martes, 2 de abril de 2019

LA INCIDENCIA NACIONALISTA EN LA GUERRA DE MALVINAS


Soldados argentinos desembarcan en Malvinas  (NA)

La construcción de Malvinas.

Cuando uno repasa en su mente los distintos factores que alteraron el orden de una Argentina en dictadura, durante el período 1976/1983, es inevitable pensar en Malvinas como una de esas causas inexplicables.
A raíz de esto, resulta cada vez más interesante reparar en las fotos históricas de dos momentos: el primero de ellos en aquel dos de abril de 1982, cuando Galtieri recorría el balcón ante una multitud vehemente. Y el segundo, cuando esa misma vehemencia se transformara (tan solo dos meses después y con la pérdida del archipiélago) en un pedido enardecido de renuncia, en favor de la Democracia.
A partir de aquí, me propongo analizar la incidencia nacionalista sobre una sociedad imprevisible, que llevó indudablemente al final de la dictadura militar en Argentina.

Introducción

La construcción de un nacionalismo conlleva un tiempo vasto y profundo. En ese lapso, la identidad nacionalista debe ser alimentada constantemente con el fin de producir un acercamiento entre las relaciones de poder y el pueblo para afianzar ciertas figuras y engendrar la reciprocidad necesaria para sostenerse en el abanico de cargos. Sin embargo, tal construcción no puede encaminarse si no se entrega algo a cambio. Con esto me refiero a actos discursivos en base a problemáticas dispares, a un mundial de fútbol, una autopista, una crisis económica o bien un factor externo que promueva grandes conflictos. De aquí surge una tendencia a excitar a grandes masas de individuos a través de falsas expectativas que conlleven a una guerra.
La figura “Malvinas” fue (y es hoy en día) la causa Nacional mediante la cual se pretende la unidad de toda una sociedad enfrentada. Bajo el período de 1982 y 1983, bajo la figura de un inpronosticable dictador, Galtieri pretendía desde tiempos anteriores perpetuar su poder legitimándolo democráticamente y bajo el ala de una guerra con entusiasmos comparables a un mundial de fútbol.  
En ese sentido, la búsqueda desesperada de un sentimiento de cariño masivo y uniforme hacia el presidente de facto, no reparó en el contexto político – social del momento y olvidó una de las grandes premisas: la edificación de un consenso popular anterior.
Por algunas razones consecuentes de pensamientos subjetivos sobre los hechos tan abordados desde distintos ámbitos (cine, televisión, diarios y revistas, libros, etc.), como lo es la “Guerra de Malvinas”, me propuse la empresa de comenzar mi escritura desde cierta raíz que objetivase la formulación de mi trabajo.

La utilización de la bibliografía

En ese contexto, la bibliografía analizada deberá funcionar tanto para mí como para el lector, como una cronología de análisis para llegar a conclusiones diversas, pero que en cualquier caso cumplan con la meta esperada: ¿Cómo surge ese breve y extraño nacionalismo desde 1982?
Desde ese lugar, es justo aclarar que mi análisis parte del libro de Eric Hobsbawm “Naciones y nacionalismo desde 1780” en donde el autor imprime cinco conferencias mediante las cuales aborda el concepto de Nación impregnado indefectiblemente por la construcción del “nacionalismo” y en donde además intenta fundamentar el último término desde un abordaje bibliográfico profundo, contraponiendo autores y definiciones.  
A Hobsbawn le sumo el artículo de Rosana Guber, en donde la autora analiza críticamente en su libro “¿Nacionalismo y autoritarismo? Algunas lecciones de la experiencia de Malvinas” el supuesto de un nacionalismo arraigado en el autoritarismo, a la vez pensado este para conseguir la legitimidad Nacional en base a la Guerra de Malvinas.
Por otro lado, Vicente Palermo con su libro “Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea” invita al análisis no solamente de una relación archipiélago – Nación, sino también de nuestro nacionalismo en base a sentimientos, valores, experiencias e ideales, llevando el análisis a una búsqueda mucho más amplia de causas y consecuencias.
En ese contexto, desde un lugar más filosófico y político – crítico, León Rozitchner inicia una racionalización del individuo argentino, exponiendo aquellas voluntades que, según el autor, lleva a la sociedad nacional a querer borrar de su imaginario su directa participación en la causa “Malvinas”.
Como fuente documental en línea transversal con lo analizado, el libro “Malvinas. La trama secreta” sirve a este trabajo como apoyo de fuentes desclasificadas y opiniones de la época a cerca de todos los entreveros, idas y vueltas entre Argentina, Inglaterra y Estados Unidos principalmente y de la débil y momentánea relación exitista dictadura – pueblo.
Como para acompañar este trabajo, la visualización general de los diarios de mayor tiraje de la época, me pusieron en perspectiva en cuanto a la influencia de los medios hegemónicos y la naturalización del silencio como método disonante de la circulación de la realidad.
De esta forma, el recorrido bibliográfico asienta la búsqueda, profundizando aún más el interrogante nacionalista de ese breve período (más no olvidable) de la Historia de nuestro país.

Análisis del nacionalismo como concepto

La búsqueda del concepto “nacionalismo”

