lunes, 27 de marzo de 2017

Investigación de la Historia en las aulas. (Sobre Carretero, Alderoqui, Santiesteban y Aisenberg)

“La enseñanza de las Ciencias Sociales constituye una compleja tarea, ya que exige a la didáctica la resolución sistemática de una serie de problemas que, si bien son comunes a la enseñanza de todas las disciplinas, en el caso de las Ciencias Sociales se perciben con mayor agudeza y evidencia en razón de la problemática propia de los contenidos con los que debe trabajar”. [1]

Doy inicio así a un pensamiento que sostengo a través del tiempo. Que LAS CIENCIAS SOCIALES, específicamente en este caso la HISTORIA, son una ciencia.
Lógicamente cuando uno habla de Historia, también habla de abstracción, de rupturas, de contenidos que no gozan de una comprobación incuestionable.
Sin embargo, la Historia tiene la particularidad de auto generar las condiciones necesarias para cumplir con los métodos de investigación que permitan vislumbrar un pasado intocable y cuestionable desde lo empírico.
Es en la complementación con otras ciencias en donde la Historia se permite dar el gran salto cuantitativo y cualitativo. Tal es así, que a través de la psicología, la Historia puede descifrar alguna mentalidad de la época, dilucidar problemas que aquejaron a las víctimas de la “gran depresión de los Estados Unidos”, etc. A través de la sociología, establecer los parámetros de las condiciones sociales de un Estado y así sucesivamente. En conclusión, la Historia se vale de otras ciencias que le permiten comprobar con mayor veracidad, casi incuestionables (hasta que se diga lo contrario por la aparición de nuevos documentos) todas sus teorías.
Y precisamente esto es lo que la hace tan competitiva y perfectible. La prioridad de alcanzar la menor cantidad de errores, la constante discusión y el desarrollos de profundos pensamientos y prioridades acertadas.
En ese sentido, se genera un ámbito de discusión y trabajo que permite una profesionalización cada vez más sometida a cuestionamientos (dependiendo de quién sea el profesional y cómo tome la materia – ciencia)
Ahora bien… ¿Qué pasa si reducimos esta actitud al plano de un aula dentro de una determinada escuela?
Creo, y esto también es parte de lo que sostengo a través de los años, que la Investigación genera en los chicos un modo ver a la Historia con entusiasmo y, diría yo, justicia.
El hecho de trabajar individual y grupalmente, manifestar sus creencias en base a una hipótesis comprobable o vetada, presentar problemas y factores de estudio, no hacen más que engalanar la enseñanza de la Historia.
A través de la metodología investigadora, que consiste en un simulacro de Investigación Científica en el aula para que el alumno descubra los conocimientos científicos, se propone un modo efectivo de trabajo generando una situación novedosa que estimule la curiosidad y desencadene los procesos cognitivos, que sean motivadores y tengan conexión con los intereses revirtiendo la dificultad que deriva del conocimiento histórico abstracto, con propuestas de aprendizaje perceptibles en lo que refieran a realidades visibles. Propuestas que sean capaces de integrar los distintos tipos de contenidos que pretendemos enseñar.
Las ideas previas, el abordaje del pasado, los valores sociales, políticos e ideológicos son partes de ésta investigación que el docente realiza sobre el alumno para construir los mejores recursos a la hora de enseñar.
Si uno le preguntara a un alumno sobre el rol del Historiador, algunos lo verían como un simple lector de documentos, otros como un analista de escrituras, cuando en realidad el Historiador es mucho más que eso. Sin embargo, la visión del Historiador como científico, difiere de las concepciones que el alumno tiene de la palabra ciencia. Por ese motivo se exigen una serie de trabajos que sean capaces de revertir esa situación. Mientras tanto, se cree que los debates epistemológicos entre historiadores deberían tenerse en cuenta a la hora de elaborar un determinado tipo de problemáticas para la enseñanza de la Historia. Es necesaria la sofisticación del método lingüístico, narrativo y, por sobre todo, el integrador en cuanto a docente – alumno.
Creo que un análisis documental serio como señala Aróstegui, puede generar resultados positivos a la hora de su abordaje. Por cierto pienso que el docente (de primaria o secundaria) debe recurrir a fuentes académicas para luego realizar la transposición didáctica correspondiente.
De esta manera, se construiría un relato, un plan de desarrollo que justifique los parámetros establecidos, la hipótesis y la conclusión.
Esta Investigación Histórica debe ser un proyecto en el cual se incluyan formas de aprendizaje, métodos de investigación y un tema. Además de existir una riqueza en cuanto a las conclusiones que permitan fundamentar el trabajo científico del docente, bajo las ramas de la Historia y la Didáctica.




[1] Alicia R. W. de Camilloni. “Didáctica de las Ciencias Sociales”. Beatriz Aisenberg y Silvia Alderoqui. Editorial Paidos. 

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