Por Daniel
Favieri Tuzio.
“Hacia
1812 el Triunvirato le prohíbe a Belgrano la utilización de la bandera, ya que
podía ser ella un símbolo de ruptura total con el orden español”.
Romper las
tiránicas cadenas impuestas a las Provincias unidas del Río de la Plata, fue el
sostenimiento unánime de los hijos de España que, cansados de tanto desconcierto,
decidieron romper con el orden impuesto. O al menos eso plantean algunos libros
sin ánimos de analizar la profundidad del caso.
Así se
inicia un proceso que cuenta con un antecedente fundamental. Las invasiones
inglesas y la reacción de un pueblo de Buenos Aires que defendió “con lo que
tenía” un futuro de libertad.
Ellos y
ellas no lo sabían. Quizás nunca tomaron dimensión. Pero muchos de los que participaron
en la lucha contra los ingleses, se verían haciendo la Revolución.
Fueron
tiempos en los que la maquinaria de la guerra y de la sangre se instalaron en
el Río de la Plata. Eran momentos de demostrar valor, unión y fuerza. Pero…
¿Era tan así?
Vale la
pena recordar que la Revolución de mayo fue la continuidad de un proceso que se
inició con la Invasión de los ingleses a Buenos Aires. Y que el 25 de mayo de
1810 no fue nuestra Independencia, sino que fue el día en que el pueblo de
Buenos Aires decide imponer un nuevo orden. Un camino imprevisto de obstáculos
que se fundamentaban en las figuras de nuestros grandes patriotas, los hijos de
España, que decidían por una Patria desarmada. Se decidían por una identidad…
Ser criollos y de América.
Voy a tomarme
de una licencia para analizar la Revolución de mayo desde otro lugar. Invito a
que pensemos juntos a Manuel Belgrano, en el año de nuestro prócer. (Conmemoramos
250 años de su nacimiento y 200 de su muerte).
Decía don Manuel “(…) ¡Sí o
no! Pronto, señores, decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir
demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos
de nada”. ([1])
Desde este
texto, esa figura de estampita que nos entregaron durante tanto tiempo en los
manuales, se vuelve en realidad una figura aún más espléndida para el análisis.
Porque no se trataba solo de un patriota de palabras, sino de un patriota de
acción.
Es
indiscutible que en su ser radicaba la más fuerte de las llamas del pensamiento
patriótico. Pero que, además, se trataba de una referencia preparada para dar
el salto esperado.
Belgrano había
viajado a España para completar sus estudios. Asistió a charlas de Jovellanos y
de grandes pensadores. Se transformó en fisiócrata ([2])
y regresó a Buenos Aires con nuevas inquietudes. Se fue perfilando desde la
política como un hombre de voz y voto.
“Al
concluir mi carrera por los años de 1793, las ideas de economía política
cundían en España con furor, y creo que a esto debí que me colocaran en la
secretaría del Consulado de Buenos Aires” cuenta en su autobiografía.
Luego de
haber tenido preponderancia en el consulado de comercio en 1794, fue nombrado
capitán de las milicias urbanas tres años después. Hacia 1810 se transformó en
el miembro de la Primera junta de gobierno, siendo uno de los hombres más
experimentados de Buenos Aires.
Por
aquellos años Buenos Aires, respecto del Litoral, había sido beneficiada de una
figura comercial de preponderancia y en su puerto estaban las grandes fuerzas
económicas.
El general
Paz retratará a Belgrano de la siguiente manera: “El general Belgrano, sin embargo,
de su mucha aplicación, no tenía, como él mismo dice, grandes conocimientos
militares, pero poseía un juicio recto, una honradez a toda prueba, un
patriotismo el más puro y desinteresado, el más exquisito amor al orden, un
entusiasmo decidido por la disciplina y un valor moral que jamás se ha
desmentido”.
A pesar de todo
lo dicho, el pueblo de Buenos Aires aún no se había preparado para un nuevo
orden. Era más bien vigía de las normas impuestas y, en sus gloriosos avances,
lo hacía de forma desordenada. Sin un parámetro de congruencia entre lo que se
aspiraba y lo que realmente se pensaba. No hay que olvidar el siguiente orden
de reciprocidad y subsistencia: si España sobrevivía, no se sacrificaba el orden
comercial.
Entonces
para la historia de nuestra Revolución se abrían dos frentes y no uno. Por un lado,
había que enfrentar a las contrarrevoluciones internas que se figuraban de un
proyecto inconsistente porque había que retener el orden impuesto, muchas de
las veces desde un enfrentamiento directo con el poder que detentaba Buenos Aires
desde hacía años. Y, por otro lado, contra el avance de los realistas que se
apostaban, sobre todo en Chile y al Norte, y que eran una constante amenaza para
los proyectos de Independencia.