Partir de la acérrima búsqueda del término “nacionalismo” requiere, en menor medida, la búsqueda de sus raíces proporcionada por teóricos que persigan una marca registrada académicamente hablando.
Tal es así que, pensando en Hobsbawn como tal, infiero en que hablar de nacionalismo debe recorrer ciertas caracterizaciones inconfundibles que van más allá de la proporción de un Estado.
Desde ese lugar la causa Malvinas se vuelve un objeto de estudio con significantes establecidos y sin vacíos intermedios que produzcan grises en su construcción.
Así, para hablar de nacionalismo “Yo recalcaría el elemento de artefacto, invención e ingeniería social que interviene en la construcción de naciones. «Las naciones como medio natural, otorgado por Dios, de clasificar a los hombres, como inherente destino político, son un mito; el nacionalismo, que a veces toma culturas que ya existen y las transforma en naciones, a veces las inventa, y a menudo las destruye: eso es realidad». En pocas palabras, a efectos de análisis, el nacionalismo antecede a las naciones. Las naciones no construyen estados y nacionalismos, sino que ocurre al revés.”. [1]
De esta manera, hablar de nacionalismo implica elaborar una profundidad mucho más efectiva y construida, a la vez que constituida, por una diversidad de características importantes: la identidad de las tradiciones culturales, del idioma, del símbolo y del consecuente posicionamiento político, económico y social sin olvidar el progreso íntimamente ligado al avance tecnológico.
A la vez, y de la mano de lo anterior, el autor toma las mentalidades de los individuos como una fortaleza necesaria para que el nacionalismo construya la fuerza de las naciones, entendiendo que una Nación que piensa desde arriba sin tener en cuenta la obviedad de no conocer el pensamiento (siquiera de sus más leales ciudadanos), provoca un error de construcción. Y desde dicha visión, tratar de descifrar los códigos de una mentalidad se vuelve imperceptible ante la figura de una sociedad – Estado.
Desde ese contexto, y en el marco de la dificultad de comprender la figura de “lo nacional” y quien lo representa, podemos entender que nos encontremos ante períodos de breve durabilidad en cuanto a la relación nacionalismo – Nación. Entender la perdurabilidad en el tiempo (como de repente pueda ser la Nación peronista o la patria radical) implica una innovación en la movilidad de la sociedad, un nuevo paradigma que permita un cambio en la Historia y la intensidad política de aquellos que son visualizados como líderes indiscutibles de un período en el tiempo.
Desde esta forma de pensamiento, se puede promover la inquietud de que las masas populares quedan ajenas a las construcciones que no respondan a un proceso en el tiempo, puesto que ya en dicha conformación de una figura “nacional” la integración de regiones más alejadas y abandonadas, hace que la uniformidad de un país no sea posible. Cabe preguntarse entonces ¿Cómo se entiende la “conciencia nacional”?.
Para la construcción de la pregunta anterior, la mirada se vuelve hacia todos aquellos que se transforman en el sostén de un país: los trabajadores, los sirvientes, los campesinos, los empleados en negro, etc. son de alguna manera quienes interfieren con la generación de una cultura homogénea. Los movimientos políticos, de pensamientos ideológicos y consistentes, se vuelven huesos duros de roer para la cooptación de un gobierno. Y en tal medida, los inmigrantes, alejados de procesos electorales pero que también conforman parte de la Nación, generan una mezcla de la cual el “olvido” forma parte de la divagación de la sociedad en sí.
 Es justo aclarar también, y antes de continuar, que todo aquello que se relaciona con la Patria establece un parámetro de similitud a lo estrictamente relacionado con la tierra, ciudad o territorio. En tal caso englobar el término “patria nacionalista” se vuelve difuso y promovido a la fuerza, ya que cuando uno habla de Patria, podría estar hablando también de Buenos Aires, Córdoba o Jujuy y no necesariamente responder a los ideales del conjunto territorial que conforman la Nación, pues en tal medida… ¿Quién sería el representante exclusivo del “ser argentino”? ¿No se consideró acaso el mismo “che” Guevara un patriota de todo aquel lugar en que hiciera falta la Revolución? Desde ese punto de vista, sería injusto hablar de la Patria en nombre de todos los individuos de la sociedad.
En tal medida, la palabra Nación (de derivaciones indígenas y diseminadas en el tiempo) realiza justamente el mismo ejercicio que la Patria: hablar de una Nación implica hablar de otras naciones dentro de una misma (Nación china, Nación judía, Nación de comerciantes extranjeros).
“Sea cual sea el significado «propio y original», o como quiera llamarse, de «nación», está claro que el término sigue siendo muy diferente de su sentido moderno. Así pues, sin adentramos más en el asunto, podemos aceptar que en su sentido moderno y básicamente político el concepto nación es muy joven desde el punto de vista histórico”. [2]
Desde ese lugar, la propuesta de entender al nacionalismo como sostén nacional, pierde el fundamento empírico y propone iniciar una búsqueda en las inmediaciones del término a fin de encontrar y poner en tensión sus raíces de acuerdo al concepto de Nación. Desde este sustento, la Nación no es la uniformidad lingüística y mucho menos la étnica, ya que esta última genera una nueva construcción del conjunto de una sociedad.
Es de esta forma la etnia un causal de separación entre movimientos sociales nacionalistas que las utilizan en todo caso como la contra publicidad de la relación Nación – Individuo y, por consiguiente, es la influencia negativa para el orgullo nacional. Todos son iguales ante la inclusión, muta en un grupo de diferentes pensamientos y necesidades que, sin embargo, genera más disrupción.
En un sentimiento cimentado en lo proto nacional (la búsqueda de símbolos, la idealización de un soberano, la religión, el idioma) se promueve un nacionalismo incipiente que deberá ser sostenido adecuadamente por el proceso emergente. Sin embargo, como contra punto, la negativa construcción de aquellos conceptos puede provocar procesos de violencia que desemboquen en debilidad estatal y societaria. Si lo proto nacional era lo previo a lo nacional, no significaba esto que el primero fundara al segundo, sino todo lo contrario.
Por otro lado, cuando uno habla de Estado Nacional, de Nación, de país o de territorio, supone subjetivamente que se trata de un pensamiento único, de una sola tradición y de una sola nacionalidad. Pero ese es uno de los primeros errores en que inquieren ciertos gobernantes a la hora de plantear un proyecto: Así como Bolívar decía que las bases de su primera República habían fallado porque no se había tenido en cuenta la realidad política, económica y social además de las limitaciones de Venezuela, podemos decir que los fracasos más estrepitosos de ciertos gobernantes tienen que ver con la misma cuestión. No pensar en la multiperspectividad de ideas ni en la multiculturalidad de los Estados modernos. Como tal, la escasa llegada a los estratos medios y bajos de la sociedad pueden pronunciarse en contra de los edictos administrativos y provocar cataclismos en la línea de continuidad de procesos que, si bien no uniforman lo “nacional”, deben garantizar estabilidad. Creer desde ese punto que un nacionalismo puede ser elaborado en base a un hecho o consecuencia y que tal puede perdurar en los años subsiguientes confiere un error de datos garrafal. Cuando se habla de “las necesidades del pueblo” se habla de generalidad y no de racionalidad.
Cierto es también que la producción de inventos tecnológicos que distan desde los siglos XVIII y XIX, la globalización e internet produjeron un cambio en la forma de comunicar ideas, de liberar pensamientos y de producir contenido. Pero al contrario de los resultados esperados a simple vista, no se obtuvo la apertura esperada sino más bien el detalle de que se debe cuidar enfáticamente lo que se lee y se escucha sobre diversos procesos de gobiernos y acciones. Ni la alfabetización del inmigrante cumplió con la homogeneización nacionalista buscada. ¿Por qué triunfarían otros proyectos mucho más cortos?
En efecto, con la modernización del nacionalismo, la propuesta era un Estado, una Nación con la oferta de que el nacionalismo fuera la garantía de la captación de más estados, más naciones. Pero denodadamente, ese proyecto, base o término impuso una nueva visión del mundo al respecto: el nacionalismo provocó grandes promulgaciones de ultra nacionalismos de derecha que actuaran de forma autoritaria y dictatorial, generando una lógica ambigüedad de lo que significa ser “nacional”.
Para eso, el período de entre guerras en el mundo provoca ascensos nacionalistas ligados a formas de gobiernos autárquicos, violentos y anti bolcheviques. Será en todo caso su extensión la que se promueva en el mundo y en nuestro caso en particular: la Argentina, mutando a una persecución de todo aquel que pensaba distinto.
Como dice Hobsbawm a grandes rasgos “La consecuencia lógica del intento de crear un continente pulcramente dividido en estados territoriales coherentes, cada uno de ellos habitado por una población homogénea, tanto étnica como lingüísticamente, fue la expulsión en masa o el exterminio de las minorías. Esta era y es la fatal reducción al absurdo del nacionalismo en su versión territorial, aunque no quedó plenamente demostrado hasta el decenio de 1940”. [3]
Este hecho puntualmente, toma el concepto, lo propone en la órbita latinoamericana y lo instala como la fórmula perfecta de uniformar educación y cultura, libre pensamiento y libertad. En tal medida, el no cumplimiento de los objetivos concretos se imponía como un desorden social insoportable.
No obstante, no caben dudas de que lo “diferente”, lo “contrapuesto, lo “distinto” propondrá un viraje en el nacionalismo, del cual la misma izquierda tomará para sí un modo de contrarrestarlo. Ser de izquierda significaba ser libre, pensar distinto y ser anti fascista.
Ante la negativa publicidad, consecuente con los actos realizados para uniformar a la sociedad, los movimientos se volvieron intensos a la vez que densamente proporcionales a un amplio número de individuos en el mundo. Esto generó la respuesta y la posterior colaboración a la caída de gobiernos nacionalistas de derecha, aunque no así el final de su entidad ideológica, devenida a menos pero no acabada.
Como asegura Hobsbawm (y tratando de establecer un criterio de nacionalismo), en la búsqueda del nacionalismo, en esa cultura nacional, se intentan formar identidades de país a las cuales debieran de sumarse las porciones regionales, culturales y políticas como parte del conjunto y en búsqueda de una autonomía territorial que le demuestre al mundo el equilibrio nacional.
No obstante, y dando este panorama de la raíz del nacionalismo y de la esencia misma del pensamiento que despierta por medio de su interpretación más moderna, podemos decir que en nuestro específico caso de Malvinas, la junta militar pensó la sociedad desde un proceso verticalista desde arriba y sin tener en cuenta las necesidades e intereses de los de abajo. Por otro lado, ante la disparidad específica de intereses (de una clase y otra) ese nacionalismo no llega a proponer una homogeneidad productiva y uniforme. En primera medida, no todos estaban de acuerdo y, en ese caso, la situación del económico – social del país no tenía un rumbo fijo.
Por otro lado, los errores de construcción de las ideas, del pasado y de los pensamientos, encontraron una clara resistencia en las izquierdas y comunistas, pero además, en el común de la gente que no participaba activamente de la política y que, a pesar de todo, no tenía trabajo y le costaba cada vez más llegar a fin de mes.
Si hablamos de un pueblo soberano, hasta ese momento ajeno o confuso e incluso enojado con el gobierno militar, ¿de qué forma se puede establecer que la reacción a la guerra de Malvinas pueda ser netamente positiva?
La respuesta a la pregunta se sitúa en que el “proto nacionalismo malvinense” que Galtieri pergeñó para desviar la atención tenía una falencia muy importante: si no se ganaba la guerra, podía generar multitudinarios rechazos.
Desde ese punto de vista, no se hubo de analizar en aquel entonces, cuáles eran realmente las necesidades del pueblo argentino, como sí lo habían hecho sin embargo líderes ultra nacionalistas de derecha en la Europa de las guerras. Así, sostener ese poder, infiere en la prédica de un sostén que pendía de un hilo constantemente. Claramente se ejerció un probable error de construcción que habrá que ver al final de este trabajo si es compatible o no con la situación Malvinas.  
“Finalmente, y como siempre, hay que hacer una advertencia. Sabemos demasiado poco sobre lo que ocurrió, o, para el caso, sobre lo que todavía ocurre en el cerebro de la mayoría de los hombres y las mujeres relativamente incapaces de expresarse, y por este motivo no podemos hablar con confianza de lo que piensan y sienten en relación con las nacionalidades y los estados-nación que reclaman su lealtad”. [4]

El nacionalismo y el autoritarismo en la historia de Malvinas

Mirando hacia la causa Malvinas, pero sin dejar nuestro pasado identitario como individuos de un mismo territorio, no podríamos pasar por alto que en las más de las veces la política argentina se rigió históricamente por el autoritarismo de sus líderes.
No solamente se buscaba un mecanismo de adhesión, sino también un diálogo de clases sociales que permitiera equilibrar un proyecto de país. Desde ese punto de vista, nada ni nadie pudo omitir que a veces el diálogo se tornara unidireccional (hacia una clase en particular) y lineal. Esto generaba, por supuesto, que los engranajes de adhesión necesitaran de otras piezas menos consensuadas.
Rosana Guber argumenta que la causa Malvinas se vuelve un canal mediante el cual el nacionalismo trató de imprimir un significado y una justificación a los individuos de nuestro territorio a modo de hacer olvidar las penas y recuperar las esperanzas.
Este proto nacionalismo con sus cimientos puestos en Malvinas, venía a reconstruir una relación político – social entre individuos que comenzaban a mostrarse contrarios al gobierno militar. Desde ese punto de vista, la elocuente imposición de la “recuperación del archipiélago” se presentaba (quizás falsamente) como un consenso con la sociedad. “Ese consenso provenía de la militarización de la sociedad civil presa de una “patología política y cultural”, esto es, de “cierto tipo de síndrome autoritario, en gran medida inconsciente”” [5]
Como dice Rosana Guber, basar la Nación como símbolo moderno debe responder a una concepción social mucho más importante, en donde la clasificación genera como resultado un símbolo de identidad diversamente promovida. Dentro de ese contexto, Malvinas ocupa en su época el símbolo momentáneo de esa identidad, que serviría en la teoría como puntapié para la reacomodación de la relación Galtieri - Dictadura – Pueblo.
La diversa cantidad de textos escritos a cerca de las Islas Malvinas, desde la época rosista, en adelante, por historiadores de la talla de Groussac o Irazusta, nos muestran un pasado con ciertas dicotomías tendenciosas a la hora de esbozar un contenido objetivo. Algunos, dependiendo del carácter de su ideología, hablaban en favor o en contra de la recuperación de las Islas.
Desde esa visión, la causa fue quedando despojada y gris, pasando al común de la gente como un tema carente de la importancia suficiente. Así las cosas, con el peronismo y durante la presidencia de Illia, la visión general de los argentinos fue tomando otra forma también a base de un hecho puntual que tuviera de protagonistas a jóvenes auto denominados “Revolución argentina” y que ocurriera el 8 de octubre de 1966: “18 jóvenes de entre 18 y 35 años habían desviado un DC-4 de la línea aérea estatal, en vuelo regular a la Patagonia, hacia Port Stanley, la capital malvinense (Así, 8 de octubre, 1966). Los 17 hombres y la mujer que integraban el “Operativo Cóndor”, simpatizantes del nacionalismo de derecha algunos, y del peronismo todos, obligaron al comandante de la nave a aterrizar en la pista de carreras hípicas de Stanley, a la que los comandos bautizaron “Aeropuerto Antonio Rivero”; distribuyeron panfletos explicando la operación, plantaron siete banderas argentinas, re denominaron a Port Stanley “Puerto Rivero”, y fueron rodeados por curiosos e infantes de marina”. [6]
El hecho puntualmente culminaría con los argentinos expulsados y juzgados, ya que las FF. AA. consideraban que eran ellos a quienes les correspondía saldar esas deudas y no a grupos subversivos que actuaran en contra de la ley.
Para 1966 entonces, las Islas Malvinas pertenecían a un pasado de lucha política que ni siquiera estaba enmarcado dentro de la enseñanza escolar. Si bien, para esa altura, ya eran un símbolo de propensas posturas ideológicas que le daban por cierto un valor agregado a su significante.
Ya con Galtieri en el poder y como la cabeza de la tercera junta de gobierno militar, la relación con la sociedad se tornaba indescifrable.
Los principales partidos políticos (UCR, Justicialismo, Demócratas, Intransigente) habían cobrado importancia nuevamente. Ante los desfalcos económicos, el recalentamiento de la economía, la división de Unión Industrial, la crisis educativa por el estancamiento del PBI, la inflación y el clima casi adverso que se había instaurado en la opinión pública, emergían dos cuestiones que se podían leer entre líneas de los diarios más poderosos: que Galtieri no quería abandonar el poder y que estaba dispuesto incluso a dirimirlo en un ámbito democrático.
En ese orden, los diarios de la época reflejaban las reuniones que el líder de la junta mantenía con diversos actores de la política, escuchando reclamos y pedidos de elecciones prontas, quizás como previo paso a su actividad política.
Pero Galtieri sabía que su posición era ampliamente resistida y que, por supuesto, no contaba con ese afecto necesario y resultante del equilibrio de las masas.
Sin embargo, también había que operar en un sentido. No se podía sostener ni la situación social de la Argentina ni se podía imponer la figura de un líder deformado. Por lo tanto, había que operar en un sentido y en un orden. Había que construir lo más pronto posible una figura dominante y había que dotar de cierta publicidad positiva al proceso militar instaurado en marzo de 1976.
Agotado el recurso del mundial de fútbol de 1978, y con una disputa por Malvinas “in crescendo”, la apuesta fue subiendo en una vorágine diaria imparable para líderes de aparentes carencias académicas en cuanto a la construcción del poder y de la sociedad.
A pesar de esto, y con el aparato publicitario a su favor, Galtieri se proponía a la vista de todos como la única opción potable para terminar con un conflicto que databa de años sin resoluciones.
Así, los titulares de los diarios se volvían cada vez más grandes y llamativos. El nombre Malvinas pasó de un pequeño recuadro a un encabezado diariamente ocupado. El mecanismo funcionaba de la siguiente forma: nunca se habló de proceso militar, sino de un gobierno y un presidente. No había otra definición para la causa Malvinas que no fuera la de “usurpadores” y “usurpados”, que el gobierno británico no dejaba otra posibilidad a la Argentina que la de recuperar las Islas y que deliberadamente el gobierno argentino contaba con el consenso de grandes aliados como Estados Unidos. Nada de esto hubiera servido si, en la medida de las posibilidades, la entidad de “lo nacional” no hubiera acompañado la cuestión. En tal sentido, la prohibición de música inglesa, la nueva visualización de los símbolos patrios y los colores, las publicidades del “buen argentino” incluyendo a grandes personalidades del ambiente artístico y la participación de ciertos sectores de los partidos políticos promovieron una escalada más productiva.
En esa operación se trataba de demostrar que las Islas Malvinas respondían a un sentimiento único y acabado de nuestra identidad como argentinos. Además, se le dio a la causa la connotación de un robo perpetuado por uno de los militarismos más grandes del mundo. Pero por sobre todo se jugó con la posibilidad de que Argentina contaba entre sus individuos con personas de amplias capacidades de estrategia militar.
De esta forma, el 2 de abril de 1982, la multitud de personas mancomunadas en la Plaza de mayo escuchó a Galtieri esbozar su famosa frase “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla” en su anuncio de desembarco del ejército argentino en las Islas.
“La situación del gobierno militar había dado una vuelta de campana. Del aislamiento casi absoluto en que se encontraba a fines de marzo, saltó a un diálogo fluido con los políticos, a los que solía denostar en 1976.
Ese acortamiento de distancias dejó a mano una posibilidad inédita: trabajar con los dirigentes de los partidos para que estos se convirtieran en portavoces de la legitimidad de la acción argentina en las Malvinas ante la comunidad internacional, que había reaccionado duramente frente al desembarco” [7]
Teniendo en cuenta que el 30 de marzo (dos días antes del discurso de Galtieri) se había producido una masiva movilización que pedía “pan y trabajo” y que había sido respondida con una feroz represión, no se entendía el viraje que se había dado entre un clima y otro.
Los mismo policía que habían reprimido la movilización, estaban en la misma plaza, sonrientes y bondadosos con la misma sociedad reprimida.
Este caso puntual y particular, muestra a las claras la desesperada búsqueda de la junta militar de poner en marcha un plan que despertaría dos diálogos de grandeza: el de la figura de Galtieri y el de la sociedad que lo conflictuaba.
“El ingreso a la arena pública de la sociedad civil argentina y extranjera residente en el país fue masivo, arrasador y entusiasta. La fuerza de la reivindicación se expresaba en distintas formas e intensidades. Donaciones de dinero, metales preciosos, productos elaborados y envasados, trabajo no remunerado y sangre (Guber 2001/2012). Unos escribían cartas al exterior para justificar la medida argentina; otros marchaban por las calles céntricas de cada localidad al son de bocinas y el blandir de banderitas argentinas; los escolares escribían cartas a los soldados y los extranjeros se proclamaban pro-malvineros”. [8]
A modo de nota al pie, debemos corresponder que si bien la causa Malvinas se reivindicaba en el común de los individuos, aún no se escuchaba una reivindicación del proceso militar.
Como asegura Guber, cien años de reivindicación del archipiélago quedaron sesgados ante la desvalida embestida argentina de 1982, dejando obsoletos todo tipo de reclamos. Ahora, para el pueblo, para la política, para el individuo no quedaba otra opción que recuperar Malvinas. En ese contexto, las madres de Plaza de mayo esbozaban “las Malvinas son argentinas y los desaparecidos también.
De esta forma el contexto internacional no olvidaba que la situación en Argentina no operaba dentro de los parámetros normales. Cuando los diarios titulaban que los enviados de potencias como Estados Unidos operaban como mediadores de la paz, en realidad omitían exponer la real versión de los hechos.
En tal medida, el embajador de los Estados Unidos, Haig, envía un cable a su país diciendo que “Mientras se acerca la flota británica, el público argentino se torna más aprehensivo. El gobierno intenta contrarrestar eso con una propaganda que enfatiza la fuerza de sus fuerzas armadas y ventajas logísticas y estratégicas. Sin embargo, muchos argentinos tienen sus esperanzas fijas en la mediación de Estados Unidos más que en la potencia de sus hombres y armas. El pueblo argentino está convencido de que su causa es justa. Si la mediación falla, ellos probablemente apoyarán al gobierno en caso de una confrontación militar. Lo que es más, creemos que las fuerzas armadas son un formidable oponente (…) Muchos, incluso, piensan que el gobierno ha sido torpe y que subestimó la reacción del Reino Unido y la internacional (…) Algunos argentinos, particularmente los políticos y líderes sindicales, creen que todo el episodio fue orquestado por el gobierno militar. Más allá de que esta acusación sea cierta o no, el hecho es que ese potencial malestar sobre la situación social fue ahogado en una ola de patriotismo en la medida en que la Nación fue puesta en pie de guerra” [9]
En este cable se muestra a las claras la posición, no solamente internacional, sino de la máxima potencia hasta ese momento. No estaba dando cuenta de una mera transcripción informativa, sino que daba la proporción de un clima endeble capaz de virar nuevamente hacia cuestionamientos y masivos reproches y enfrentamientos entre la sociedad y los militares.
En tal medida, la formulación de que las FF. AA eran un “formidable rival” también demuestra el interés político que existía desde la potencia norteamericana respecto de nuestro territorio. Por tal motivo, ya se dejaba entrever la posibilidad de que un triunfo en el archipiélago hiciera insustituible la figura de Galtieri en el poder.
Ese “formidable rival” como lo llamara el embajador, tenía su asidero en la construcción de un neo autoritarismo argentino que trataba de jugar indefectiblemente entre una construcción del orden social y la clara tendencia de reprimenda ideológica. A través de un Estado burocrático – autoritario que provenía de procesos militares anteriores, se proponía regir, desde una visión más “argentinizada” a las entidades gremiales, a la economía y a la política, es decir, administrar las bases de la Argentina de aquellos años.
Así, Estados Unidos también se encontraba en una doble problemática: apoyar la causa del gobierno militar al que ellos mismos habían sostenido, o bien brindar el apoyo necesario a sus aliados históricos. El conflicto se había vuelto internacional.
“El Estado burocrático-autoritario o autoritarismo con modernización sirvió de garante y organizador de la dominación a través de una estructura de clases subordinada a las fracciones más altas de la burguesía transnacional y oligopólica. Encabezada por instituciones coercitivas –las Fuerzas Armadas– y por sectores de la burguesía que aspiraban a “normalizar” la economía, este Estado buscó restaurar el “orden social” superando las tensiones resultantes del colapso del gobierno de Perón, manifiestas en un sector popular políticamente activado integrado por las clases medias y trabajadoras, y por una burguesía nacional concebida desde el poder como “ineficiente”. [10]
Ante las diferentes crisis políticas que se vivieron en el territorio, este nuevo formato de dominio y liderazgo emergía (incluso apoyado por ciertos sectores) como una amplia forma de recuperar el orden y en consecuencia el progreso.
Pero en un país que se había regido por un sistema político que respondía a administraciones que promovían nexos con la población mediante un sistema de elecciones, estos gobiernos autoritarios en general, pero el de Galtieri en particular, cometieron el error de librar al azar la construcción de un ser nacional que no era concebido de la misma forma por todos.
Así, la “causa nacional de Malvinas” muta indefectiblemente por distintas etapas. La de un desinterés en el tiempo, la de un exacerbado nacionalismo y la de una triste derrota.
En tal medida, hablar de Malvinas como la unión de todos los argentinos, era encender la llama de una potencial y estrepitosa caída. La junta creyó imprimir de un sentido el vacío nacionalista que el pueblo argentino sentía, pero además creyó encausar este autoritarismo hacia una racionalización popular, lo cual no es lo mismo que una base de identidad. Por lo tanto, lo nacional seguía tornándose débil para sostener un poder tan amplio y a la vez cuestionable.
Para Vicente Palermo, la búsqueda de un significante o de un objeto en Malvinas debe responder a cierta unidad. “Esa búsqueda de unidad cobra la forma de un impulso a veces incontenible dentro del unanimismo y un anhelo de uniformidad”. [11]
Hablar de una unidad dentro de una sociedad que se volvía extremadamente imprevisible, responde a la idea de que lo abstracto (y lo mental) suele ser indescifrable. Si se tiene en cuenta que hasta ese momento no existía un plan de lenta cocción sobre la recuperación de Malvinas, la visión de Palermo responde a ese concepto.
La diversidad de pensamientos e ideologías que hasta ese momento existían, habían sido demostradas en la antesala de lo que fuera Malvinas: el mundial de 1978. Mientras las madres marchaban, millones de argentinos festejaban los goles de Kempes sin recordar que la Argentina se volvía un barco que se hundía. Por otro lado, con la finalización del evento deportivo, el síndrome de la tristeza post nacionalismo exacerbado debería de haber funcionado como un parámetro de estudio para cualquiera que quisiera erigirse en líder indiscutible.
