A través de este texto, realizo una explicación sobre el libro "cien años de soledad" de Gabriel García Márquez basado en su discurso de 1982 mientras recibía el premio Nobel de literatura. Para entender un poco más cuál es el nudo de la soledad americana. Espero que les guste.
Cien años de soledad.
“Muchos años después, frente al pelotón
de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde
remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” (García Márquez 2015: 3)
Repentinamente, como si los cielos se alinearan
con la tierra, resurgió en mi cabeza la vieja idea de recrear brevemente la
historia de Macondo. No desde su realidad, pero sí desde su condición de
elemento irrefutable de la huella de Latino América.
El libro escrito por Gabriel García
Márquez narra con cierto irrealismo, pero con la suficiente dosis de veracidad,
los acontecimientos más imperfectos, increíbles y mágicos de nuestra América
como nadie lo había hecho hasta entonces.
Para el momento en que al autor, premio
Nobel de literatura 1982, había esbozado sus páginas y publicado sin un centavo
el libro en una editorial de Buenos Aires, los sucesos se daban casi por
defecto y desafecto en nuestro territorio americano.
Las grandes potencias dominantes
ejercían un poder inconmensurable, mientras que la Cuba de Fidel Castro
solidificaba su movimiento rechazando incursiones externas y con un Castro
erigiéndose como el promotor de los grandes movimientos anti imperialistas.
En la Buenos Aires de ese entonces, el
golpe dado al gobierno de Arturo Ilia resaltó la endeblez con la que el sistema
democrático se venía presentando desde los inmemoriales.
En el contexto de la publicación del
libro, Gabo se encontraba ante un mundo definitivamente individualista, en
donde la guerra de Vietnam se convertía en una guerra ideológica a la vez que
perdida para Estados Unidos.
Pero no es el contexto de “Gabo” lo que
nos preocupa. Sino el contexto de una guerra probablemente mucho peor. La guerra
contra la soledad, esa que despoja de los libros toda información posible y
extravía los paraderos más imprescindibles.
La soledad toma las riendas del libro.
Se transforma en un eje con gran necesidad de visitar y un remedio conformista
que no permite pensar. Los personajes, sucintos a los ciclos de la vida,
desarrollan sus sensaciones de muerte constante incluso en detrimento de sus
propios progresos.
Así da inicio este trabajo, en donde
Macondo (esa Ciudad irreal o no) se transforma en el escenario de un teatro
repleto de personas que alguna vez trataron de esbozar el resultado final de
sus páginas.
La familia Buendía
La familia de los José Arcadios, los
Aureliano y las Úrsula y Rebecas de errantes pasos, fueron el condimento
perfecto que García Márquez utilizó para darle vida al libro.
A pesar de esto, fue la figura de Úrsula
Iguarán la que marcó a paso agigantado el ritmo del libro, siendo la esposa de
José Arcadio Buendía, fundador de Macondo y de la familia del ilustre apellido.
Úrsula, cuenta el propio autor, vivió
aproximadamente ciento veintidós años y convergió con las subsiguientes
generaciones imprimiéndoles el sabor del apellido y los sueños rotos de su
linaje.
Dentro del texto, Úrsula fue catalogada
como la verdadera reina ante la impávida mirada de sus jóvenes tataranietas.
La figura femenina no solamente queda representada
bajo su estampa, sino que también queda abocada al sostenimiento de su familia
como el pilar fundamental de toda hora y todo lugar.
Úrsula no tenía miedo de enfrentarse a
militares deshonrosos ni a forasteros insolentes. Ni siquiera temía enfrentarse
a sus propios hijos. Tan capaz de amar como de encadenar a su esposo José
Arcadio en un tronco a la intemperie.
Por tal motivo, si algo podemos enfocar
de Úrsula, es la figura de una mujer con amplio bagaje social. Sentenciada a
los caminos de la locura a los que sin embargo pudo esquivar.
Úrsula Iguarán es la figura de la
feminidad del libro, en donde podemos representarla en un aula mediante un
movimiento feminista que a través de los tiempos debió de sufrir las desconsideraciones
de las Instituciones de cada país.
Por el contrario, Úrsula solo era ella,
sin acompañamientos ni figuras trascendentales. Solo ella como símbolo
inequívoco del paso del tiempo.
José Arcadio Buen Día.
La figura del fundador de Macondo ya lo
propone a José Arcadio como el gran símbolo de su época. Más allá de esto, es
justo aclarar que la llegada de Melquíades y los gitanos lo insertan de lleno
en un conjunto de actividades con tendencia al progreso.
Obnubilado, persistente y voraz, José
Arcadio veía pasar las horas de su vida haciendo alquimia o tratando de
inventar piezas que le sirvieran para el progreso.
