miércoles, 6 de enero de 2021

Soberanía alimentaria. La construcción colectiva de una nueva economía de trabajo, producción y consumo.

Soberanía alimentaria. La construcción colectiva de una nueva economía de trabajo, producción y consumo.

Profesor Daniel Favieri Tuzio



Resumen

El avance de la producción capitalista conformó estructuras de producción y consumo a las cuales nos acostumbramos y, de tal forma, convalidamos con nuestras acciones diarias.

A lo largo de los años, las economías mundiales demostraron la incapacidad de sostener un modelo que, en cuanto se pone en crisis, permite vislumbrar con mayor énfasis la brecha social existente entre aquellos que se consideran “ganadores” respecto de los considerados “perdedores”.

Sin embargo, mediante este artículo, pretendo demostrar que el colectivismo de la producción agraria en Latinoamérica y la mirada puesta en la Soberanía alimentaria como factor de cambio para las sociedades más postergadas, pueden contribuir a una nueva manera de contrarrestar los efectos adversos del capitalismo.

¿Qué es la Soberanía alimentaria?

El término Soberanía alimentaria se hizo cada vez más frecuente. En los noticieros (radio, televisión), en los diarios y revistas, en los discursos políticos y hasta en los bares y espacios públicos.

Es que, desde hace algunos años al presente, hablar de Soberanía alimentaria “suena bien”. Pero, lo complejo de la insistencia en el término no radica en su reproducción incansable. Sino en la inacción de quienes la pronuncian y de la falta de información respecto de lo que realmente es.

La Soberanía alimentaria, tal como lo marcan Cuellar Padilla y Sevilla Guzmán, “puede ubicarse a lo largo de las luchas de la sociedad civil dentro de la articulación de antagonismos al neoliberalismo y la globalización. En este contexto aparecen claramente dos procesos. Por un lado, la denuncia de los abusos de los actores hegemónicos del sistema agroalimentario actual sobre el campesinado y los pueblos indígenas; donde ONG (como CLADES, en Latino América y GRAIN, en Europa) junto con la acción articuladora de experiencias agroecológicas plantean la opción de otros modelos de sistema agroalimentario. Por otro lado, las luchas sociales contra el libre comercio, que durante la primera década de los noventa de la pasada centuria confluyen adquiriendo la naturaleza de disidencia global (Ángel Calle, 2005)”. [1]

A la vez que Gordillo entiende que la Soberanía alimentaria está centrada en la alimentación de los pueblos, en donde la comida es la base de las políticas, con el acento puesto en los proveedores de la alimentación que tienen en sus manos el valor del dinero. También entiende que se reconoce la necesidad de habitar y compartir territorios y no privatizar los recursos naturales con el objetivo de que estas acciones sean compatibles con la naturaleza. [2]

“el derecho a la alimentación adecuada debe interpretarse como un derecho dispuesto a atender tanto la disponibilidad de alimentos en cantidad y calidad suficientes para satisfacer las necesidades alimentarias de los individuos, sin sustancias nocivas y aceptables para una cultura determinada; como el acceso a éstos de una forma sostenible”. [3]

La Soberanía Alimentaria se transforma entonces en un término que abre una discusión paradigmática sobre las formas, no solo de modificar el sistema alimentario, sino también de contribuir a una alimentación equitativa en el mundo. Que logre reducir la brecha del hambre y la pobreza y que, en definitiva, nos permita un consumo más saludable.

Una de las bases de la importancia de la Soberanía alimentaria radica, justamente, en el beneficio de contar con pequeños colectivos sociales que, ante la inminencia de las necesidades, se disponen a diferenciarse en lo fundamental. Liberarse, no solo de los agrotóxicos, sino también de los efectos nocivos del Neoliberalismo productor de los anteriores, promoviendo una nueva esfera laboral y de consumo.

Según la FAO, millones de personas de las cuales se desprenden seis millones de niños menores de cinco años, mueren como consecuencia del hambre.

Los colectivos sociales

Con el avance del Neoliberalismo en América Latina desde principios de los setentas hasta la actualidad, muchas fueron las reconfiguraciones político – sociales desarrolladas bajo el desembarco de los capitales extranjeros y las privatizaciones.

En ese contexto, las implosiones en las distintas regiones del continente tuvieron algunas expresiones fundamentales, derivadas de la lucha contra un sistema que garantizaba excesivas ganancias para unos pocos.  

