas.

Así, Calamaro deleitó con "Mil horas" en los recitales de Los abuelos de la nada y Fito Páez se lanzó en su primer recital como solista.

Ya en el año 1985, se produce el nacimiento de la FM Rock and pop que fue el espacio de comunión de la música del rock internacional y nacional. En un recital organizado por esta radio, Soda Stereo logra tocar junto a INXS aumentando su popularidad.

La eventualidad del caso presentó en ese año el nacimiento de un espacio capaz de albergar a todo tipo de artistas (músicos en su mayoría) y en donde la extravagancia y el excentricismo del undergoround dominaron la escena. Es inaugurado Cemento.

“Sostener el down es lo que hace Cemento. Yo me banco que me queden 100 pesos en una noche. Pero el lugar es así. Que los chicos a veces son 12 o 13. Eso en el tiempo funciona. Entonces… Yo creo que como Cemento pudo sostener y sostiene esto… Porque fíjate. Todas las bandas que hacen como que mueven gente y no mueven tanta gente. Tocan acá porque yo las banco. Y si tocan en otros lugares… Por algo no tocan los viernes en otros lugares (...) Estábamos fundidos y dijimos… Vamos a poner una banda de porquería. El rock que odio. Entonces empezamos así, con la depresión del rock, que es una depresión absoluta. Los rockeros que son muy cínicos y traicioneros, los grupos estoy hablando, le han creado a la gente la fantasía de que ellos son de verdad. Entonces en ese sentido hay una validación de un texto casi político. Que no es verdad. Que es bueno sostener esa mentira. Yo no la sostengo. 

De esta controvertida forma, Omar Chabán se refirió a aquello que lo convirtió tiempo después en un empresario cuasi exitoso y de lo que se mofó hasta el punto de imponer su soberbia desmedida y su auto destrucción”.  [14]

Mientras tanto, Fito Páez se termina de consolidar como solista, llenando dos obras para la presentación de su disco "Giros".

El país ingresa en una zona compleja. Se inició el juicio a las juntas y se dictó, en 1985, prisión perpetua a Videla y Massera. Además, se estableció el plan "Austral" que cambió la moneda de nuestro país.

Miguel Mateos trabajaba en lo que fue su etapa solista, ya alejado de ZAS y Spinetta Jade resolvió su separación. Para entonces, Las viudas e hijas editaron el disco "Ciudad catrúnica" que logró vender 200000 placas. 

La banda de culto Fricción, que contó en su formación con artistas de la talla de Richard Coleman y Gustavo Cerati, se contrapuso a una escena un tanto más independiente como la que comenzó a imponer el dúo Solari - Bellinson junto a Los redonditos de ricota.

Se produjo, en ese sentido, una reunión de Riff junto a JAF (Juan Antonio Ferreyra) que llegó para hacerse cargo de la voz del grupo.

“Pappo quería que yo cantara, pero yo me tocaba todo y un poquito más. No sé si bien, pero me tocaba todo. Era terrible para mí. Subíamos al escenario y claramente él miraba a ver qué estaba haciendo yo. Pasa que cuando yo empiezo a cantar en Riff aparecen nuevos colores y temas como Elena X, que recontra pegó más que cualquier otro tema de Riff. Y bueno, eso le revolvía la tripa a más de uno. Aparte, estaba toda la masa de camperas negras, pero adelante mío se ponían las rubias”[15]  deslizó JAF.

En otro orden de cosas, Charly logró lanzar su proyecto "Tango" junto a su amigo Pedro Aznar. Para 1986 será el mismo Charly quien comenzó a confluir con esos raros peinados nuevos, defendiendo e incluso tocando con músicos de la talla de Andrés Calamaro, Virus o Soda Stereo, quienes eran mirados de reojo por el ambiente más progresista y metalero del rock.

Para seguir sembrando la discordia acerca de qué lugar ocupaba cada uno, llega el primer disco de Los fabulosos cadillacs llamado "Bares y fondas" y con un estilo ska que prontamente tuvo voces a favor y en contra en las internas del rock nacional.