Su alma emprendedora se contrapone con
los graves inconvenientes que le producen los fantasmas de su pasado. Por tal
motivo se encuentra en cierto momento de su vida abandonado a la ira y
supeditado a los designios de su vejez.
En él se representa claramente el
derrumbe de aquellos individuos que ante el avance del liberalismo comenzaron a
perder su felicidad, sus ideales y sus proyectos.
Aureliano Buendía
Es quizás la figura más emparentada a
los movimientos de América y, no por cualquier cosa, el libro comienza con su
nombre.
Un hombre común transformado en coronel
y luchador de causas perdidas por las que además pierde a todos sus hijos y que
de buenas a primeras decide salir a luchar.
Macondo funcionó durante esos tiempos
como una trinchera de vidas inconclusas y de muertes violentas a causa de las
sucesivas guerras. La muerte no era para él sino el símbolo de una lucha que no
tenía sentido.
A través de la muerte de su esposa
Remedios, su vida da un vuelco y su soledad lo obliga a pelear por algo que
apenas conoce. El único ideal que lo conmueve es el de no morir de amor.
Las arrugas de Latino América quedan
resumidas en él. En sus avances mortales y en sus retrocesos. En su lucha
armada y es su descanso también.
Rebeca y Amaranta Buendía
Las dos hermanas (la primera adoptada y
llegada de quién sabe dónde) logran desarrollar a través de la novela, un
sinfín de insatisfacciones mutuas.
Ambas indican la visión de la época y el
paso del tiempo. La felicidad del cuerpo y la decrepitud. La consideración de
todo aquello que debía ser considerado como una moral de la mujer. Cocinar,
lavar, planchar, coser y bordar, aprender a bailar.
Los desamores de una para con la otra
proponen un eje en la escritura en dónde nunca se sabe cómo habrá de terminar.
Los años de soledad de estas dos
mujeres, son la consecuencia de no pensarse a la una como la otra como parte de
una misma necesidad de progreso. Y en cierto modo, América y su falta de
regionalización y unión, las envidias paralizantes entre países y los ideales
corruptos y deformados de la realidad, provocan una lucha constante por no
envejecer, por no desfallecer y por no morir en soledad.
La Historia
Así queda a la vista el tronco de la
novela, en dónde todo comenzó. Las generaciones de Buendía embellecen
simplemente las historias dramáticas y provocativas de nuestra América.
Se ha dicho que es un relato “mágico y
lleno de metáforas”. Pero el mismo autor, en su discurso durante la entrega del
premio Nobel de Literatura de 1982, ha sido claro al respecto, ejemplificando
cada una de las extrañezas y locuras que se han dado a lo largo y a lo ancho
del continente, desde nuestros nativos hasta las últimas dictaduras militares
que acabaron por ser un etnocidio y una depravación.
En la narrativa, García Márquez utiliza
al pueblo de Macondo (su Aracataca natal) como un lugar ficticio y explica los
cambios de América, desde su arcaísmo hasta su progreso final con la llegada
del ferrocarril.
A la vez no pasa por alto la figura de
la violencia, la dictadura y la corrupción de forma sutil tanto como de manera
metafórica. (Eso no lo resta de ninguna forma veracidad al texto).
El argumento cuenta los sueños
postergados de una familia condenada a vivir en una ilusión constante y en un intento
de consenso incansable entre sus mismos miembros que, al cabo de los años,
seguirá provocando más desavenencias de lo esperado, tanto al pasado como hacia
el futuro.
¿Por qué en América?
La región, desde la llegada de los
españoles, siempre fue una visión positiva para las formas de progreso de
potencias extranjeras necesitadas de expansiones constantes. La apertura hacia
el nuevo mundo produjo una ilimitada expansión para ellos y la pérdida del
mismo un inevitable retroceso que los obligó a buscar nuevas formas de
incursión (dictaduras, neoliberalismo, opresiones económicas y desigualdad).
América (o Macondo) evolucionó tanto
como involucionó. Sus actividades de progreso estuvieron siempre involucradas a
procesos mucho mayores ante la vista de los grandes imperios. Y en ese tenor,
es indudable que a Macondo le ocurriera lo mismo.
De ser un pueblo olvidado incluso por el
olvido mismo, a estar específicamente ligado a procesos de revoluciones,
contrarrevoluciones y dictaduras permanentes, sin olvidar corrupciones
oligárquicas.
La llegada al mar y el dominio del mismo,
una búsqueda de los fundadores de Macondo, fue incluso la perdición del mismo
pueblo. De buscar el lugar adecuado para fundar una aldea, se transformó en el
lugar dominado por todos. Por un gobierno y por las fuerzas de la naturaleza.
Sostenidamente podemos decir que América
quedó presa de sí misma, quizás por no animarse a producir individual y
progresivamente su propio capital. Aquellas dominaciones coloniales se
extendieron hasta nuestros días, uniformemente y en silencio y con un discurso
de mismos objetivos. Mientras que los movimientos no alineados a dichas formas,
se contentaron con batallas internas que no lograron uniformarse detrás de un
mismo sentido social.