Teniendo en cuenta que en la sociedad argentina cualquier causa enarbolada por los medios se rige por esencias discursivas cuasi deportivas que conllevan fuertes discusiones verbales, cualquier fracaso ha sobrellevado a un rápido desentendimiento de lealtades y a efervescencias masivas y contrarias. Por lo tanto el “nacionalismo” argentino nunca ha sido objeto definitivo de unidad, ni de identidad, ni mucho menos de pertenencia. Sea en la política o en el deporte, en un asesinato o en un conflicto equis, romper con las falsas expectativas, en nuestra sociedad al menos, significa romper un contrato de lealtad.
Según Palermo, Malvinas se proponía como la causa imperante y la única capaz de romper con ese personalismo sectorizado de la sociedad y lograr la homogeneidad de la Nación.
Malvinas “Torna verosímil, en un perpetuo presente, el unanimismo; en lenguaje nacionalista podríamos decir que Malvinas indica el camino: si los argentinos estuviésemos en todo unidos como lo estamos en Malvinas, entonces a la Argentina le iría bien”. [12]
Desde el punto de vista “nacionalista” que expone el autor, hablamos de un ser nacional que busca en lo externo su probable causal de irrefrenables males que hacen de sus vidas una deformación de lo que debiera ser ideal y de lo que debiera ser real. Si falta el trabajo es culpa del imperio, más no de nuestras propias construcciones.
Visto y considerando esta posición, Palermo enfatiza un poco más la realidad de esa búsqueda nacionalista por parte de la dictadura: Malvinas debe unificar y debe perpetuar. Inglaterra es la causa de nuestros males y aquellos aliados de la gran potencia deberán sumirse a las fuerzas armadas argentinas. El significante se torna más espeso. Los argentinos fuimos usurpados, despojados y robados por un factor externo que nos ubica en las líneas de víctimas del imperio.
Por tanto, hablar de un nacionalismo por parte de los nacionalistas en un infundado pueblo de difusos pensamientos afines, es propio de una probabilidad de error muy importante y que puede haber afectado de forma directa al estrepitoso final de la última junta militar.
En la medida de lo expuesto, las Islas Malvinas pueden haber significado (quizás hasta hoy incluso) el conjunto de todos esos nacionalismos que componen el suelo argentino.
En una sintonía crítica, León Rozitchner aborda filosófica y políticamente lo que sería ese complejo diálogo entre la dictadura, la sociedad y, ahora sí, las Islas Malvinas como objeto de legitimidad.
“Creemos que ese desenlace, imprevisible en los términos precisos en los cuales se desarrolló, no es solo fruto del azar; por el contrario, esta guerra “limpia” constituyó la prolongación de aquella otra guerra “sucia” que la requirió”. [13]
Desde el léxico propio del autor, el juego de términos denota claramente el accionar de la junta militar. Por un lado, la guerra de Malvinas sería un mecanismo de distracción, pero por el otro, la continuación de una causa que ya se visualizaba perdida, con conflictos socio – políticos violentos hacia el interior del territorio.
Desde ese punto de partida, tratar de fundar un “nacionalismo argentino” era una tarea casi inalcanzable.
Sin embargo, la imagen de la Plaza festejando y vivando la soberanía, el desembarco y cantando el himno con Galtieri, responde a un momento único y complejamente descifrable. Era muy difícil personalizarse en la crítica despiadada hacia la guerra de Malvinas (ahora la causa común del soberano nacionalista) y no ser atascado o bien tildado de anti nacionalista.
Por otro lado, la opinión pública no reparaba en que había que matar ingleses, mientras la mayoría de los soldados entendía con enérgica alegría que la “causa nacional” valía la gloriosa lucha en detrimento de su propia vida.
Algunos individuos de la política optaban por manifestar su repudio a la lucha armada, aunque no podían dejar de enmarcarse en un apoyo voluntario, pues no quedaba otra opción. El ejemplo más claro lo marcan los músicos de rock, en completo desacuerdo con el conflicto pero solidarizados en un recital masivo y solidario por los soldados de Malvinas, pero con síntomas de estafa estatal al pueblo y mentiras despiadadas. Así y todo, se seguía multiplicando el nacionalismo, ahora voluntario.
Científicamente hablando, Rozitchner hace hincapié en una falacia mediante la cual se critica el origen legítimo de la junta militar, por lo tanto todo aquello que se promovía desde la misma. Incluso va más allá y confirma que mediante el conflicto bélico “el enemigo pasa a ser los Estados Unidos e Inglaterra y, secundariamente, la junta militar” [14]
Desde ese lugar, la intolerancia se transforma en tolerancia y la junta se vuelve el mal menor. Por lo tanto, desde el aparato psíquico se produce un giro de acuerdo a los intereses momentáneos de la sociedad de ese entonces. Con ese sistema (publicitario, elocuente e inesperado) Malvinas expande algo que se mantenía limitado para el gobierno militar: el tiempo. Eso que la justicia popular, la realmente valedera en los territorios que se habiten, siempre debía ajustar.
Con esta justicia popular mediante y con un nacionalismo creado en efecto, las Islas Malvinas ya no eran la causa de los militares, eran la causa de la sociedad. Por lo tanto, todo mal que repercutiera en la opinión pública provocaría reacciones inversas y conflictos irreparables. Entonces… Había que mentir. Había que seguir nacionalizando al individuo. No se podía decir la verdad del conflicto.
Dentro de esa mentira incongruente y con tendencia al fracaso, el imaginario de la sociedad formula una transacción inesperada. Reconocer el valor del ejército (dentro de este nacionalismo incipientemente malvinense) a la hora del desembarco y posteriormente apoyar la causa, implicaba también generar una transacción que, dicho sea de paso, le hubiera conferido la legitimidad a las barbaries acometidas por las distintas juntas.
En aquel tiempo, la visión de la sociedad se vuelve difusa por esos días. Darle un significante a la causa Malvinas olvidando momentáneamente los desfalcos anteriores necesita de un rígido apunte cualitativo.
Un punto de vista del autor refiere a la situación de las Madres de Plaza de mayo. Quizás como un paréntesis en el desarrollo, las Madres no desatendían a la causa Malvinas, pero tampoco olvidaban a los desaparecidos. Desde ese lugar, la Historia se mantiene viva y la nacionalidad permite el recuerdo sin olvidar el presente. No abandonar la causa por la superposición de otra implicaba el doble de esfuerzo y el doble de instrumentación del esfuerzo. No olvidar conllevaba una gran posibilidad de sostener el reclamo, incluso internacionalmente.
Y ese reclamo tenía que ver con una postura de victimización y defensa de un territorio que por añadidura nos correspondía. Y en ese reclamo se resuelven también los intereses de todas las clases, como los llama Rozitchner, los “justos intereses populares”.
“Los “justos intereses populares” no debieran hacernos cambiar las categorías que nos permitan comprender la realidad que lleve a facilitar su realización. Y estamos en que la guerra, es cierto, parte de una paradoja: no es el atacante quien la desencadena, sino el defensor”. [15]
En tal caso, utilizando la referencia citada, debemos dar consenso a esta apreciación salvaguardando que un conflicto dormido y llevado a los terrenos de la diplomacia política como fuera el caso de Arturo Illia durante su presidencia, permite entender la teoría del defensor que ataca. Nadie esperaba en lo inmediato que se tomara semejante postura, sino que muchos suponían que la situación no rompería los límites de lo razonable.
Por otro lado, el nacionalismo endeble fundó ilusiones mentirosas con deseos exacerbados de triunfalismo. Muchos supusieron que, ante el desembarco, no existirían represalias de Inglaterra. Bajo ese precepto, ya contaban con el antecedente de haber desaparecido a miles de personas y gozar de buena salud.
Excepto por ciertos políticos extranjeros que entendían la causa como imprevisible, dadas las características de la relación sociedad – Galtieri.