“No constituye un dato menor recordar que la apertura del ciclo de luchas contra la globalización neoliberal y asimétrica no provino de las fuerzas de la política institucional. Este se abrió en 1994 con la irrupción del zapatismo, en Chiapas. El zapatismo, como es reconocido, fue no sólo el primer movimiento de estas características en América Latina, sino también el primer movimiento contra la globalización neoliberal, que influyó fuertemente en los grupos y colectivos alter globalización que se estaban gestando tanto en Europa como en Estados Unidos. Pero en rigor, en América Latina, el nuevo ciclo de acción colectiva, que señala una progresiva acumulación de las luchas contra las reformas neoliberales, arranca en el año 2000, con la Guerra del Agua, en Cochabamba, y tuvo sus momentos de inflexión tanto en Argentina, en diciembre de 2001, Ecuador, en 2005, nuevamente Bolivia en 2003 y 2006, entre otros. Fueron entonces las organizaciones y movimientos sociales los grandes protagonistas de este nuevo ciclo, los que a través de sus luchas y reivindicaciones, aún de la práctica insurreccional, lograron abrir la agenda pública y colocar en ella nuevos problemas: el reclamo frente a la conculcación de los derechos más elementales, la cuestión de los recursos naturales y de las autonomías indígenas, la crisis de representación de los sistemas vigentes, contribuyendo con ello a legitimar otras formas de pensar la política y las relaciones sociales”. [4]

Así las cosas, las diversas formas de retomar la senda del autonomismo, y por ende el cooperativismo encuentra sobre las bases sociales de aquellos años, algunas cuestiones:

“Se considera a la alimentación como derecho humano básico y a la recuperación de la soberanía alimentaria como condición previa para lograr la seguridad alimentaria genuina. Desde esta perspectiva, se denuncia la contradicción entre los actuales marcos institucionales fundados en la lógica del libre mercado y la posibilidad de garantizar una alimentación adecuada para todas las personas. Esto fue explicitado en la Declaración Política del Fórum sobre Soberanía Alimentaria de 2002, en la cual las organizaciones no gubernamentales y organizaciones de la sociedad civil (ONGs/OSC) recalcaban el fracaso del Plan de Acción consensuado en la CMA de 1996, considerando que ello ocurría no por falta de voluntad, sino porque dicho plan apoyaba las políticas de liberalización económica causantes del hambre. Esta sería una de las características centrales de la concepción de soberanía alimentaria, el cuestionamiento no sólo a las políticas productivas y comerciales predominantes en el ámbito agrícola y alimentario, sino de los marcos institucionales y normativos que las posibilitan”. [5]

Se trató entonces, no solo de cuestionar el orden político – económico vigente, sino de repensar los fundamentos de una real alimentación, intentando modificar los lineamientos institucionales impuestos y poner nuevamente en agenda la redistribución de la tierra. Desde esa orientación, lo agrario y cooperativo tomó relevancia dentro de una Latinoamérica en crisis.

Sin embargo, no podemos dejar de estimar el encumbramiento regional detrás de las políticas latinoamericanas (mal llamadas populistas, en su sentido más despectivo). [6]

Luego de la feroz actuación del Neoliberalismo de los noventas (con el achicamiento de algunos estados latinoamericanos y la conformidad de sus presidentes), sumado a las atrocidades de las dictaduras en nuestras regiones entre los setentas y ochentas como semilla del Neoliberalismo, los dos mil abrieron paso a una nueva barrera de contención.

Los liderazgos mancomunados detrás de la figura de Luiz Inacio Lula Da Silva hicieron escuchar el descontento y tras negarse a participar del ALCA propuesto por Estados Unidos, asomaron nuevas promociones de las economías internas.

Desde ese punto de vista, los cooperativismos retomaron el terreno perdido y comenzaron a presentar una nueva visión de mundo.

En ese sentido, Bernardo Kliksberg asegura que:

“Lo real es que el mundo produce hoy 17 por ciento más de calorías per cápita que hace 30 años. La población creció en esos años fuertemente, pero la capacidad de producir calorías mucho más. Si se divide la producción mundial de calorías por el número de habitantes, cada uno podría tener 2720 calorías diarias, más que el mínimo necesario, 2500. Pero los niños que perecen por hambre o están desnutridos no las tienen. Los alimentos no están al alcance de sus familias. Un factor clave es, según el relator mundial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Oliver de Schutter, “la burbuja especulativa”.