Estar de un lado o del otro podía significar tener un poco más o un poco menos de compromiso social y político. Pero aquellos grupos de los denominados "nuevo rock" (para aquel momento, claro está) sentían que su música iba por otro lado y que había gente que también quería vivenciar otras letras y otros ritmos. 

Sin embargo, el año en que Diego Maradona se transformó en héroe nacional y la selección argentina de Carlos Salvador Bilardo dio el batacazo ganando el mundial de México 1986, muchos grupos participaron en diversos festivales en los que se hacía frecuente la aparición de Soda Stereo o Riff por citar algún ejemplo de gustos musicales y de diversidad. En esta etapa, Los redonditos de ricota editaron "Oktubre" que significó la consolidación de la banda en un escenario.

En ese marco, Alfonsín ya lidiaba con los trastornos económicos y su gobierno acarreaba los violentos desfalcos económicos de la dictadura. También debió afrontar los distintos paros que la CGT de Ubaldini fomentó en contra del oficialismo.

Latinoamérica ya estaba dentro de un orden de producción y consumo en donde la música fue sumamente representativa.

A modo de ejemplo, Soda Stereo se embarcó en la gira más importante emprendida jamás por grupo argentino alguno. Colombia, Chile, Perú y Ecuador, entre otros países, vibraron con la “sodamanía”, casi en paralelo con las presentaciones de Charly García (que contó con Andrés Calamaro y Richard Coleman en su banda) para cruzar la frontera y presentarse en Chile y Estados Unidos.

Aquí se inaugura la era de los videos musicales de consumo masivo con el tema "Cuando pase el temblor", protagonizado por los Soda Stereo y grabado en las ruinas del Pucará.

Un año después, Soda Stereo calentó el verano en Viña del mar demostrando que su internacionalidad es cosa seria y, como muestra de ello, se presentaron en México ante 36000 almas que colmaban los espectáculos de la banda. La banda se había vuelto una empresa y su nombre una marca registrada de éxito, lo que para otros sectores del rock era inconcebible. Lo que es cierto que es que, gradualmente, muchos artistas se incorporaron al mercado Latinoamericano.

En 1987 se produjo la unión entre Celeste Carballo y Sandra Mihanovich, dos de las cantantes femeninas con más influencia en el rock nacional, además de la separación de V8 que promulgó el nacimiento de nuevas bandas metaleras como Hermética, Rata Blanca y Horcas. También se disolvió nuevamente, y por diferencias internas, Riff.

Los piojos, para 1988, ya realizaban sus primeros ensayos, dando continuidad al legado de las bandas emergentes que tenían que luchar día tras día para conseguir un espacio en donde presentarse.

Distinto era el caso de Fito Páez que presentó uno de sus álbumes más oscuros, "Ciudad de pobres corazones" en memoria de sus tías asesinadas, quienes lo habían criado desde el momento en que sus padres murieron. Sobre los hechos, dirá Páez mucho tiempo después que: "Perdí tanto la conciencia que hoy no me acuerdo exactamente de lo que sucedió. Era como un animal enjaulado en su propio dolor". [16] 

La fiebre del reggae se desata en Buenos Aires con el nacimiento de Los pericos que pasaron a ser un verdadero suceso antes de que su disco saliera al mercado nacional.

Ya hacia el final de la época, Virus se dispone a grabar "Superficies de placer", pero Federico Moura estaba en un estado muy complicado de salud. Afectado por una neumonía que lo tiene en cama y en su tercera consulta médica, le recomendaron que se hiciera el test de HIV que luego fue confirmado. Sin embargo, el disco vio la luz a pesar de todo y generó un gran revuelo con su tapa, en la cual se mostró la ilustración de una silueta desnuda.

En ese contexto, Alfonsín sufre el primer alzamiento "carapintada" en Campo de Mayo y se trasladó hacia el lugar, logrando la rendición de Aldo Rico al tiempo que se consiguió un refinanciamiento de la deuda externa.