El discurso del paso en falso

Sería justo hacer mención a que en las batallas discursivas acerca de lo que significaba Malvinas para ambos países, encontramos un punto de unión para lograr comprender el envalentonamiento necesario por parte de ambos.
Tanto la Argentina gobernada por Galtieri como la Inglaterra gobernada por Margaret Thatcher, tenían graves problemas económicos y sociales que los hacían impopulares. En tal medida, era casi incuestionable que ninguno de los dos países se podía dar el lujo de perder una oportunidad única para desviar la atención de la opinión pública.
En ese contexto, la exaltación de Galtieri y la construcción nacionalista de la que veníamos dando cuenta, tiene su pertinente resumen en el discurso del 2 de abril de 1982 en donde el dictador hace un traslado de su decisión a las personas reunidas en la plaza: “Los tres Comandantes en Jefe, Comandante de la Fuerza Aérea Argentina, Comandante en Jefe de la Armada Nacional y el que les habla, no hemos hecho otra cosa que interpretar el sentimiento del pueblo argentino que está acá y en toda la república. Estoy seguro… Estoy seguro que cada uno de Uds., hombres, mujeres, la gran juventud argentina y la niñez está sintiendo como yo alegría y tremenda emoción por este acto argentino” [16]
Mientras tanto, periodistas como Mariano Grondona afirmaban que “la Nación renació en medio de una gran crisis (…) hoy nos sentimos otra vez los miembros de una gran comunidad. El sentido de integridad se ha recuperado (…) La Argentina ha encontrado su bandera”. [17]
Asimismo, en su vuelo hacia las Islas Malvinas del 22 de abril de 1982, Galtieri pregona una política exterior mediante la cual, por medio de una diplomacia pensada y sostenida a través de los años, legitima el desembarco en las Islas como el fracaso de ese proceso y la irresolución del mismo.
No perderá el tiempo en exacerbar el discurso en contra de Inglaterra al admitir que “la celeste y la blanca no será arriada de Malvinas. Si eso sucede, será porque no quedan argentinos vivos… (…) No tengo ninguna duda de la responsabilidad que he asumido. No solamente para con la juventud, la muchachada de hoy sino con las venideras. Asumo la responsabilidad plenamente y se trasladar en el tiempo lo que significa la responsabilidad de hoy”. [18]
En consonancia con lo que establecíamos sobre el proto nacionalismo de los símbolos, Galtieri ofrece bajo la responsabilidad de su mando el sostén de una bandera nacional a costa de una batalla que, en la medida de lo justo, se notaba improvisada. Así lo manifestó el general Menéndez treinta años después de la guerra ante un canal de televisión: “Me pidieron si yo podía resumir lo que pensaba respecto a la guerra. Y yo dije improvisación e imprevisión. Que es lo más grave cuando uno va a la guerra. Es que las predicciones que se habían hecho con el ministro de relaciones exteriores y su equipo (el doctor Costa Méndez) eran totalmente distintas a lo que después sucedió. No se había pensado en la alternativa de la guerra sino de dotar un contingente menor para respaldarme a mí como gobernador. No se pudo evitar el desembarco de fuerzas inglesas que después demostraron ser superiores porque disponían de medios distintos a los nuestros”. [19]
Ante tal información, las formas de activación espiritual suplieron la carencia de determinadas características militares que respondían a la de un país pacífico que no tenía entre sus libretos participar en una guerra. Para peor, la gesta militar daba señales de tenerlo mucho menos.
Haciendo caso omiso del tipo de sociedad que gobernaba, el presidente de facto aseguraba estar dispuesto a derramar la sangre de 4000 o 40000 argentinos más para sostener su belicidad en las islas.
Casi en consonancia (y en respuesta a un periodista inglés) Galtieri afirmaría que “no voy a hacer un repaso de los hechos históricos que llevaron a que Argentina tome la decisión que tomó en el mes de abril. Ustedes las conocen bien. Mientras hay diálogo en canales de comunicación entre ambos gobiernos siempre hay posibilidad de lograr una solución honorable para ambas partes. La República Argentina tiene vocación de llegar a una solución. Sin embargo si la gran Bretaña sigue usando con mayor intensidad sus medios militares, Argentina está espiritualmente y militarmente para responder”. [20]
Lo que quizás Galtieri no comprendía hasta ese momento era que la misma debilidad política que lo había llevado a semejante declaración representaba lo mismo en para Margaret Thatcher.
A pesar de esta imprevisibilidad, a los efectos de lo que la junta venía construyendo ante el pueblo, el simbolismo de su discurso comenzaba a suplir de contenido el vacío en torno a una sociedad resignada pero a la vez ávida de una ductilidad de reacciones propias que la llevaría a vitorear al presidente de facto.
Ni siquiera sería potable afirmar que, ante la inminencia de los hechos, la justificación del desembarco tuviera una dosis de verdad y lealtad hacia el individuo argentino, siendo esta reclamada en cada uno de los discursos que el dictador esgrimió ante los micrófonos.
Por tal motivo la función de los diarios de mayor tiraje “se orientó a configurar una realidad manipulada de la guerra, que satisfacía la necesidad de triunfo del lector argentino. Los medios se convirtieron en el sostén del ideario reivindicatorio/triunfalista y para ello se fundamentaron en ambas categorías retóricas”. [21]
En esa carencia científica y analítica de las circunstancias de la recuperación de las Islas, se atiene la visión de que nunca estuvo en los planes argentinos que Inglaterra pudiera responder de la misma manera. Y a tales efectos se ubica la justificación de Galtieri unas cuantas horas después de su discurso del 2 de abril.
“La argentina mantiene su libertad de acción para satisfacer los intereses de la Nación argentina y el honor nacional que no será negociado. Yo expresé en nombre de la junta militar lo que realmente este pueblo siente con su hidalguía nacional. Dialogar, negociar con las autoridades de Gran Bretaña esta problemática hoy presentada. Que no es presentada hoy. 150 años de un despojo hecho por la fuerza por Gran Bretaña que hoy no puede avalar diciendo que es un desprendimiento por la fuerza porque la fuerza la implementó Gran Bretaña en 1833. Además las Naciones Unidas han sugerido y aconsejado a ambas naciones llegar a una solución diplomática sobre las islas en sus espacios australes (…) donde ha habido una natural disposición a postergar naturalmente la solución del problema. Nadie puede hoy internacionalmente aducir que Argentina no ha tenido la prudencia ni la paciencia necesaria para negociar internacionalmente este problema (…) El gobierno argentino está dispuesto a dialogar sobre bases ciertas de los hechos producidos. Pero de ninguna manera la Nación argentina (su pueblo) que estoy seguro que nos acompaña, ha de aceptar presiones militares navales aéreas o terrestres para intimar una claudicación a los derechos que siente y vibra en cada uno de los habitantes de la Nación argentina”. [22]
Hasta aquí, la dictadura sostuvo bajo el dogma de sus uniformes e imposiciones un discurso nacionalista que no era concebido en la práctica. No por la falta de espíritu por parte de los combatientes o de un pueblo que se volvía cada día más “argentino”, sino por la falta de previsionalidad, de estrategia y de un esbozo nacional que duró como la misma cantidad de tiempo que durara la mentira: hasta el final de la guerra de Malvinas. Ese discurso daba cuenta de una jugada al límite de las consecuencias. Especulada y maniobrada sin pensar. Hete aquí el desenlace cruento, final y solitario. El imperio del que tanto nos habían hablado había terminado con el sueño de un nacionalismo que ahora estaba descarriado, desorbitado y casi al borde del knock out. Sin embargo, ese nacionalismo habría de ofrecer una jugada más. La contra respuesta hacia el presidente que no encontraba justificación alguna más que la de imponer una nueva visión de culpables externos.
“Los pueblos solidarios de América Latina y todos aquellos capaces de olvidar sus intereses ante el coraje y el sacrificio también los guardarán en su memoria. Pelearon contra la incomprensión, el menosprecio y la soberbia. Enfrentaron con más coraje que armamento la abrumadora superioridad de una potencia apoyada por la tecnología de los EEUU, sorprendentemente enemigos de la argentina y de su pueblo” [23]
Galtieri intentó por última vez en su discurso de rendición, desviar la atención hacia una justicia en favor de la víctima que se había convertido en victimaria para el escenario internacional. 