Los especuladores financieros que causaron la implosión mundial del 2008 y 2009 y están alimentando una nueva, están apostando al mercado de alimentos a futuro y haciendo subir precios. Según la FAO, solo el 2 por ciento de los contratos a futuro sobre materias primas terminan en la entrega real de productos. En el 98 por ciento de los casos, los contratos se revenden. A los especuladores solo les interesa ganar a corto plazo”. [7]

Así mismo, “Como resultado de la crisis alimentaria de 2008, los gobiernos han puesto su atención en las políticas alimentarias y en el apoyo al sector rural. Tanto la seguridad como la soberanía alimentaria enfatizan la necesidad de aumentar la producción y la productividad de alimentos para enfrentar la demanda futura. Ambos conceptos subrayan que el problema central el día de hoy reside en el acceso a los alimentos y, en consecuencia, suponen políticas públicas redistributivas desde el ámbito del ingreso, así como del empleo, y asumen también la necesaria articulación entre alimentos y nutrición. Además, de ambos conceptos se pueden derivar propuestas de protección social para enfrentar crisis temporales o programas de transferencias condicionadas que formen parte de programas de combate a la pobreza”. [8]

No solamente, dado lo que se viene asegurando, podemos hablar de una especulación de ganancias exorbitantes que desentrama un desorden de equilibrio de los recursos disponibles para saciar el hambre del mundo. Sino que, en realidad, debemos tener en cuenta que el mismo sistema productivo entra en conflicto cuando, en la desmedida búsqueda de la plusvalía, la producción recurre a métodos que desatienden la calidad de vida.

El negocio de los Agrotóxicos

La creación de los Agrotóxicos, en el auge de la Revolución verde de los setentas, tendió un puente que suponía una manera mucho más efectiva de cultivar y que, en su defecto, beneficiaría a las sociedades, efectivizando un modelo de alimentación.

El mundo ya vivía, en esos tiempos, los inicios de la “macdonalización” y la industria de la alimentación comenzaba a ser cuestionada. Todo era rápido, consumible y el desperdicio, sin importar donde, terminaba siendo el descarte de los que menos recursos tenían. Dentro de ese descarte, las empresas proponían modelos de producción a cualquier costo. Así, y con el objetivo de producir más alimentos, surge el glifosato y su pronta aplicación. También la negación de sus efectos adversos, algo que en la actualidad ya está en evidencia.

“Según Monsanto el Glifosato no causa riesgos para la salud. Sin embargo, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) del gobierno norteamericano lo reclasificó recientemente dentro de la categoría «altamente toxico». Un estudio sobre los efectos del cultivo de soja indica que, «desde el año 1995, en que se aprueba la soja transgénica y se produce su extraordinario crecimiento en cuanto a superficie sembrada, comienzan a hacerse notar enfermedades vinculadas a la gestación, y a diversos tipos de cáncer cuya frecuencia es llamativa” [9]

Hasta hace dos años, la empresa Bayer defendía la producción de glifosato y expresaba en ruedas de prensa la imposibilidad de que actuara como un agente de enfermedades. Sin embargo, en 2018, un fallo del tribunal de San Francisco obligó a la empresa a pagar 290 millones de dólares a un afectado por ese material. [10] Mientras tanto, la OMS hizo lo propio en 2015.

Alrededor del 80% de los cultivos transgénicos en el mundo han sido diseñados para crecer con glifosato. Las ventas anuales de agrotóxicos, conteniendo este principio activo, se estiman en 6 mil millones de dólares.

“El uso extendido de estos productos ha causado problemas de salud y muertes en muchas partes del mundo, por lo general como consecuencia de la exposición laboral y la intoxicación accidental o deliberada.