Las noticias no fueron del todo buenas para el ambiente del rock, ya que uno de los grandes artistas nacionales dejó de existir, víctima de una cirrosis: Luca Prodan daba origen a un nuevo mito.

De esta manera, con la inminente disolución de Sumo, Ricardo Mollo formó la banda Divididos y comenzó a tocar en bares y teatros.

El mismo camino le tocó seguir a Germán Dafunchio, quien a finales de año formó otra banda emblemática como la de su ex compañero Mollo: Las pelotas.

En 1988, además de ser el año de los ex Sumo, se presenta Attaque 77 que incursionaron en una producción discográfica llamada "Invasión 88", junto a otros artistas del punk local que se daban cita en Cemento. Más tarde Michell Peyronell de Riff (quien ya había sido el productor de Los violadores en su primer disco), fue el productor del primer lanzamiento discográfico de la banda.

Entretanto, Alfonsín debía hacer frente, no solo a la crisis económica de la Argentina, sino también a los alzamientos sucesivos que, luego de Campo de mayo, siguieron asediando a la Democracia. A la vez, un fuerte aumento en las tarifas dejó a la sociedad en rojo y ya nadie pocos estaban conformes.

En este contexto, nació la banda Man Ray de Hilda Lizarazu y brotó una cuasi rivalidad futbolera entre Soda Stereo y Los redonditos de ricota. Ambas bandas fueron las más convocantes de la Historia Argentina y, por aquellos años, la diferencia musical abría una brecha como la que había existido entre los Soda Stereo y Sumo, pero potenciada.

La banda de Cerati, para ese año, grabó el álbum "Doble vida" junto al productor Carlos Alomar (John Lennon, Paul Mc Cartney entre otros), quien le cambió el sonido a la banda y extendió su éxito internacional a niveles inalcanzables.

Durante la grabación, el grupo se trasladó a Estados Unidos en donde se encontraron con Charly García, quien invitó a Gustavo Cerati a participar de su proyecto Tango.

Pero, en Argentina, el cantante y líder de Virus, Federico Moura, falleció debido al agravamiento del HIV. (Para el álbum "Tierra del fuego”, Marcelo Moura había ocupado su lugar a pedido de Federico).

De esta manera, dos de las voces masivas del rock nacional se habían apagado para siempre, dejando en los oídos de su ferviente público un resonar inalterable que nunca se extinguió, ya sea por su música o por su contribución al movimiento del rock.

En 1989, se produce la toma del regimiento de La Tablada en un sangriento enfrentamiento que dejó como saldo más de 30 muertos y numerosos heridos. Ante la insostenible revuelta social y política, Raúl Alfonsín anunció el adelantamiento de las elecciones. Allí se impuso Carlos Menem quien comenzó a privatizar empresas estatales y además les otorgó el indulto a militares del proceso, carapintadas y montoneros.

En esta etapa del país, Soda Stereo continuó marcando el ritmo y con 1000000 de copias vendidas de "Doble vida" se lanzó en su quinta gira internacional, en donde lograron instalar su nombre en los Estados Unidos.

Virus lanzó entonces el álbum "Tierra del fuego", y lo presenta con distintas formaciones que a lo largo del tiempo fueron cambiando, mientras Marcelo Moura quedó como la voz líder de la banda.

El camino de la "modernización" del rock no se dio solo en los ritmos musicales o las letras, sino que fue también desde el ámbito tecnológico. Comenzó a instalarse en la sociedad el Compact disc. Pero aún era demasiado caro para su adquisición, así como también el vinilo era demasiado viejo para sostenerse.

Muchas bandas eligieron por defecto, también influenciadas por las discográficas, editar su material únicamente en el nuevo juguete de la modernidad.

Spinetta, así y todo, continuó como solista con su disco "Don Lucero" y Lito Nebbia grabó varios discos, entre ellos uno en colaboración con Rubén Rada llamado "Las aventuras de Rubén Rada y Lito Nebbia".

