“… Por populismo no
entendemos un tipo de movimiento – identificable con un base social especial o
con una determinada orientación ideológica -, sino una lógica política” (Laclau
2005: 150)
Hace algunos meses me preguntaron en la última charla que di
sobre el tema, si el populismo no podía afrontar el contexto internacional como
un nuevo frente de reacción, autónomo y consistente.
Si bien la esencia del trabajo (inserto en este blog)
apuntaba a un análisis más teórico de la cuestión, decanta claramente la idea
de que un “populismo” ampliamente diversificado por los medios, puede responder
a una necesidad social americana que, en su conjunto y orden de prioridades,
puede uniformarse bajo ese concepto. Es decir, ese ataque sistemático al término,
restándole valor, promueve un nuevo interés dentro de la región.
Es muy complejo definir en pocos renglones todo el trabajo
anterior en donde abarqué el tema, pero sí se puede realizar un concepto del
mismo para proseguir con lo comenzado.
El populismo, mal cosificado y objetivado por los medios de
comunicación y las derechas del mundo entre otros, es un concepto difuso que no
puede atribuirse a un movimiento en sí (ni comunista, ni capitalista) sino que
puede pertenecer tanto a un lado de la corriente ideológica como al otro. Sí
Hugo Chávez es populista y Ronald Reagan también… ¿A qué responde el término “populismo”?.
Y es justamente aquí en donde radica lo difuso pues ambos entregaron (salvando
las distancias y los juicios de valor) algo que sus sociedades necesitaban.
Una de las cosas esbozadas en esas charlas en general y en
el trabajo en particular, fue que el gran problema de ese carácter aleatorio y
menospreciado que se le otorga al término es justamente que nadie se hace cargo
de él. Ni los actores de las derechas, ni los latinoamericanos. Los primeros
porque lo consideran la causa de todos los males y los segundos porque se
sienten insultados. Pero ¿Qué tiene de malo ser populista?
En su concepción más amplia, el populismo, a través de
liderazgos carismáticos, del estudio de las necesidades político – sociales de
una Nación y de la re construcción de un significante vacío, propone un
objetivo claro: cambiar ciertos paradigmas que promueven mayor igualdad dentro
de una sociedad a sabiendas de su propia consideración.
Debido a esto, muchos grupos económicos y actores de la
política que desatienden las necesidades básicas de lo que consideran las “clases
populares”, revierten el término y lo encasillan en ese lugar. Sin embargo,
justo es decirlo, muchos de ellos realizan un populismo a la inversa,
intentando rellenar desde lo discursivo – publicitario los ánimos alterados por
la nueva visión de la sociedad que entrega el “populismo criticado”. Es decir,
una probable igualdad social.
Aquellas personas que montadas en el aparato diario de la
simple lectura, o bien caracterizados por un ordenamiento social que no quieren
alterar, se vuelven cada vez más individualistas. Más cerradas a un esquema que
no permite la liberación del uno pensando en el otro.
A tales efectos, hablar de “populismo” se vuelve una virtud
para algunos y una consecuencia para el resto.
Es indispensable, a mi juicio intempestivo si se quiere,
hacernos cargo de lo que nos corresponde. Vivimos en una sociedad que
evoluciona día a día. La globalización tecnológica reproduce segundo a segundo
lo que pensamos, decimos y actuamos. En esa medida, los líderes
latinoamericanos considerados “populistas” deberían de tomar una apropiación
del término y volcarlo a una unidad regional que promueva la valentía de la expresión,
la trasgresión del sistema y el intercambio de posiciones entre los que se
valoran a sí mismos por no ser populistas y los que no lo hacen.
Si bien la teoría de mis trabajos sobre el tema intentan
dilucidar un poco más el término y no el encasillamiento del mismo, lanzo la
siguiente propuesta final: “que para que una Latinoamérica unida y de profundas
ideologías propias sea una unidad que produzca el definitivo cambio del
sistema, habría que tomar el término y utilizarlo como bandera en favor de los oprimidos
por el capital, las empresas y, sobre todo, de nuestra propia ambigüedad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario