En eso de que por defecto los recursos naturales son de las
sociedades que viven dentro del territorio al cual estos pertenecen, para el
caso, es mentira.
Y partimos de una mentira en cuanto a que, si la posibilidad
de que esos recursos naturales son trabajados, explotados y dominados por
empresas de capitales extranjeros, mínimamente deberían garantizar una fuente
de empleos sustentables, de mejoras de la región que los alimenta y de
producciones que fomenten la actividad tecnológica, es decir el progreso de los
dos mil. Es mentira.
Por ende, si los recursos naturales son “compartidos” con
empresas de capitales demasiado beneficiadas por este razonamiento, la ecuación
no cierra cuando decimos que Las Toninas, ese espacio turístico anticuado,
invernalmente desolado y con altos índices de desempleo, se cierra a las
innovaciones del progreso.
A razón de esto… ¿Cómo es que un lugar tan reconocido en la
jerga turística no tiene un lugar de preponderancia en el imaginario colectivo?
¿De qué manera sus playas enormes fueron libradas al azar de grandes empresas
constructoras que generaron una avanzada irrefrenable de la marea? ¿Cómo es
posible que su envoltura (San Clemente y Santa Teresita) hayan crecido tanto en
estos últimos años y Las Toninas no?. La respuesta es siempre la política. A
alguien se beneficia de lo siguiente:
Las Toninas, ese espacio verde repleto de mar que a veces
ronda lo bizarro en algunos comentarios de producciones de Pol – Ka y otras, ha
sido víctima de los sucesivos desamparos del clan de intendentes político – hereditarios
de los De Jesús. Años de una vista gorda que hoy llevan a su máxima expresión
las políticas de abandono. Y cuando hablamos de abandono no solo lo hacemos por
sus recursos naturales, sino también por una sociedad pequeña que no vio ni ve
los frutos de los supuestos adelantos.
Desde los años menemistas que el vacío político comenzó a sentirse. En forma gradual, los
robos a propiedades, las changas “por lo que se pueda” y la marginalidad social
hicieron del abandono una costumbre demasiado naturalizada. Que no haya trabajo
es por costumbre. Que no limpien los enormes pastizales, es por costumbre. Que
no modifiquen la ayuda social, es por costumbre. Y así el deterioro se volvió
una costumbre de carteles que rezan: “si le robaron, busque en los yuyos que
siempre guardan las cosas ahí hasta que las pasan a buscar al otro día”. Eso
también se volvió una costumbre. Como el no hacer.
Las Toninas fue, antes de esa época de los noventas, un
espacio auspicioso para veranear. Sinónimo de tranquilidad y familia, de
pequeño centro que cumplía con las necesidades básicas y de lugareños que se
adaptaban fácilmente a la inyección del turismo que se avecinaba a sus costas
en temporada. Es decir, los vecinos preparaban con orgullo el veraneo. Hasta
incluso se promovían actividades como votar “el mejor parque de Las Toninas”,
el arte con arena (se realizaban esculturas en la arena) o “la mejor vidriera
comercial”. Entonces toda esa sociedad inevitablemente trabaja para mejorar el
lugar. Pero luego del desastre de los noventas (y ya entrados en los dos mil)
Las Toninas sufrió la debacle de todo aquello. Quedó huérfana de paternalismo
político y acéfala de poder presente. Al menos en lo que se relaciona al
bienestar…
Esto último refiere a que en la relación Medio ambiente –
Tecnología, Las Toninas le da al mundo una capacidad de conexión irrefutable,
le presta sus mares a la globalización y su infraestructura al capital. Su
Medio – ambiente produce más dinero que metalurgias locales, fábricas de
muebles e incluso el mismo municipio. Pero pocos saben que Las Toninas entrega
al mundo la conexión de última generación que interconecta a América con el
resto. Internet. La fibra óptica más utilizada. El 4 G.
Como asegura una vecina de Las Toninas en la nota de la
revista Viva que saldrá publicada este domingo, los beneficios de la fibra
óptica no fueron siquiera la posibilidad de que las Escuelas de la zona
tuvieran internet gratis. Mucho menos, esto lo creo yo, computadoras que se
puedan conectar. Es preciso realizar una cuenta rápida en base a los costos de
dicha obra. Ínfimos en comparación a la ganancia producida por estas costas de
Argentina.
Entonces se desprende un mundo en el cual el dinero pasa por
al lado. Y así, los verdaderos realizadores de tan grande obra de la tecnología
no reciben ningún tipo de progreso.
La posibilidad de la utilización de los recursos de Las
Toninas, podrían haber generado el probable crecimiento de un pueblo solo
recordado cuando alguna campaña política de necesidad lo recuerda. O cuando hay
algún robo o bien cuando sus propios vecinos promueven focos grupales que cumplen
con la formalidad de cuidarse entre ellos. Algo que ni la misma policía puede
garantizar.
Como grandes contribuyentes del caudal que representa el
municipio, sería lo más justo que tomen parte de las ganancias producidas por
una tecnología que incluso desconocen. Y que ni siquiera invita a un bienestar.
Porque la marginalidad continúa. Y la vista gorda también. Porque no se mejora
la infraestructura, no se invierte en el progreso y no existe una obra pública
real.
Cuando la gente pasa sus veranos allí muy pocas veces
reparan en esto. En esa cuestión tecnológica que, incluso, podría beneficiarlos
aún más. De esta forma, en esta relación de los recursos naturales y la
tecnología, el balance es negativo para ese conjunto de personas que pasan
desapercibidos. Que no perciben ganancias ni respeto. Que son la resultante de
un despojo. Que durante el invierno se las tienen que arreglar como pueden para
subsistir. Que necesitan de la deuda para poder comer. Que Educan como pueden.
Que protegen como pueden. Hasta incluso sufren como pueden. Mientras que por
delante de sus narices, capitales de fibra óptica y dólares llenan los
bolsillos de grandes empresarios y políticos.
Todas las preguntas que nos hacíamos al principio, y esta
forma tan incorrecta de pensar que está en mi esencia, me hacen ver que las
respuestas tienen una sola destinataria. La diplomacia política que permite que
los negocios que se realizan con los recursos naturales de la Argentina sean la
expansión económica de unos pocos sin algún beneficio real para muchos. No se
puede regalar nuestro medio ambiente sin pensar en nuestros ciudadanos y
ciudadanas. No se puede relegar a quienes debieran ser los verdaderos
beneficiados y beneficiadas. Este mundo peca de desigualitario. Pero pervive de
la nostalgia. Esperemos que la nota en la revista Viva arroje leña al fuego y
surja una nueva iniciativa, para que verdaderamente el equilibrio de “compartir”
los recursos naturales con la tecnología, tenga un efecto positivo para la
gente.
Sin dudas un lugar que, como bien decís, genera riqueza pero es pobre y abandonado... ojalá algún día progrese... se lo merece con todo lo que entrega al mundo entero... Quizás algún día se pueda volver a veranear en ese lugar en el que me ha pasado varias veces (no una sola vez) que los policías sabían dónde escondían los delincuentes las cosas que me habían robado después de revolver toda mi casa llena de rejas (como una jaula de pajaritos)... el tema era que mis cosas, según la seguridad del lugar, estaban entre los yuyos (citándote y recordando mi mal momento) pero ellos no iban a entrar por miedo a las serpientes...
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