Muchos de aquellos grupos que marcaron la vida cotidiana y las noches de Buenos Aires, se habían disuelto mientras que otros tomaron distancia durante algunos años. Así, la diversidad cultural del rock se mantuvo siempre en vigencia y la etapa comercial, a pesar de lo que muchos creyeron inicialmente, consolidó y sostuvo tanto a los más nuevos como a los más antiguos músicos de la Argentina.  

La Democracia de los jóvenes entre 1983 – 1989 y el paso a los noventas.

En este capítulo retomaré parte de mi trabajo para el libro “Raúl Alfonsín ¿el padre de la Democracia?” y en el cual analizo la relación entre la juventud radical y el ex mandatario argentino.

Por otro lado, no dejaré de mencionar el contexto en el que se consolidó esta relación y su desgaste hacia 1989.

En cuanto a ello, debemos retrotraernos, en principio, a finales de la Dictadura militar:

“Tiempo antes de la recuperación de la democracia las juventudes comenzaron a movilizarse a partir del malestar creciente con el gobierno dictatorial. Dicha movilización se despliega, centralmente, desde formas de participación locales, moleculares. Así, muchos jóvenes trabajadores habían protagonizado las principales formas de resistencia molecular a la dictadura en los lugares de trabajo (Pozzi, 1988; Falcón, 1996 y Gresores, 2002); las huelgas convocadas por la denominada CGT Brasil (ex Comisión de los 25) a partir de 1979, las iniciativas impulsadas por la Iglesia Católica, como la llamada Marcha “Paz, Pan y Trabajo” en noviembre de 1981, y las Comunidades Eclesiales de Base que impulsan las tomas de tierras de 1981 en la zona sur del Gran Buenos Aires (Vommaro, 2006 y 2010; Fara, 1989)”. [17]

Raúl Alfonsín había sido uno de los pocos dirigentes políticos que se habían opuesto a la Guerra de Malvinas y que, en cierta forma, había salido ileso de ciertas connivencias entre el gobierno militar, el sindicalismo y algunos políticos de turno ya que, tal su estilo, había sido representante de causas por los Derechos humanos.

Esa situación sienta un precedente político, pero también social. Representante de “Renovación y cambio” dentro de la UCR, se presentó como la alternativa de modernizar el partido. Una vez fallecido Balbín, su liderazgo fue absoluto (si bien cabe destacar que su construcción anterior, de la que no me ocuparé en este artículo, había logrado conmover las inamovibles estructuras de la vieja UCR).

En entrevistas realizadas para el libro, pude charlar con miembros de la Franja Morada de los años ochenta que me contaron que el avance de Raúl Alfonsín había sido como un “tsunami” imparable. En poco tiempo, la UCR había ganado las universidades y luego le disputaron la relevancia sindical al peronismo. [18]

“En relación con la militancia juvenil estudiantil, los colectivos universitarios comienzan a reagruparse en el invierno de 1982 en el marco de las comisiones en solidaridad a partir del conflicto bélico en el Atlántico Sur y, poco después, en el marco de las “comisiones reorganizadoras” de los centros de estudiantes (Larrondo, 2014). La regularización de la Federación Universitaria Argentina (FUA) y Federación Universitaria Buenos Aires (FUBA) llegarían hacia fines de 1983, con una participación enmarcada en las identidades político partidarias (Toer, 1988b). Los centros de estudiantes secundarios, también comienzan a expresarse muy incipientemente hacia fines de 1982 y en 1983, también enmarcados en identidades partidarias. En este sentido, es posible observar que el activismo juvenil comienza a manifestarse en el espacio público en los años previos a 1983, dando forma a las modalidades de participación caracterizadas fundamentalmente por el entusiasmo por la recuperación de la democracia”. [19]

Raúl Alfonsín siempre se había mostrado afín a los jóvenes, y el contexto nacional (que precisaba de un sustancial cambio de paradigma) encuentra en la juventud un lugar de convergencia.