Conclusión

Me resultó interesante remarcar el momento en que por primera vez se puso ante mis ojos la imagen de una Argentina extraña. Esas dos fotos mentales de un Galtieri exaltado y dos meses después insultado. Y a riesgo de quedar impropio, en lo primero que pensé fue que sobre las bases de nuestra construcción como sociedad, existen una serie de valoraciones para las cuales solemos preguntarnos de qué forma llegamos a un momento exacto en el tiempo y casi sin darnos cuenta.
En un rápido repaso, Malvinas representó luego de este trabajo la misma sensación. Bajo una escalada de hechos en los que se intrincaban la soberanía y la nacionalidad con las mentalidades del momento, cuesta no entender de qué forma se desencadenaron los hechos y sin tener en cuenta los atenuantes que los volvían un accionar irresponsable. Por ejemplo los diarios de mayor tiraje, que en la sucesión de páginas una tras otra mostraban claramente la estrategia de exacerbación de la opinión pública respecto de Malvinas.
La sociedad estaba sobrecargada de pretextos y resignaciones, de movilidades sociales y economías endeudas, desaparecidos y ocultamientos, miedo e incertidumbre. Y bajo el ala de ese conjunto, y con el cuestionamiento de la clase militar y gobernante, la construcción de una nacionalidad en torno a Malvinas cumplió el rol buscado. Imponer nuevos liderazgos de gobierno y nuevos ideales reconfortantes. Pero ante la falta de previsión lo que los militares, bajo el signo de Galtieri, no habían analizado, era la falta de compromiso de supuestos aliados que no lo eran tanto ni los altercados que podría generar un rotundo fracaso bélico. La misma construcción de ese nacionalismo por Malvinas, sería la que en el marco de un mismo conjunto actuaría como reproche violento y pedidos de destitución y Democracia.
A la luz de los textos analizados y de los discursos de algunos de sus protagonistas, no puedo hacer caso omiso de ciertas aberraciones que me permiten confirmar el resultado del reproche que conllevaría a la destitución final.
No se trató entonces de un nacionalismo de cimientos duros, ni se trató de un pueblo homogéneo que entendía de una causa llamada Malvinas. Sino más bien, se trató de la construcción de un discurso basado en el desvío de la atención y la única e incuestionable posibilidad para el general Galtieri de erigirse como el líder de una Nación de virajes crueles.  De esta forma, y ante la atónita mirada externa, la incidencia nacionalista jugó un papel doblemente poderoso.
A la vez, dicha Nación no gozaba de una simpatía construida a pie de un régimen de paz. Por el contrario, el terrorismo de Estado, las desapariciones y la falta de timoneles que pudieran encauzar el barco produjo una desesperada reacción de amortiguación, envión y salto hacia arriba: la guerra de Malvinas sirvió para devolverle a la junta su estandarte de visibilidad y liderazgo nacional.
Para esto, un incipiente y desorganizado nacionalismo trató de imponerse verticalmente ante la sociedad de entonces. Reproduciendo el himno, imponiendo la música nacional y recuperando los símbolos del gen argentino. Bajo esa bandera habría de encumbrarse la defensa de una víctima herida que más tarde que temprano (y por la falta de previsionalidad) se convertiría a los ojos del mundo en una victimaria serial.
A esto responden sin lugar a dudas los aspectos de este trabajo. Encuentro entre sus resultados la conclusión de que fue la construcción de ese nacionalismo endeble, repentino y exacerbado el que conllevó a que una Plaza de mayo repleta de gente cantara el himno y clamara por la guerra, mutando en tan solo dos meses a un pedido de renuncia de iguales medidas y consecuencias de renuncia.
Por lo tanto, bajo las esferas del nacionalismo, todo reclamo (sea por guerra o renuncia) era válido y despojaba de toda culpabilidad a una sociedad a la que le pasó por delante de sus ojos la construcción de una guerra sin estrategia, sin liderazgo y sin fundamento.
En definitiva, ni unos ni otros (y como asegura Rozitchner) nos hicimos cargo, aún hoy, de las causas y las consecuencias.
 Así, la incidencia nacionalista sobre una sociedad imprevisible fue elaborada, pero también improvisada. Solamente que en este caso en particular, la finalización negativa del objetivo nacional resultó ser un arma de doble filo. Algo que por cierto había prevenido hasta el mismo gobierno de los Estados Unidos ubicado en el centro de la escena y oscilando como el demonio, entre unos y otros.
De nada serviría entonces que Galtieri hablara de rendición y exaltara los triunfos heroicos de chicos que lucharon diezmados. Porque lo peor para esa mancomunación de personas incidentemente nacionalistas ya estaba dicho. La palabra derrota era una realidad oculta que había salido a la luz.
Entonces, el heroísmo patriótico pero también argentino quedó oculto bajo un tendal de individuos que ya no eran ni homogéneos ni esperanzados. Eran simples personas abatidas por un imperialismo al que Galtieri seguía culpando bajo la búsqueda de la respuesta a su derrota. Pero eso ya no serviría demasiado. Para ese nacionalismo creado a imagen y semejanza mediante los medios gráficos y televisivos, nada podía explicar el derrotero del desastre.
Ese proto nacionalismo malvinense como le llama Guber había fallado en los cimientos de base y se había desmoronado en un abrir y cerrar de ojos. La foto de Malvinas será para siempre la plaza clamando la destitución de Galtieri de quien se había creído puertas adentro de las Fuerzas Armadas que era el producto mejor formado para dirigir la Nación.
Ante las críticas de su entorno más íntimo dentro de la fuerza y de la de la sociedad toda, el autoritarismo había vuelto a gobernar y el pueblo ya no lo quería.
Así, en esa búsqueda nacionalista, y como viéramos con Hobsbawm, el concepto se vuelve todo lo difuso que el autor recalcaba. No existía en lo real una unión poblacional, sino más bien la de ciertos individuos en determinado momento y por una causa improvisada. Entonces la operatividad de los símbolos y la identidad que se pretendía por parte de una junta desgastada de nada sirvió. Porque, y a esto nos lleva Vicente Palermo, la mayor parte de nuestra sociedad no quería a Galtieri. Quería las Malvinas.
Y aquí me pongo de acuerdo con Rosana Guber a quien citara más arriba. El autoritarismo se volvió una empresa de búsqueda inconsciente en vistas de la militarización de una sociedad civil con la cual no existía consenso sino exigencia.
En este caso puntual es en donde se dirime la respuesta al derrotero. La exigencia devuelta era el doble y los resultados insatisfactorios.
Inevitablemente el proyecto democrático bajo la figura de Galtieri (y que se venía volcando operativamente en los medios) tuvo un desenlace afín ya que, en cierta medida, la respuesta de los mismos fue parecida a la de la sociedad. Aquellos titulares que exaltaban la persona del presidente de la junta, mutaron en la búsqueda decidida de una renuncia al poder y su consecuente juzgamiento. Se le sumaba también el atenuante de una palabra que ya había derribado la puerta de entrada: Democracia.
Es imposible ingresar en la cabeza de cada uno de los individuos que conformaron ese momento histórico. Pero sea la salvedad de la mentira también orquestada por los medios de comunicación la que infrinja satisfactoriamente en favor del espíritu de los individuos que, sin embargo, a la hora de entregar todo de sí por la causa no tuvieron reparos. No solo con donaciones, sino también con cartas que jugaban el rol motivador que tanto le faltaba a las fuerzas armadas. En consecuencia, la mentira dolió más.
La creencia de un ciego Galtieri de que el pueblo era la unidad de Malvinas, había caído en la trampa del liderazgo: la unidad no existió jamás. Malvinas fue solamente un paso hacia delante sin la medición de las consecuencias.
Por eso digo que la tosca planificación estratégica no contó con los factores externos. ¿En qué mente cabía que Estados Unidos pudiera actuar como un aliado tercermundista? ¿De qué forma un gobierno que pendía de un hilo como el de Margaret Thatcher podía desaprovechar la oportunidad de recuperar su prestigio? Se había desatendido entonces hasta la propia reacción de los británicos. Y eso también era darle demasiado a una sociedad imprevisible, pues el nacionalismo no era homogéneo. Las distintas capas de la sociedad tenían su propio concepto del mismo.
Bajo esta última afirmación, la mentira y la derrota vuelven a formar un todo. Y ese todo es el que volvió a reunirse en torno a una plaza repleta. No ya para cantar el himno, sino para cargarle el desastre a los culpables en primera instancia.
Así, la guerra sucia volvió al estrado de la opinión, los desaparecidos fueron recordados y la pobreza económica también. El nacionalismo argentino estaba de vuelta. No había sido noqueado. Y esta vez el enemigo no era europeo. El enemigo estaba en casa y totalmente débil. Ahora el nacionalismo operaba en sentido contrario al que había ordenado Galtieri. Por tal motivo, no hubo vuelta atrás.
La burbuja o, como dicen Brugal, Cadenasso y Nuuniten, la prisión informativa creada por el discurso homogéneo terminó de desvanecerse el 14 de junio de 1982. 
Es curioso incluso pensarlo, pero el mismo proto nacionalismo malvinense, ahora jugaba como proto nacionalismo anti malvinense. Para la mayor parte de la sociedad reunida, ahora Malvinas estaba mal. Incluso se revindicaron algunas voces que habían sido tildadas como anti nacionalistas por el hecho de oponerse con convicciones a una causa que creían insólita, despiadada y condenada al fracaso.
En términos de Rozitchner, la falacia terminó abruptamente. Pero es indispensable no olvidar que el aval desmedido de la sociedad para con la guerra no había sido evaluado verdaderamente.
Entonces la incidencia nacionalista dio lugar dentro de una sociedad imprevisible a un conjunto de actitudes, movilizaciones sociales, pensamientos, manifestaciones y decisiones que en todo caso acataron, impusieron y juzgaron los designios de la guerra. Ya sea acompañando desmedidamente, solidarizándose o bien activando las renuncias de los claros culpables de la escena del crimen.
Es difícil juzgar a una sociedad entera como partícipe de este conflicto en particular. Como dijera un poco más arriba, es muy difícil ingresar en la cabeza de cada individuo. Y es casi imposible cuando en medio de esto la solidaridad de esa misma sociedad influye para que el frío de Malvinas no fuera mucho más y la compañía no tan lejana.
Por tal motivo, los culpables estuvieron de un solo lado: el militar, pero la incidencia nacionalista que estos habían exacerbado (entendiendo que ese nacionalismo se dio en la guerra como en el fútbol) fue en todo caso la que subió el tono del discurso de Galtieri y los suyos legitimados por el clamor popular y las señales positivas hacia Malvinas. Y aquí me detengo y hago una salvedad que me parece pertinente recordar a riesgo de ser reiterativo: las señales positivas eran hacia Malvinas y no hacia Galtieri. Gritar su nombre no era a mi modo de ver y según lo analizado un apoyo al dictador, sino una incidencia nacionalista y momentánea. Y eso tampoco fue previsto por la junta.
No quiero omitir decir que esto no es un juicio de valor. Sino la interpretación de un momento en el tiempo. En todo caso debemos responder a lo que nos corresponda como individuos de nuestra sociedad.
Ante los resultados a la vista, aquello que intensificaba Galtieri como la emoción de la “muchachada y la niñez” no fue más que eso. Una emoción en consonancia a una mentira, a una profunda cultura “nacionalista” que siempre fue construida por fuera de lo que el término refiere verdaderamente. Y esto implica intereses y necesidades reales y no ficcionadas como la de una guerra inconducente.
Por ese motivo también existe una falla de antemano. La incidencia nacionalista debe ser entendida como la incidencia de las emociones. Porque en realidad, la gente que se presentó en la Plaza de mayo a manifestar su apoyo y su enojo, fue guiada por una emoción hacia los hechos por lo que tanto los medios de comunicación, la junta militar y los operadores del tiempo habían trabajado de forma paralela.
No quedan dudas que estas influencias siempre están presentes. Nunca dejaron de existir. Es allí en donde si uno quisiera ser extremadamente crítico, podemos encontrar un hueco para juzgar el accionar de la sociedad. Es muy interesante pensar que siempre caemos en la misma trampa.
Al contrario de esto, también es interesante decir que los actores sociales que formalizaron la guerra de Malvinas también son parte de la misma trampa que impone la sociedad.
Porque según lo descrito por los autores analizados, la sociedad es una masa imprevisible. Difícil de comprender. Y forma parte de una construcción. De una identidad que no todos sienten de la misma forma.
Así las cosas, solamente resta por decir que esta sociedad resignada, engañada, diezmada socialmente y en lo sucesivo destruida anímicamente, incidió de la forma en que se la construyó. A base de discursos sin contenidos ni explicaciones pero motivadoramente nacionalistas, de entramados ocultos que muy pocos se animaron a contar, de titulares desmedidos y de un autoritarismo que en su último manotazo trató de imponer una forma de entender un nacionalismo a la medida del momento. Con los diarios escritos, con los múltiples libros, películas y documentales de Malvinas parece una obviedad esta forma de cerrar. Pero la causa era un inmenso fracaso y el breve e incipiente nacionalismo por las Islas no estaba preparado para ello. En definitiva, acorde fue la respuesta final de la condena nacional.