Solamente la Revolución cubana de Fidel
Castro y Ernesto Guevara en 1959 pudo tomar el poder en una sociedad de
violencia, apropiarlo y tejer las alianzas necesarias para sostenerlo en el
tiempo. Incluso hoy continúa siendo la piedra angular de todo proceso americano
que se digne de luchar en contra del sistema.
En otros casos, como Allende o la
Revolución Sandinista de Nicaragua, no pudieron canalizar el poder otorgado por
el pueblo y, en consecuencia, no pudieron lograr ni la perpetuidad o los
objetivos a los que había llegado Fidel Castro. Por otro lado, el Partido
Comunista boliviano tampoco reaccionó de la forma esperada ante la presencia de
“che” Guevara en su país.
Cada intento por mejorar las condiciones
político - sociales de América, necesitó de ciertos procesos por la vía
democrática o bien del consenso que chocaban con los intereses de potencias
externas. En ese sentido, la utilización de la violencia en equilibrio con la
diplomacia y la negociación hicieron de Fidel Castro el caso atípico del
territorio.
Por otro lado, cada intento de reforma
agraria fue, en la búsqueda de un reparto igualitario entre los individuos más
necesitados, la omisión de los mismos. A veces negando un real reparto de
tierras y otras realizándolo pero con algunas contradicciones en favor de los
terratenientes.
La soledad de América, como dice García
Márquez, no es solamente la metáfora de un buen libro sino la sucesión de hechos
que complejizaron sus políticas de desarrollo.
La llegada del ferrocarril, como esa
tecnología capaz de comunicar, unificar y sostener territorios, fue para Macondo
lo directamente proporcional a América: un signo de evolución pero también de
corrupción mediante la cual las oligarquías imperantes y las potencias
dominantes se quedaron con aquella ilusión.
De aquí que José Arcadio Buendía fuera
tan reacio al movimiento social de su pueblo y tan necesariamente analfabeto de
los mundos ajenos.
Su propia evolución en el laboratorio de
alquimia era la necesaria para Macondo, pues no estaba infectada con el desequilibrio
del capital.
Si bien el libro centra su atención en
un curioso desentendimiento (casi analfabeto de José Arcadio) queda
sensiblemente expuesto que tanto él como muchos sabían que por fuera de La
Ciénaga podía existir un mundo.
¿De dónde venían los gitanos del
progreso con Melquíades a la cabeza? ¿Hacia dónde iban los árabes en busca de
sus mercancías para comerciar?
Con los tiempos en plena emergencia
social, las oligarquías y los ejércitos dominantes provocando evidentes crisis,
Macondo no era a la vista del forastero una tierra más. Era un mundo en sí
mismo. Una develación a desentramar y un conjunto de personas enrarecidas por
la soledad.
No es cualquier descripción ni una mera
coincidencia. Es exactamente la mirada de las grandes potencias a cerca de
nuestra América, la que provoca que “Cien años de soledad” no sea solo la
literatura de un Nobel, sino la intensa capacidad de enarbolar ideales y
provocar reacciones necesarias para una reacción en masa.
Conclusión
La elección de este libro “Cien años de
soledad” de Gabriel García Márquez, no fue adrede ni por el azar de una simple
lista.
Había elegido el libro en mi salida de
la adolescencia, pero inevitablemente la lectura de nuevos textos, el avance de
las tecnologías y la cantidad de información y documentos circulantes,
provocarían otro tipo de reacciones en mí.
Sintéticamente hablando, me doy por
convencido de que esta fue la primera vez que lo leí. Y el motivo es sencillo.
Gabriel García Márquez no escribió un libro sobre la familia Buendía ni un
texto metafórico y mágico. Escribió la verdadera historia de América. La
historia de su soledad. La razón de su devenir histórico, de su política y de
su sociedad.
Invariablemente los recursos que brinda
el libro, provocan la causa y la consecuencia de la curiosidad. Con su
recorrido histórico (capaz de producir fuentes constantes de desarrollo), con
su sostenimiento narrativo (mediante el cual podemos esbozar una línea de
tiempo desde la colonia hasta mediados del siglo XX) y con un cambio de paradigma
dentro de la literatura (con el que podemos trabajar a base de las ideologías
del autor y el significado de lo que escribe).
García Márquez demostró que la historia
de América era tan importante como la historia del mundo. Tan fatalista como
ella y tan impertinente como para cambiar las cosas.
El grave problema de la soledad y la
desolación se contraponen con movimientos que de alguna forma trataron de
reconstruir los tiempos, aunque el cambio radical que impuso la Revolución
cubana luego de un tiempo en el poder, fue el único que rompió con el innatismo
producto de las oligarquías.