Los jóvenes venían, como se mencionaba más arriba, en la búsqueda cultural de un nuevo estilo que demostrara la libertad que traía la Democracia. Y en ese sentido, la aparición política de un líder como Alfonsín, que revitalizaba el discurso de los jóvenes, encontró un punto de anclaje.

Rápidamente las escuelas secundarias comenzaron a conformar centros de estudiantes que representaran a la Franja Morada dentro de las mismas. La militancia en torno a Alfonsín se había hecho cada vez más masiva. En cada presentación, entonces, la masividad juvenil se hizo tan evidente que la mancomunación de personas respondió a lo que los medios llamaron “la fiesta de la Democracia”.

“No se trataba solo de jóvenes de ideas insostenibles. Eran jóvenes que habían observado la quietud del radicalismo ante la caída de Illia. Y comenzaban a preguntarse por qué no se había pronunciado una fuerte movilización en defensa de las Instituciones. (…) Allí nos encontrábamos en un punto muy particular. Porque ante semejante inquietud juvenil, Raúl Alfonsín descubrió la oportunidad de crear un movimiento de ideas y “por un radicalismo social” que comenzó funcionando en un espacio que antes era de la Juventud Revolucionaria Radical. Y lo hizo antes de romper filas con Balbín”. [20]

Lo cierto es que, bajo su figura, se unieron dos generaciones. En principio, los que habían visto caer al gobierno de Illia y en donde no habían existido demasiadas manifestaciones de apoyo al entonces presidente. Y la otra, la que encontraba en el nuevo líder del radicalismo, una figura política de ideas convincentes.

Así, durante un tiempo enmarcado entre 1983 – 1989, la juventud encontró dos aristas de la militancia política. Por un lado, un reencantamiento político repleto de ideales que pregonaban la libertad, las nuevas modas, una forma de vida y que, indefectiblemente, contrarrestaba, desde su heterogeneidad de colores, con la oscuridad de la Dictadura militar y procesos anteriores. Por otro lado, es innegable que la alimentación de esas expectativas que habían marcado un período de grandes cambios culturales, hacia los noventas fue desalentando a los jóvenes. Los que habían iniciado el proceso de 1983 -1989 ya se estaban transformando en adultos que, en su contexto económico, se encontraban con el ocaso de la economía alfonsinista, producto también de la implosión de procesos económicos anteriores. Y la nueva generación, la que creció en los noventas, lo haría bajo el manto de desaliento, producto de la feroz inserción del Neoliberalismo durante la etapa menemista y de la Alianza entre 1990 y 2001.

Lo que está claro entonces es que los ochentas abrieron el juego a la creatividad, la expansión de las ideas y la exploración. No solo musical, también política. Por tal motivo, el desaliento juvenil se hizo más evidente. Los adultos ya no creían, los jóvenes tampoco.

“Obediencia Debida, Punto Final, crisis económica, economía de guerra, Plan Austral, levantamientos carapintadas, reclamos y paros docentes y la derrota electoral del radicalismo en todo el país en el ´87, fueron algunos de los quiebres que hirieron a los militantes franjistas de los ochenta y que los llevaron a profundizar sus contradicciones y buscar estrategias para defender, a capa y espada, el gobierno de Alfonsín (Beltran, 2013: 212). Así, aunque hacia fines de los ochenta la Franja Morada seguía siendo mayoritaria en la Universidad, cada vez les resultaba más difícil sostener el equilibrio entre defender a Alfonsín y representar a los estudiantes”. [21]

Conclusión

Teniendo en contexto al denominado rock nacional como un lugar de reunión y expresión cultural de los jóvenes, nos encontramos ante la posibilidad de analizar un período paradigmático en cuanto a la escena cultural.