Bibliografía
PALERMO, Vicente. Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea. Buenos Aires, editorial Sudamericana, 2007.
CARDOSO, Raúl Oscar, KIRSCHBAUM, Ricardo, VAN DER KOOY, Eduardo. Malvinas. La trama secreta. Buenos Aires, editorial Sudamericana, 2012.
HOBSBAWN, Eric. Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona. Grijalbo. 1998.
GUBER, Rosana. ¿Nacionalismo y autoritarismo? Algunas lecciones de la experiencia Malvinas. Praxis educativa. UNLPAM. Vol. XVI 2012 N°2, pp 19-30.
ROZITCHNER, León. De la guerra sucia a la guerra limpia. Buenos Aires, editorial CEAL, 1985.
BRUGAL, Vania, CADENASSO, Enzo, NUUTINEN, Carolina. La guerra de las Malvinas: la fuerza del discurso. Santiago de Chile, CEME UDP, 2001.  
Filmografía
ARCHIVO PRISMA. Galtieri en la Plaza de Mayo: “si quieren venir, que vengan”, 1982. https://www.youtube.com/watch?v=-yoWYqM2lxw&t=606s 15 de octubre de 2015.
ARCHIVO PRISMA. Periodista inglés entrevista mano a mano a Galtieri, 1982. https://www.youtube.com/watch?v=NdYpEDtBNB8&t=391s. 1 de abril de 2016.
TV PÚBLICA. Archivo histórico: "60 minutos": Galtieri en Malvinas - 22/04/1982. https://www.youtube.com/watch?v=vXss7SPUnBk&t=2187s 29 de marzo de 2012.
TV PÚBLICA. Archivo histórico: "60 minutos" - Guerra de Malvinas - Galtieri - 04/04/1982. https://www.youtube.com/watch?v=Ode-4707WgA 23 de marzo de 2012.
TV PÚBLICA. Archivo histórico: Galtieri - Cadena Nacional - Rendición Malvinas - 15-06-1982 https://www.youtube.com/watch?v=FIpHE7rhTm4&t=571s 26 de marzo de 2012
C5N. C5n - menendez: de la euforia a la derrota | parte 1. https://www.youtube.com/watch?v=3HIL6naXEkY&t=347s 3 de abril de 2012



[1] HOBSBAWN, Eric. Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona, Grijalbo, 1998, pp. 18.
[2] Id Ibidem, pp.26.
[3] Id Ibidem, pp.143.
[4] Id Ibidem, pp.87.
[5] GUBER, Rosana. ¿Nacionalismo y autoritarismo? Algunas lecciones de la experiencia Malvinas. Praxis educativa. UNLPAM. Vol. XVI 2012 N°2, pp 2.
[6] Id Ibidem, pp. 26.
[7] CARDOSO, Raúl Oscar, KIRSCHBAUM, Ricardo, VAN DER KOOY, Eduardo. Malvinas. La trama secreta. Buenos Aires, editorial Sudamericana, 2012, pp.199.
[8] GUBER, Rosana. ¿Nacionalismo y autoritarismo? Algunas lecciones de la experiencia Malvinas. Praxis educativa. UNLPAM. Vol. XVI 2012 N°2, pp 2.
[9]CARDOSO, Raúl Oscar, KIRSCHBAUM, Ricardo, VAN DER KOOY, Eduardo. Malvinas. La trama secreta. Buenos Aires, editorial Sudamericana, 2012, pp.203.
[10] GUBER, Rosana. ¿Nacionalismo y autoritarismo? Algunas lecciones de la experiencia Malvinas. Praxis educativa. UNLPAM. Vol. XVI 2012 N°2, pp 10.
[11] PALERMO, Vicente. Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea. Buenos Aires, editorial Sudamericana, 2007, pp. 11.
[12] Id Ibidem, pp. 18.
[13] ROZITCHNER, León. De la guerra sucia a la guerra limpia. Buenos Aires, editorial CEAL, 1985, pp. 11.
[14] Id Ibidem, pp. 18.
[15] Id Ibidem, pp. 19.
[16] ARCHIVO PRISMA. Galtieri en la Plaza de Mayo: “si quieren venir, que vengan”, 1982. https://www.youtube.com/watch?v=-yoWYqM2lxw&t=606s 15 de octubre de 2015.
[17] BRUGAL, Vania, CADENASSO, Enzo, NUUTINEN, Carolina. La guerra de las Malvinas: la fuerza del discurso. Santiago de Chile, CEME UDP, 2001, pp. 33.
[18] TV PÚBLICA. Archivo histórico: "60 minutos": Galtieri en Malvinas - 22/04/1982. https://www.youtube.com/watch?v=vXss7SPUnBk&t=2187s 29 de marzo de 2012.
[19] C5N. C5n - menendez: de la euforia a la derrota | parte 1. https://www.youtube.com/watch?v=3HIL6naXEkY&t=347s 3 de abril de 2012
[20] ARCHIVO PRISMA. Periodista inglés entrevista mano a mano a Galtieri, 1982. https://www.youtube.com/watch?v=NdYpEDtBNB8&t=391s. 1 de abril de 2016.
[21] BRUGAL, Vania, CADENASSO, Enzo, NUUTINEN, Carolina. La guerra de las Malvinas: la fuerza del discurso. Santiago de Chile, CEME UDP, 2001, pp. 522. 
[22] TV PÚBLICA. Archivo histórico: "60 minutos" - Guerra de Malvinas - Galtieri - 04/04/1982. https://www.youtube.com/watch?v=Ode-4707WgA 23 de marzo de 2012.
[23] TV PÚBLICA. Archivo histórico: Galtieri - Cadena Nacional - Rendición Malvinas - 15-06-1982 https://www.youtube.com/watch?v=FIpHE7rhTm4&t=571s 26 de marzo de 2012