Los datos disponibles son demasiado limitados para calcular los impactos de los plaguicidas en la salud mundial, aunque se ha calculado que el autoenvenenamiento (suicidio) por causa de la ingestión prevenible de un plaguicida asciende a 186 000 muertes y 4 420 000 años de vida ajustados por discapacidad (DALY) en 2002”. [11]

En otro estudio, nos encontramos ante la siguiente situación:

“Un estudio realizado en Paraguay (Palau et al., 2007), demostró que las afecciones sobre la salud, aparición de síntomas y enfermedades, están correlacionadas tanto con la pobreza como con la distancia donde se realizan las fumigaciones. Por ejemplo, al realizar fumigaciones a menor distancia de los hogares o escuelas aumenta el número de síntomas. Por otro lado, la afectación no sólo se da por exposición directa, sino que está vinculada a la contaminación del agua, ya sea en el subsuelo como en aljibes y fuentes superficiales cercanas”. [12]

Ya no solo se trata de los conflictos de la producción, sino que nos encontramos ante un rumbo inesperado de nuestro consumo. La aparición de tóxicos en las napas de agua, sumado a la regionalización de las enfermedades, nos permiten elaborar un seguimiento de los conflictos sociales desencadenados.

“El uso de agrotóxicos en Argentina y Paraguay es uno de los temas actuales que se debaten en la esfera política, pretendiendo mantener, a escala regional y nacional, una estabilidad económica del ámbito agrario sin considerar sus graves repercusiones tanto a nivel socio-cultural como ambiental. ¿Quiénes son los que más sufren el impacto de estos agrotóxicos? Como siempre los pobladores locales, los campesinos, que a diario están en contacto directo con el cultivo sin medidas de precaución. Se ven así afectados irremediablemente, ya sea por la dispersión de agrotóxicos ocasionada por los vientos o por el escurrimiento del agua afectada que contamina el subsuelo. En muchas de estas poblaciones afectadas existe una gran discusión en torno a los impactos de la contaminación por agrotóxicos en la salud humana y en los alimentos o productos de autoconsumo y comercialización. Por otro lado, muchas de estas poblaciones se encuentran respaldadas por organizaciones y movimientos sociales que dan seguimiento a un proceso judicial abierto por los graves impactos generados en detrimento de la salud o de sus productos de autoconsumo o comercialización” [13]

En la lucha contra el hambre, se agrega un factor más que parece desentenderse del eje principal. ¿A qué costo producimos y qué es lo que consumimos?

Movimientos sociales y Soberanía Alimentaria.

En la lucha por contener a las estructuras del poder político – económico, en la búsqueda por modificar la falta de alimentación y en la amplia necesidad de lograr una redistribución equitativa de los recursos, los movimientos sociales suponen elevar la voz para obtener una verdadera Soberanía Alimentaria.

Estos movimientos sociales de la actualidad, en su mayor expresión, nacieron, como mencionábamos más arriba, como un resultado de las intensas políticas Neoliberales que, en su avance, ampliaron la brecha de la desigualdad.

En cierta medida, los movimientos son también la evolución de las huelgas y manifestaciones que, hacia los dos mil, debieron modificarse en torno a los nuevos actores que ingresaban en la escena (en el caso argentino podemos nombrar al movimiento Piquetero, por ejemplo).

Así, los sendos pedidos de una mejor redistribución fueron mutando también en la necesidad de hablar en serio (y más allá de los discursos políticos) de la Soberanía Alimentaria.

En 1996, la FAO encontró dos obstáculos para que este debate sobre el hambre mundial tenga los efectos esperados. En principio, la poca voluntad de los actores políticos. Y, en segundo lugar, el orden económico para llevarlo adelante.

La probable ganancia de 6000 millones de dólares en base a los alimentos, como decíamos, no beneficia al conjunto del todo, sino más bien a unos pocos privilegiados, acotados estos en dos sectores: los que tienen el poder adquisitivo para consumir y los que manejan el negocio.

El derecho a la alimentación (establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos) se presenta más como una apreciación política que como una realidad alcanzable. Por ello, en la propagación de la figura del colectivismo y la militancia, surge una pronunciación política que, en realidad, está basada en la autonomía de la militancia, más allá de las identidades partidarias que se puedan tener. En ello, los movimientos latinoamericanos pueden haber encontrado en el zapatismo algún ejemplo de autonomía.