No podemos decir lo mismo de un proceso económico arraigado en las oscilaciones democráticas y militares de años anteriores, los cambios de modelos económicos y las tensiones sociales que, en su definitiva génesis agravada por el Neoliberalismo, implosionaron en 2001. [22]

“En lo político, los pasos de los primeros años en el sentido de restaurar una vida cívica robusta y condenar el genocidio militar terminaron en una penosa marcha atrás. Pero hubo un aspecto en el que dejó una marca indeleble: el de la cultura y las identidades políticas. Aunque su gestión fue un fracaso, el alfonsinismo logró presentar una visión sobre el pasado, el presente y el futuro de la nación que resultó enormemente influyente. A cambio de los grandes anhelos políticos previos – la “justicia social”, la “integración y desarrollo” o el “socialismo -, revistió de una nueva legitimidad a una aspiración más modesta: la democracia”. [23]

A tales efectos de lo citado, no podría aseverar que la gestión alfonsinista, como Adamovksy propone, haya sido un fracaso. Pero sí se presenta una coincidencia entre ambos análisis en el plano democrático, alimentando así todos los factores que lo componen. Alfonsín no debió enfrentar solo la situación económica (que muchas veces es el eslabón endeble de su gobierno) sino también los alzamientos, los probables conflictos bélicos, la crisis social y el recambio cultural. Y es en este punto en donde volveremos a encontrarnos.

“Un análisis interesante del alfonsinismo puede ser esbozado recuperando la interpretación de Ollier (2009), quien destaca que su principal mérito como fuerza política radica en haber instalado una concepción de la democracia no como algo a ser restaurado sino construido, lo cual supone una construcción de un sujeto democrático diferente del “hombre nuevo” del socialismo. En otras palabras, en esta época emergen nuevas formas colectivas de identificación políticas, no reductibles a los repertorios de identidades preexistentes”. [24]

Durante el período 1983 – 1989 se produce la aparición de un colectivo cultural del cual el rock argentino no es ajeno. Existía entonces un vacío que había quedado, según lo analizado, entre el período anterior a la recuperación de la Democracia y el futuro por llegar luego de las elecciones. Es allí en donde emergen nuevos espacios de reunión e intercambio colectivo. Aparecen en escena nuevos grupos y solistas, las discográficas entienden el “mercado” que se generó alrededor de bandas como Soda Stereo o bien, antagónicamente, en el misterio y ostracismo de Los redonditos de ricota. Mientras que, por otro lado, las reivindicaciones a Spinetta o Pappo y el constante resurgimiento de Charly García, se entremezclaron con Man Ray, Los twist o Fito Páez. Allí estaban todos. En la nueva expresión cultural del rock argentino que encontró, durante el alfonsinismo, una aliada fundamental: la joven Democracia argentina, a quien también había que construir.

La democracia que renació en 1983 no ha sido ajena a las realidades y condiciones de su pasado, es decir, de un pasado que le da origen y condiciona pero que, a su vez, puede terminar siendo transformado por ella. Sin duda, la fragilidad de nuestro pasado democrático repercute en la capacidad actual del sistema político para crear mejores condiciones de estabilidad”. [25]

El rock nacional tenía entonces una importante heterogeneidad que podía abordar a distintos colectivos sociales, distintas maneras de entender la cultura y la expresión y distintas formas de pensar la libertad.

Entonces, los ochentas se transformaron en un espacio en la línea de tiempo en donde gran parte de nuestro legado actual quedó demarcado. El rock en estado puro y con la fuerza de un nuevo paradigma más amplio, alternativo y convergente. Ese es el rock de la Democracia que, así como ella, perdura hasta nuestra actualidad. Aunque no podemos negarlo. También, como la Democracia misma, con vaivenes que lo ponen en tela de juicio.  

A principios de los sesentas, el rock nacional argentino, como he analizado, se enmarcaba dentro de un paradigma particular:

“En los últimos años de la década del '60, músicos porteños y rosarinos que adscribían al rock comenzaban a sacar a la luz producciones discográficas que estaban impregnadas de una estética que era el reflejo de un paradigma de pensamiento que se hizo definitivamente explícito en todo el mundo a principios de 1960. Y si nos dieran la posibilidad de definirlo en una sola palabra, diríamos "exploración"” [26]

Así como el rock argentino cumplió en los sesentas y los setentas un rol cultural específico dentro de la juventud de ese momento, los ochentas tuvieron entonces la heterogeneidad complementada por las formas de difusión. La canción de rock empezó a sonar en todos lados.

