“La enseñanza de las Ciencias Sociales constituye una compleja tarea,
ya que exige a la didáctica la resolución sistemática de una serie de problemas
que, si bien son comunes a la enseñanza de todas las disciplinas, en el caso de
las Ciencias Sociales se perciben con mayor agudeza y evidencia en razón de la
problemática propia de los contenidos con los que debe trabajar”. [1]
Doy inicio así a un pensamiento que sostengo a través del
tiempo. Que LAS CIENCIAS SOCIALES, específicamente en este caso la HISTORIA,
son una ciencia.
Lógicamente cuando uno habla de Historia, también habla de
abstracción, de rupturas, de contenidos que no gozan de una comprobación
incuestionable.
Sin embargo, la Historia tiene la particularidad de auto
generar las condiciones necesarias para cumplir con los métodos de
investigación que permitan vislumbrar un pasado intocable y cuestionable desde
lo empírico.
Es en la complementación con otras ciencias en donde la
Historia se permite dar el gran salto cuantitativo y cualitativo. Tal es así,
que a través de la psicología, la Historia puede descifrar alguna mentalidad de
la época, dilucidar problemas que aquejaron a las víctimas de la “gran
depresión de los Estados Unidos”, etc. A través de la sociología, establecer
los parámetros de las condiciones sociales de un Estado y así sucesivamente. En
conclusión, la Historia se vale de otras ciencias que le permiten comprobar con
mayor veracidad, casi incuestionables (hasta que se diga lo contrario por la
aparición de nuevos documentos) todas sus teorías.
Y precisamente esto es lo que la hace tan competitiva y
perfectible. La prioridad de alcanzar la menor cantidad de errores, la constante
discusión y el desarrollos de profundos pensamientos y prioridades acertadas.
En ese sentido, se genera un ámbito de discusión y trabajo
que permite una profesionalización cada vez más sometida a cuestionamientos
(dependiendo de quién sea el profesional y cómo tome la materia – ciencia)
Ahora bien… ¿Qué pasa si reducimos esta actitud al plano de
un aula dentro de una determinada escuela?
Creo, y esto también es parte de lo que sostengo a través de
los años, que la Investigación genera en los chicos un modo ver a la Historia
con entusiasmo y, diría yo, justicia.
El hecho de trabajar individual y grupalmente, manifestar
sus creencias en base a una hipótesis comprobable o vetada, presentar problemas
y factores de estudio, no hacen más que engalanar la enseñanza de la Historia.
A través de la metodología investigadora, que consiste en un
simulacro de Investigación Científica en el aula para que el alumno descubra
los conocimientos científicos, se propone un modo efectivo de trabajo generando
una situación novedosa que estimule la curiosidad y desencadene los procesos
cognitivos, que sean motivadores y tengan conexión con los intereses
revirtiendo la dificultad que deriva del conocimiento histórico abstracto, con
propuestas de aprendizaje perceptibles en lo que refieran a realidades
visibles. Propuestas que sean capaces de integrar los distintos tipos de
contenidos que pretendemos enseñar.
Las ideas previas, el abordaje del pasado, los valores
sociales, políticos e ideológicos son partes de ésta investigación que el
docente realiza sobre el alumno para construir los mejores recursos a la hora
de enseñar.
Si uno le preguntara a un alumno sobre el rol del
Historiador, algunos lo verían como un simple lector de documentos, otros como
un analista de escrituras, cuando en realidad el Historiador es mucho más que
eso. Sin embargo, la visión del Historiador como científico, difiere de las
concepciones que el alumno tiene de la palabra ciencia. Por ese motivo se
exigen una serie de trabajos que sean capaces de revertir esa situación.
Mientras tanto, se cree que los debates epistemológicos entre historiadores
deberían tenerse en cuenta a la hora de elaborar un determinado tipo de
problemáticas para la enseñanza de la Historia. Es necesaria la sofisticación
del método lingüístico, narrativo y, por sobre todo, el integrador en cuanto a
docente – alumno.
Creo que un análisis documental serio como señala Aróstegui,
puede generar resultados positivos a la hora de su abordaje. Por cierto pienso
que el docente (de primaria o secundaria) debe recurrir a fuentes académicas
para luego realizar la transposición didáctica correspondiente.
De esta manera, se construiría un relato, un plan de
desarrollo que justifique los parámetros establecidos, la hipótesis y la
conclusión.
Esta Investigación Histórica debe ser un proyecto en el cual
se incluyan formas de aprendizaje, métodos de investigación y un tema. Además
de existir una riqueza en cuanto a las conclusiones que permitan fundamentar el
trabajo científico del docente, bajo las ramas de la Historia y la Didáctica.
[1] Alicia
R. W. de Camilloni. “Didáctica de las Ciencias Sociales”. Beatriz Aisenberg y
Silvia Alderoqui. Editorial Paidos.
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