“Más allá de las valoraciones que hagamos, el zapatismo conllevó una reformulación del horizonte de las izquierdas latinoamericanas, en un movimiento que lo colocó claramente, a través del discurso de Marcos, a contracorriente de las visiones vanguardistas del poder; en un movimiento que al tiempo que lo separaba de las izquierdas vernáculas, lo conectaban directamente con el nuevo ethos epocal, ilustrado emblemáticamente por la narrativa autonomista. Esto fue lo que dotó al zapatismo de una gran capacidad de atracción e irradiación: por un lado, su poderosa interpelación específica (hacia los pueblos indígenas), que, sin embargo; estaba lejos de declinarse en términos de un neofundamentalismo étnico o de un repliegue identitario. Por otro lado, su interpelación global a una forma de concebir la política desde abajo, que reclama la autonomía, la horizontalidad de los lazos y la democracia por consenso como valores estructurantes, valores compartidos con los nuevos movimientos sociales surgidos en los años sesenta. La noción de autodeterminación fue la llave que unió estas dos dimensiones de la autonomía, provenientes de experiencias tan diversas.” [14]

En la actualidad, tanto un movimiento (con sus emprendedores sociales y cooperativas) como la economía (en plena situación pandémica) han puesto la mirada en el centro del conflicto. Para poder superar la brecha impuesta, el objetivo de salida radica en la capacidad de interacción entre los distintos espacios de trabajo.

La urbanidad no está exenta de los trabajos en huerta, ni de la posibilidad de tener un mejor acceso a la alimentación saludable. Hoy, la multiplicidad de espacios organizados en el pleno equilibrio ambiental, encuentra en estos pequeños grupos cooperativistas, un lugar de anclaje. Mientras tanto, estos espacios interactúan entre sí y sobre la base de la fundamentación de la propia idea de una producción que también sea económicamente sustentable. En lugar de comerciar con grandes empresas, el comercio se realiza entre ellos.

Como relata Kliksberg, los emprendedores sociales “identifican un equilibrio injusto que causa la exclusión, marginación o sufrimiento de segmentos del género humano, que no tienen los medios o el peso político para alcanzar por sí solos transformaciones en la situación. Identifican una oportunidad de cambiar el statu quo injusto creando valor social, y traen para ello inspiración, creatividad, acción directa, coraje y fortaleza. Están desafiando el orden de cosas existente estable, pero injusto. Generan un nuevo equilibrio estable, que libera el potencial o alivia el sufrimiento del grupo relegado, asegurándole un mejor futuro y contribuyendo a la sociedad en general. (…) El empresariado social tiene lo que podríamos llamar una “especificidad”. Es diferente de la actividad empresarial y también de la actividad pública”. [15]

Así, nos encontramos en un momento de grandes necesidades y serios virajes hacia una nueva manera de emprender. Ya no se necesita, en ese sentido, disponer de un local a la vista o de la propia dependencia económica para producir. Cierto es que, probablemente, la necesidad de alimentarse saludablemente conlleve a la posibilidad de comprender los nuevos mecanismos de producción y consumo.

Desafiar, como indica Kliksberg, el orden vigente de las cosas, es parte de emprender un rumbo en donde la creatividad también esté presente. Esa es otra de las características que un emprendedor social debe tener.

Retomando, espacios ideados dentro de las estructuras de las nuevas necesidades, enmarcadas estas en el amplio predominio (y necesario) equilibrio ambiental, nos retrotraen a pensar en las culturas milenarias como parte de la “cura” para un sistema colapsado y en riesgo, en donde la discursiva se ha tornando eminentemente previsible y poco efectiva. Se torna preciso, entonces, recurrir a nuevas formas que promuevan una mirada distinta, un consumo responsable y una alimentación saludable. En ello, la Soberanía Alimentaria debe ser atendida (y entendida) en este proceso de reconversión social.

No es casual entonces que, en los grandes foros del capitalismo, las sensaciones del colapso estén evidenciadas en los discursos más importantes:

“Cuando Larry Fink, director ejecutivo de Black Rock, el administrador de fondos más grande del mundo, lanzó una advertencia a sus clientes, no pasó inadvertida. Les dijo que solo haría negocios con empresas que beneficiaran a la sociedad de alguna manera. "Sin un sentido de propósito, ninguna compañía, ya sea pública o privada, puede alcanzar su máximo potencial". Otros multimillonarios estadounidenses, como Warren Buffett, Bill Gates o Ray Dalio han hecho llamados para reducir la desigualdad, como si una voz de alerta estuviera murmurando en sus oídos que, para salvar el capitalismo, hay que arreglarlo”. [16]

En 2020, el nuevo lema del capitalismo, según el manifiesto del Foro económico mundial es “Por un mejor capitalismo”, que supone la nueva identidad para reconfigurar aquel orden triunfante luego del final de la Guerra fría.

En este orden de cosas, es preciso destacar entonces que la política social en Latinoamérica parece encontrar un hueco para emerger como una nueva forma de concebir la autonomía y el progreso.

