Siendo más tarde que temprano, nos vemos en la incontrolable
naturalidad de levantarnos una mañana y observar en las calles los estragos de
un temporal. Se nos ha hecho casi habitual entrar al trabajo con un sol
radiante y, seis u ocho horas después, sufrir interminables tormentas que se
llevan puestos autos, postes de luz y árboles. Se nos hizo parte del día a día
que las inundaciones, los tsunamis y los tornados comenzaran a pasar
desapercibidos por los sendos gobiernos de turno que solamente adjudican a la
tempestad y la desgracia la razón de un calvario extremadamente social.
“(…)hay dos características del cambio climático actual que
hace que los impactos biofísicos y sociales globales asociados sean únicos en
la historia del planeta: la rapidez e intensidad con la que este cambio está
teniendo lugar, en espacios de tiempo tan cortos para la evolución del Planeta
como décadas; y la actividad humana como motor de todos estos cambios”. (PARDO
BUENDÍA 2007: 1)
Generalmente las impericias de los Estados al respecto promueven
la indeterminación necesaria para elaborar proyectos serios que luchen contra
el calentamiento global, son las mismas impericias que liberan de preocupaciones
y precauciones a las clases gobernantes que, por lo general, no pertenecen a
las clases consideradas medias y bajas dentro de una Nación.
Las zonas de confort se encuentran en una situación muy
distinta. No están pegadas al Riachuelo, no se permiten la estadía en calles de
tierra (salvo que sea dentro de un Country) ni se abren a la recepción de
aquellos que deben huir de los espacios afectados por el salvajismo del clima.
Un salvajismo curiosamente alimentado por aquellos que detentan el poder.
Específicamente hablando de situaciones desconcertantes, la
venta de la tierra acarrea hoy un combo beneficioso para unos pocos. La venta
de extensos terrenos que se encuentran lindantes a barrios de menores recursos
se compran por un porcentaje ínfimo y se venden a cifras exorbitantes. Dentro
del combo, la tierra, el agua y las murallas son una oferta perfecta. Mientras
en los alrededores el individuo común traslada baldes de agua potable, en
muchos countries los ríos son artificiales. Mientras fuera de las murallas los
individuos intentan construir una casilla con lo que encuentran, en los barrios
ostentosos se anclan muebles producto de grandes talas de árboles. Y mientras
que las calles de la zona están inundadas luego de un diluvio, en los barrios
de mayores recursos se utilizan canaletas anti lluvia que incluso acentúan el
crecimiento del agua hacia afuera.
En 2016 la justicia prohibió en 16 municipios (entre ellos
Luján y Tigre) la construcción de countries que inexorablemente hubieran
aumentado la crecida de las cuencas. A la vez, cabe destacar que las obras
públicas y subsidios para los damnificados de las anteriores inundaciones de
Luján no se habían concretado. Actualmente son 60 los countries que están en
contacto con los cursos del agua.
Mientras tanto los grandes grupos económicos, los G8 y los
G20, las cumbres americanas, las fundaciones inertes… Nada de todo esto pone en
discusión las verdaderas razones del calentamiento global ni esbozan una
culpabilidad de sus consecuencias.
Podríamos enumerar como causas del calentamiento a la sobre
explotación de los recursos naturales, la emisión del dióxido de carbono, la
actividad solar, el aumento del vapor entre otras y que derivan en consecuencias
como el derretimiento de glaciares, mayor cantidad de tormenta, cambios de
clima. Todo esto conlleva en realidad a una mayor incapacidad humana de
entender que el deterioro del Medio Ambiente es en realidad el deterioro de las
sociedades. En efecto, aquellos que viven en la marginalidad y el olvido son los
grandes perdedores de esta batalla.
“Por tanto, el cambio climático, por encima de otras
consideraciones, es un hecho social, puesto que tiene sus causas en gran medida
en las actividades humanas, y porque además son las sociedades globales y
específicas, así como las personas que componen esas sociedades, quienes
finalmente van a sufrir sus consecuencias directa o indirectamente a través del
cambio del medio biogeofísico. Es un hecho social también por razón de que su
solución (o resolución) no puede hacerse por la naturaleza, por el
medioambiente, sino por la sociedad”. (PARDO BUENDÍA 2007: 3)
Cuando hablamos de calentamiento global no observamos por
encima del término. La clase política, en discusiones vagas, pierde los ejes de
un discurso que se cae a pedazos. Y los países, afectados todos por este
efecto, no pueden hacer nada ante la irracionalidad de los líderes que los
representan. Para Donald Trump el efecto invernadero es poco creíble, aunque la
realidad es que sus intereses chocan directamente con la necesidad de
reducirlo. Incluso The New York Times lo ha llamado “el negacionista del cambio
climático”.
A raíz de esto, la ONU realizó un informe mediante el cual
expresa que si no se cambia radicalmente la economía, hacia 2040 existirán
transformaciones sociales sin precedentes como las sequías, los incendios
forestales y las incontrolables inundaciones.
“Nos dice que necesitamos revertir las tendencias de
emisiones y dar un giro súbito a la economía mundial”, dijo Myles Allen, un
climatólogo de la Universidad de Oxford y uno de los autores del informe.
Los cambios climáticos se nos vienen haciendo naturales. No
estamos prestando atención a los intensos llamados de la naturaleza que,
agobiada y desolada, lidera la batalla del bienestar.
“La gobernabilidad medioambiental se refiere en particular a
todo lo tendente a la creación de los marcos y capacidades institucionales
necesarios para asegurar los bienes públicos medioambientales y la equidad en
el acceso intra e intergeneracional a los mismos, así como a la prevención y
manejo de las crisis y situaciones de conflicto. Precisamente, una de las
posibles consecuencias del cambio climático es la ya visible tendencia a la
privatización de los bienes comunes (el aire por ejemplo). La gobernabilidad es
una de las esferas claves de prevención y adaptación de las sociedades al
cambio climático, que aún requiere un desarrollo teórico y práctico en el
análisis de impacto social”. (PARDO BUENDÍA 2007: 12)
Socialmente hablando, aquellos que viven en la marginalidad
(continentes como el África o regiones de América central y del sur) presentan
altos índices de pobreza y desamparo. Son olvidados en los proyectos políticos
y desoídos en los reclamos. Aquel que pasa tan a diario por el Riachuelo,
contaminado y oscuro, puede reparar en su olor, pero no en su verdadero
desamparo. El de su gente. Aquel que debe bañarse en sus aguas y vivir a su margen.
Cuesta entender entonces la naturalidad de los individuos, de los diarios, de
las revistas, de los periodistas, etc. Cuando hablan con tanto despojo del
cambio socio – ambiental. Es tiempo de preocuparse y la tarea empieza en casa. Nos
hicimos habitués de un desorden ambiental que, estoy seguro, no todos queremos.
Se trata de convivir con nuestro ambiente, de mejorarlo y de promover
conciencia para que la armonía en la tierra sea realidad.
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