“Pensamos que ese "poder" de la canción no es intrínseco a ella ni tampoco es exclusivo del rock sino que es algo que se va gestando entre determinada producción expresiva y el contexto histórico-social y cultural donde se ha posado esa producción expresiva, que -ya a esa altura podemos llamar artística. Nosotros decidimos tratar de señalarlo en el rack nacional porque pensamos que es una de las músicas que tiene un alto grado de cotidianidad, en el sentido de que no nos es extraño "leer" el rock de un lugar como quien lee un periódico con la información de las carencias sistémicas de ese contexto y sus posibles antídotos”. [27]

Es preciso entonces aducir que, no solamente el rock se trata de un fenómeno específico y de un tiempo especial. Se trata de una cultura democrática, consistente y que, verdaderamente, encontró en los jóvenes de 1983 – 1989 un punto de anclaje para reconstruirse. En ese proceso, los ideales de Alfonsín, por una nación de Democracia perdurable, también se presentaron como los ideales del rock, la lucha juvenil y la utopía a realizar. Nunca más dictadura, pedían por entonces en los recitales y hoy lo hacen las nuevas generaciones del rock.  


 

Bibliografía

-        ADAMOVSKY, Ezequiel. Historia de la clase media Argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919 – 2003. Editorial Planeta, Buenos Aires, 2012.

-        Chaves, M., & Faur, E. (2009). Investigaciones sobre juventudes en la Argentina: estado del arte en ciencias sociales 1983-2006. Papeles de trabajo: La revista electrónica del IDAES, 3(5), 20.

-        Correa, Gabriel (2002) "El rock argentino como generador de espacios de resistencia: ". En: Huellas, No. 2, p. 40-54. Dirección URL del artículo: https://bdigital.uncu.edu.ar/1276. Fecha de consulta del artículo: 12/01/21.

-        FAVIERI TUZIO, Daniel. Raúl Alfonsín ¿el padre de la Democracia? Editorial Imaginante, Bueno Aires, 2020.

-        FAVIERI TUZIO, Daniel. Rock nacional como identidad de una sociedad. Independiente, Buenos Aires, 2016.

-        GEERTZ, Clifford. La interpretación de las culturas. Gedisa Editorial, Nueva York, 2003.

-        Morduchowicz, R. El capital cultural de los jóvenes. fondo de cultura económica. 2004.

-        QUIROGA, Hugo. Nueva historia Argentina. Tomo 10. Dictadura y Democracia (1976 – 2001). Director de tomo: Juan Suriano. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2005.

-        Secul Giusti, C. E. (2017). Rompiendo el silencio: la construcción discursiva de la libertad en las líricas de rock-pop argentino durante el período 1982-1989 (Doctoral dissertation, Universidad Nacional de La Plata).

-        Vommaro, P., Vázquez, M., & Blanco, R. XXX Congreso ALAS-Pueblos en movimiento: un nuevo diálogo en las ciencias sociales. Costa Rica, 2015. Título del trabajo: Juventud y política en los años 80s en Argentina: acción estatal, experiencias organizativas y demandas emergentes en la recuperación democrática.



[1] QUIROGA, Hugo. Nueva historia Argentina. Tomo 10. Dictadura y Democracia (1976 – 2001). Director de tomo: Juan Suriano. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2005.

[2] Marcaremos 1956 ya que por esos tiempos Sandro y los de fuego, Eddie Pequenino y otros ya estaban tocando en los pocos bares que les abrían sus puertas. El primer disco de Sandro y los de fuego data de 1960.

[3] FAVIERI TUZIO, Daniel. Rock nacional como identidad de una sociedad. Independiente, Buenos Aires, 2016.