Curioso
caso el que bautizaba a nuestra futura Nación. No se lograba una integridad sostenida
en ninguno de los aspectos. ¿Fue una reacción más que una acción pensada?
“No puedo pasar
en silencio las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con
que se manejó nuestra Revolución. (…) El congreso celebrado en nuestro estado
para discernir nuestra situación, y tomar un partido en aquellas circunstancias,
debe servir eternamente de modelo a cuantos se celebren en todo el mundo. (…)
Casi se me hace increíble nuestro estado actual. Mas si se recuerda el estado deplorable
de nuestra educación, veo que todo es una consecuencia de ella., y solo me
consuela el convencimiento en que estoy de que siendo nuestra revolución obra
de Dios, él es quien la ha de llevar a su fin, manifestándonos que toda nuestra
gratitud la debemos convertir a S. D. M. y de ningún modo a hombre alguno”
escribía en 1814 Manuel Belgrano.
Sin lugar a
dudas la Revolución de mayo como tal seguirá pensándose y reafirmándose, pero
también en buena medida, atribuida a un pensamiento sesgado.
A veces se
comprometen ciertos ideales en la importancia que cada administración gubernamental
encuentra para las fechas patrias.
Lo que
parecía ser una Revolución ordenada, muchas veces había sido atribuida, desde
el imaginario patriótico, al desvelo por empuñar la espada.
Existían
dos formas de hacerla. La primera era por medio del sostenimiento de una monarquía
federal en la cual la corona seguía existiendo en cuanto a la fidelidad
expresada al rey. Y la segunda como lo indica Moreno. Rompiendo bajo toda forma
con el orden de la tiranía española.
Es en esa
puja que se encuentra el conflicto entre los más conservadores de la Revolución
y los más radicales. Hacia 1812 el Triunvirato le prohíbe a Belgrano la
utilización de la bandera, ya que podía ser ella un símbolo de ruptura total
con el orden español.
Tal es la efervescencia
del caso, que un fuerte San Martín promueve un golpe a los idearios del
patriotismo y comienza a pedir la Independencia exaltando a cada paso la figura
de un Belgrano denostado por el poder político de entonces.
No era como
se dijo por allí (de un presidente argentino a un rey español), una Revolución
de la angustia. Era una Revolución de las armas en la que sus más eximios
pensadores también tuvieron que sangrar, llorar y bramar por el fin de la
tiranía. En donde los enfrentamientos internos también derivaron en muertes
incomprendidas. Y en donde los hijos de España comenzaron a definir su propia
Patria.
Así como lo
reza el poema “Allí donde partir es imposible. Donde permanecer es necesario.
Donde nunca se está del todo solo. Donde cualquier umbral es la morada. Allí
donde se quiere arar y dar un hijo. Allí donde se quiere morir… Allí es la Patria”.
Ellos ya se sabían americanos.
Cuantas
conclusiones dispara la Revolución de mayo. Identidad, diversidad, ideas, patria…
Una Patria que, pienso yo, no debe ser construida desde las imágenes de unos pocos,
sino desde la memoria colectiva y poderosa que implican directamente a los
ideales y las convicciones. Todos y todas debemos saber a dónde vamos y cuáles
son los elementos fundantes de nuestra identidad.
No alcanzan
los recorridos en palabras para expresar la desazón que se siente cuando un o
una habitante de nuestra tierra tiene que emigrar por las políticas del estado.
Cuando la pobreza pasa a ser cuestión de otros y otras invisibilizados e
invisibilizadas por las clases dominantes. Ni qué decir cuando en el intento de
llevarse todo puesto, se olvida de la objetividad del caso. Contar la historia
no es negarla. Hablar de historia no es querer bajarle el tono a una Revolución.
Al contrario. El 25 de mayo de 1810, nuestra tierra comenzaba la irradiación de
una Independencia que tardaría en llegar. Pero que, a sangre y dolor, muerte y desdicha,
exilios y olvidos, promovió el más alto de los ideales. La libertad.
BIBLIOGRAFÍA
-
CARRANZA, Neptalí. Oratoria argentina. Buenos Aires, Sesé y
Larrañaga Editores, 1905.
-DI MEGLIO,
Gabriel. 1816. La trama de la Independencia. Buenos aires. Planeta.
2016.
-HALPERÍN
DONGHI, Tulio. El enigma Belgrano. Un héroe para nuestro tiempo. Buenos
Aires. Siglo XXI editores. 2015.
-HALPERÍN
DONGHI, Tulio. Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la
Argentina criolla. Buenos Aires. Siglo XXI editores. 2011.
[2]
Sistema económico que vinculaba el origen de la riqueza de los países a la
explotación de sus recursos naturales.
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