Este libro es una condición necesaria
para el historiador como trabajo de investigación áulica y para acercar la
literatura latinoamericana a los jóvenes.
Siendo un emprendimiento de constante
trabajo, no caben dudas que los medios económicos y de poder se vuelven en
favor de la propagación del mismo.
En ese mundo impensado, la instalación
de proverbios norteamericanos dentro de Macondo (incluyendo individuos) indujo a
pensamientos que contradecían las propias causas del mismo devenir.
“En las condiciones del mundo unipolar,
el imperialismo norteamericano creyó que podría implantar en el subconsciente
un modelo de democracia neoliberal, que garantizara sus intereses sin necesidad
de recurrir a sus métodos tradicionales de injerencia e intervención – como las
invasiones militares, los golpes de Estado, los fraudes, las dictaduras
militares, los asesinatos políticos y otros -, que tanto repudio llegaron a
concitar en la opinión pública estadounidense y mundial”. (Regalado 2007: 202).
Las inversiones del aparato militar y
económico mediante los lazos tendidos entre el imperialismo y el
neoliberalismo, generaron un diálogo entre estos y en contra de la actitud
latina. En este diálogo, el grito americano se fue apagando a través de los
años y las viejas ideas de San Martín, Martí y Bolívar fueron soportando los
embates de la calumnia barata.
Retomadas por Chávez, Kirchner o Lula,
esas ideas debieron de adaptarse a un nuevo contexto de divergencias hacia
afuera. Fue el comienzo de una regionalización. De una convergencia capaz de
hacer del populismo una causa americana y una nueva fuerza capaz de disputarle
el poder a “lo imperial”.
“Después de ejercer la vice presidencia
de los Estados Unidos durante los dos mandatos de Ronald Reagan (1981 – 1989),
al asumir el gobierno el 20 de enero de 1989, George Herbert Bush se coloca en
posición de cosechar los frutos de la política de fuerza de su predecesor”.
(Regalado 2007: 166).
Este uso de la fuerza trató de mostrar
una nueva construcción de la opresión, desde una versión menos chocante que la
instauración de sucesivas dictaduras, sino la búsqueda de una economía con
tendencia al fracaso para las políticas latinas.
Por tal motivo, y con la dependencia de
gobiernos que no cuestionaban demasiado, se fue generando una cantidad de
situaciones que actuaban en conjunto para ver cuál cuajaba mejor en el
desenlace norteamericano.
Los noventas fueron la bisagra de esa
construcción y la provocación a sociedades menos desarrolladas. A grandes
rasgos, ya no fue lo mismo América para el mundo a lo que fue el mundo para
América.
Así como en Macondo, y como asegura
Villaboy (2010: 10), había que transformar las arcaicas políticas sociales de
un país y romper las estructuras que no permitieran un supuesto progreso.
El
apogeo de inmigrantes, los crecimientos edilicios, las mentalidades de la época
y las disputas territoriales (hacia adentro de cada territorio y hacia afuera)
con la consecuente incorporación de capitales extranjeros, fue la contribución
explosiva y determinante de un cambio dentro de la sociedad y de una
estratificación cada vez más hacia arriba.
Sobre
todo, luego de la primera y segunda guerra mundial, la llegada de inmigrantes
provocó grandes cambios en los diferentes países de América. Tal es así que “En
aquellas ciudades donde se produjo la concentración de grupos inmigrantes la
conmoción fue profunda. Muy pronto se advirtió que la presencia de más gente no
constituía solo un fenómeno cuantitativo sino más bien un cambio cualitativo.
Consistió en sustituir una sociedad congregada y compacta por otra escindida,
en la que se contraponían dos mundos.” (ROMERO, 2010: 31)
Ni
Macondo ni su autor lograron escindirse de semejante aparato social. Una
maquinaria difícil de postergar, difícil de comprender y difícil de concluir.
En este
conjunto tan dialéctico entre estructuras antiguas y nuevas, “cien años de
soledad” engloba un mensaje a la vez que un pedido de auxilio. Pero no hacia el
mundo internacional, sino hacia la misma sociedad americana que, en su propio
individualismo y en su extraña soledad, no puede ver más allá de un horizonte
tapado por una sola palabra… PROGRESO.
Bibliografía
-ROMERO, José Luis. Latinoamérica
las ciudades y las ideas. Buenos Aires. Siglo XXI. 1976.
- ANSALDI, Waldo y Verónica Giordano. América Latina. La construcción del Orden.
De la colonia a la disolución de la dominación oligárquica. Ariel. Buenos
Aires. 2012.
-REGALADO, Roberto. América Latina entre siglos. Dominación, crisis, lucha social y
alternativas políticas de la izquierda. Ocean Sur. Ciudad de México. 2006.
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