martes, 28 de noviembre de 2017

Aquellos héroes de mi infancia: “El Chapulín colorado”.


"Superman es un antihéroe, pero el Chapulín sí es héroe porque siente miedo y lo supera".  Chespirito

Cuántos recuerdos esboza la mente en un abrir y cerrar de ojos. ¿Será que nos ponemos más maduros o bien que nos volvemos humanoides nostálgicos por defecto? Aunque más que seguro sea un intento de revivir aquél lugar en que alguna vez fuimos felices.
Dicen que la máquina del tiempo no existe. Pero algunos promueven la idea de que pronto llegará el día en que muchos viajarán al pasado. Sin embargo creo que, de alguna manera misteriosa, todos tenemos la inmensa capacidad de romper la barrera del sonido y viajar a mundos dispares. Aquellos en los que aunque sea por unos segundos tuvimos la capacidad de dejar una huella.
En este preciso instante yo me tele transporto. Aunque algunos no lo digan y otros lo ignoren, estoy seguro de que el método no puede fallar. Lo que realmente hace a la falla es ese miedo de regresar al olvido, al desengaño y a esos instantes en que fuimos felices… Porque (dicen también los maestros de la desilusión) que “al lugar en el que fuiste feliz, no debieras tratar de volver”.
Y eso es muy argentino. Muy porteño. De arrabal y tango. Muy de esos tiempos en que ya nada volverá. Un síndrome de aquella curiosidad que no nos permite interpelar a nuestro pasado y preguntarle por qué motivo cambiamos las risas y nos volvemos un sinfín de problemas enraizados en el stress… Si reír también hace bien, ¿para qué complejizar nuestros propios dilemas de existencia con causas anti felicidad?
Hoy curiosamente pensaba en algún instante de mi tiempo terrenal en que yo hubiera sido feliz. Todos los días de la semana, teniendo 8 años, a las 20 horas y mirando la televisión mientras mi papá vagaba por la casa, mi mamá preparaba la comida y mi hermano se sentaba a mi lado. (Probablemente la más chica se ponga celosa, pero aún no estaba para ese tipo de bagaje).
En esas normas delicadas de los convenios familiares en dónde las individualidades forman el conjunto, me daba cita con la pantalla chica y me reía con el Chavo del 8 y el Chapulín colorado junto a un séquito de personajes que se sucedían una y otra vez a través del tiempo.
El humor era otra cosa. Y los valores también. La casa misma era otra cosa. Porque todavía no habíamos madurado lo suficiente para entender que un día nos mudaríamos, que creceríamos y que todo cambiaría. Pero que, a pesar de esto, la inmortalidad televisaba de Roberto Gómez Bolaños nos acompañaría en nuestro cambio. En nuestros progresos y retrocesos. Para reírse con nosotros o hacernos reír cuando debíamos de llorar.
Su humor no conoce de humedad ni del paso del tiempo. Está intacto en la fama de los débiles y en el debate de los ricos. Hace que se replanteen millones… si vivir en un barril no ha sido el significante de esta sociedad en la que dichos barriles se multiplican, pero que a pesar de eso no hay ningún Don Ramón que nos acompañe.
¿Por qué durante toda una vida nos reímos del Chapulín? Si en realidad el que se escondía tras una doble personalidad era Superman que defendía los estamentos del capital. Mientras tanto, el pobre y bienhechor Chapulín, afrontaba su miedo y hacía de su causa una revolución constante.
No mataba. Regeneraba. Dejaba un mensaje. Producía valores y garantizaba lealtades: la de todos los chicos que nos sentábamos a ver sus hazañas y sus incorregibles confusiones (para las cuales tengo la teoría de que simplemente se hacía el tonto para dar más ventaja).
Roberto Gómez Bolaños ha sido para mi generación una risa inolvidablemente feliz. Y no hemos sido egoístas. Sino que lo hemos recomendado de generación en generación. Y se hizo masivo y atemporal. Y a pesar de que héroes del capitalismo se antepongan mediante sistemas de poder, este señor simplemente hizo algo más grande aún: no disparar un solo tiro y conquistar el mundo a fuerza de un chipote chillón.
¿Cómo se hace para extrañar a alguien a quién no conocimos en persona? Simplemente conociéndolo más de lo debido. Es así. Porque todos lo conocimos sin saber.
Por eso es necesario. Es recomendable. Todos deberían de hacerse cargo de que pueden viajar en el tiempo y recobrar algo de allí. Las risas, la música, las navidades o lo que fuera.

Tres años hacen ya desde que partieron todos ellos. (El chapulín, el chavo, el chómpiras… Chespirito). Un ejército de chapulines cargó el féretro del súper héroe más temerario de América y del mundo. Un ejército de súper héroes norteamericanos, apesadumbrados, tristes y perplejos ante la situación se preguntaban mientras ayudaban a cargarlo… ¿Quién fue Chespirito? ¿Por qué lo quieren tanto? La respuesta es simple… Un hombre que era “más ágil que una tortuga... más fuerte que un ratón... más noble que una lechuga y que su escudo es un corazón”. Para entender eso, todavía deben de luchar un poco más. Allí radica el heroísmo. Es más que una lucha de poder. Es una lucha del corazón. 





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