[4] SECUL GIUSTI, Cristian; RODRÍGUEZ LEMOS, Federico. La lírica del rock argentino en los tres primeros años de democracia (1983-1986). UNLP, La Plata, 2010.

[6] GEERTZ, Clifford. La interpretación de las culturas. Gedisa Editorial, Nueva York, 2003.

[7] Chaves, M., & Faur, E. (2009). Investigaciones sobre juventudes en la Argentina: estado del arte en ciencias sociales 1983-2006. Papeles de trabajo: La revista electrónica del IDAES3(5), 20.

[8] FAVIERI TUZIO, Daniel. Rock nacional como identidad de una sociedad. Independiente, Buenos Aires, 2016.

[9] Correa, Gabriel (2002) "El rock argentino como generador de espacios de resistencia: ". En: Huellas, No. 2, p. 40-54. Dirección URL del artículo: https://bdigital.uncu.edu.ar/1276. Fecha de consulta del artículo: 12/01/21.

[10] Secul Giusti, C. E. (2017). Rompiendo el silencio: la construcción discursiva de la libertad en las líricas de rock-pop argentino durante el período 1982-1989 (Doctoral dissertation, Universidad Nacional de La Plata).

[11] FAVIERI TUZIO, Daniel. Raúl Alfonsín ¿el padre de la Democracia? Editorial Imaginante, Bueno Aires, 2020.

[12] FAVIERI TUZIO, Daniel. Rock nacional como identidad de una sociedad. Independiente, Buenos Aires, 2016.

[14] FAVIERI TUZIO, Daniel. Rock nacional como identidad de una sociedad. Independiente, Buenos Aires, 2016.

[15] Id. Ibidem.

[16] Id. Ibidem.

[17] Vommaro, P., Vázquez, M., & Blanco, R. XXX Congreso ALAS-Pueblos en movimiento: un nuevo diálogo en las ciencias sociales. Costa Rica, 2015. Título del trabajo: Juventud y política en los años 80s en Argentina: acción estatal, experiencias organizativas y demandas emergentes en la recuperación democrática.

[18] FAVIERI TUZIO, Daniel. Raúl Alfonsín ¿el padre de la Democracia? Editorial Imaginante, Bueno Aires, 2020.

[19] Vommaro, P., Vázquez, M., & Blanco, R. XXX Congreso ALAS-Pueblos en movimiento: un nuevo diálogo en las ciencias sociales. Costa Rica, 2015. Título del trabajo: Juventud y política en los años 80s en Argentina: acción estatal, experiencias organizativas y demandas emergentes en la recuperación democrática.

[20] Id. Ibidem.

[21] Id. Ibidem.

[22] Véase también el artículo Cromañón, el peligroso declive del rock nacional de 2020 mediante el cual el autor refiere a una extensión posterior a 2001 con la tragedia de Cromañón. https://www.academia.edu/44803377/Croma%C3%B1%C3%B3n_el_peligroso_declive_del_rock_nacional

[23] ADAMOVSKY, Ezequiel. Historia de la clase media Argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919 – 2003. Editorial Planeta, Buenos Aires, 2012.

[24] Vommaro, P., Vázquez, M., & Blanco, R. XXX Congreso ALAS-Pueblos en movimiento: un nuevo diálogo en las ciencias sociales. Costa Rica, 2015. Título del trabajo: Juventud y política en los años 80s en Argentina: acción estatal, experiencias organizativas y demandas emergentes en la recuperación democrática.

[25] FAVIERI TUZIO, Daniel. Raúl Alfonsín ¿el padre de la Democracia? Editorial Imaginante, Bueno Aires, 2020.

[26] Correa, Gabriel (2002) "El rock argentino como generador de espacios de resistencia: ". En: Huellas, No. 2, p. 40-54. Dirección URL del artículo: https://bdigital.uncu.edu.ar/1276. Fecha de consulta del artículo: 12/01/21.

[27] Id. Ibidem