"Superman es un
antihéroe, pero el Chapulín sí es héroe porque siente miedo y lo supera". Chespirito
Cuántos recuerdos esboza la mente en un abrir y cerrar de
ojos. ¿Será que nos ponemos más maduros o bien que nos volvemos humanoides
nostálgicos por defecto? Aunque más que seguro sea un intento de revivir aquél
lugar en que alguna vez fuimos felices.
Dicen que la máquina del tiempo no existe. Pero algunos
promueven la idea de que pronto llegará el día en que muchos viajarán al pasado.
Sin embargo creo que, de alguna manera misteriosa, todos tenemos la inmensa
capacidad de romper la barrera del sonido y viajar a mundos dispares. Aquellos
en los que aunque sea por unos segundos tuvimos la capacidad de dejar una
huella.
En este preciso instante yo me tele transporto. Aunque
algunos no lo digan y otros lo ignoren, estoy seguro de que el método no puede
fallar. Lo que realmente hace a la falla es ese miedo de regresar al olvido, al
desengaño y a esos instantes en que fuimos felices… Porque (dicen también los
maestros de la desilusión) que “al lugar en el que fuiste feliz, no debieras
tratar de volver”.
Y eso es muy argentino. Muy porteño. De arrabal y tango. Muy
de esos tiempos en que ya nada volverá. Un síndrome de aquella curiosidad que
no nos permite interpelar a nuestro pasado y preguntarle por qué motivo
cambiamos las risas y nos volvemos un sinfín de problemas enraizados en el
stress… Si reír también hace bien, ¿para qué complejizar nuestros propios dilemas
de existencia con causas anti felicidad?
Hoy curiosamente pensaba en algún instante de mi tiempo
terrenal en que yo hubiera sido feliz. Todos los días de la semana, teniendo 8
años, a las 20 horas y mirando la televisión mientras mi papá vagaba por la
casa, mi mamá preparaba la comida y mi hermano se sentaba a mi lado.
(Probablemente la más chica se ponga celosa, pero aún no estaba para ese tipo
de bagaje).
En esas normas delicadas de los convenios familiares en
dónde las individualidades forman el conjunto, me daba cita con la pantalla
chica y me reía con el Chavo del 8 y el Chapulín colorado junto a un séquito de
personajes que se sucedían una y otra vez a través del tiempo.
El humor era otra cosa. Y los valores también. La casa misma
era otra cosa. Porque todavía no habíamos madurado lo suficiente para entender
que un día nos mudaríamos, que creceríamos y que todo cambiaría. Pero que, a
pesar de esto, la inmortalidad televisaba de Roberto Gómez Bolaños nos
acompañaría en nuestro cambio. En nuestros progresos y retrocesos. Para reírse
con nosotros o hacernos reír cuando debíamos de llorar.
Su humor no conoce de humedad ni del paso del tiempo. Está
intacto en la fama de los débiles y en el debate de los ricos. Hace que se replanteen
millones… si vivir en un barril no ha sido el significante de esta sociedad en
la que dichos barriles se multiplican, pero que a pesar de eso no hay ningún
Don Ramón que nos acompañe.
¿Por qué durante toda una vida nos reímos del Chapulín? Si
en realidad el que se escondía tras una doble personalidad era Superman que
defendía los estamentos del capital. Mientras tanto, el pobre y bienhechor Chapulín,
afrontaba su miedo y hacía de su causa una revolución constante.
No mataba. Regeneraba. Dejaba un mensaje. Producía valores y
garantizaba lealtades: la de todos los chicos que nos sentábamos a ver sus
hazañas y sus incorregibles confusiones (para las cuales tengo la teoría de que
simplemente se hacía el tonto para dar más ventaja).
Roberto Gómez Bolaños ha sido para mi generación una risa
inolvidablemente feliz. Y no hemos sido egoístas. Sino que lo hemos recomendado
de generación en generación. Y se hizo masivo y atemporal. Y a pesar de que
héroes del capitalismo se antepongan mediante sistemas de poder, este señor simplemente
hizo algo más grande aún: no disparar un solo tiro y conquistar el mundo a
fuerza de un chipote chillón.
¿Cómo se hace para extrañar a alguien a quién no conocimos
en persona? Simplemente conociéndolo más de lo debido. Es así. Porque todos lo
conocimos sin saber.
Por eso es necesario. Es recomendable. Todos deberían de
hacerse cargo de que pueden viajar en el tiempo y recobrar algo de allí. Las
risas, la música, las navidades o lo que fuera.
Tres años hacen ya desde que partieron todos ellos. (El
chapulín, el chavo, el chómpiras… Chespirito). Un ejército de chapulines cargó
el féretro del súper héroe más temerario de América y del mundo. Un ejército de
súper héroes norteamericanos, apesadumbrados, tristes y perplejos ante la
situación se preguntaban mientras ayudaban a cargarlo… ¿Quién fue Chespirito? ¿Por
qué lo quieren tanto? La respuesta es simple… Un hombre que era “más ágil que
una tortuga... más fuerte que un ratón... más noble que una lechuga y que su escudo
es un corazón”. Para entender eso, todavía deben de luchar un poco más. Allí
radica el heroísmo. Es más que una lucha de poder. Es una lucha del corazón.
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