“La política social es un actor estratégico del futuro en sociedades tan golpeadas por la pobreza. Si la sociedad en su conjunto tiene una visión apropiada de su rol, se adoptan las políticas apropiadas y se gerencia con efectividad, su contribución puede ser fundamental. Si por el contrario la visión es errónea, y da lugar a políticas limitadas y aisladas, el deterioro social seguirá aumentando con riesgos graves de implosión”. [17]

Me dispongo entonces, tomando como parámetro lo esbozado hasta aquí, a elaborar la conclusión final del trabajo.

Conclusión

De acuerdo a lo establecido, y en el orden de la hipótesis planteada, no podemos dejar de tener en cuenta algunos puntos de anclaje de este artículo.

En principio, tenemos que tomar notas de las imposibilidades de crecimiento equitativo que legó a las sociedades Latinoamericanas la inserción de un Neoliberalismo feroz (con su máxima expresión en los noventas) y que produjo el quiebre de varias economías. En segundo lugar, no podemos menospreciar los efectos de las reacciones de pequeños grupos aislados que luego se fueron reconfigurando en espacios más abiertos e incluso productivos, y que hicieron frente al desfalco económico. En tercera medida, no debemos olvidar que la causa de todo este conjunto de formulaciones, está basada en el único progreso evidente. El de la pobreza, que ha crecido desmedidamente en nuestra región.

Ante la improductividad de un modelo anticuado, como es el capitalismo feroz, los mismos foros han entrado en contradicción, entendiendo que la ampliación de la brecha social quizás sea hasta una mala publicidad para el sistema. Pero aquí, lo que parece un evidente giro hacia un mundo mejor (con un mayor reparto de los dividendos, como se planteó en el Foro económico) puede ser en realidad una reorientación del consumo.

En uno de los pasajes de este trabajo, hablé de McDonald's. Y este ejemplo puede ser citado de distintas formas. Una alimentación poco saludable, una empresa de amplio impacto negativo sobre el Medioambiente, un espacio de consumismo desmedido y una ganancia para unos pocos. Pero también, McDonald's puede ser citado como una empresa que ha reconvertido ciertos parámetros anticuados en la búsqueda de no perder consumidores. Entonces, su industrialización se amplió y promovió, entre otras cosas, la comida vegetariana o los líquidos sin azúcar. Este es un gran ejemplo de que, en realidad, el capitalismo reconvierte la capa que lo recubre, pero no parece aún evidente que intente generar el cambio de sus estructuras.

En la actualidad del capitalismo, y volviendo a la cuestión social, es este orden el que parece encontrar las herramientas más consistentes para plantear un nuevo modelo de trabajo, producción y consumo. Es en esta tríada en donde radica la ecuación simple del nuevo sistema.

No parece existir una trampa cierta, sino más bien la necesidad de un equilibrio que asegura, a largo plazo, una mejor redistribución y una saludable alimentación. También es menester de este intento, corresponder a un mejor reparto de los recursos, para que aquellas sociedades empobrecidas por el propio sistema, encuentren un resorte para levantarse.

El modelo Neoliberal fue uno de los grandes fracasos del capitalismo. El modelo de las economías sociales, cooperativistas y equitativas, está encontrando dentro de la brecha generada por el modelo anterior, una manera de alterar el orden de la herencia y resaltar las virtudes productivas y la creatividad de su empresariado social.

La Soberanía Alimentaria, a través de este tipo de procesos (en donde la Educación también debe cumplir un rol importante) sigue siendo una utopía. Hasta la actualidad, es innegable la convalidación del hambre mundial por parte de las estructuras políticas que, en su afán discursivo, no han planteado ninguna acción evidente.

Hasta tanto, surgen movimientos como el citado zapatista en México, que desde una perspectiva autonomista ponen en evidencia al Estado y generan sus propias acciones para romper con el modelo y dar un nuevo paso. Sin embargo, no podemos obviar que ese espacio también se está quedando sin oxígeno.

Más allá de lo último, parece necesario entonces (e importante) generar una política desde abajo para lograr las presiones necesarias al orden político y producir un cambio estratégico y sustancial de la economía actual. Se encuentra en el núcleo de los movimientos sociales el resultado positivo de las ecuaciones presentadas. Las autonomías hacia una mejor distribución, una alimentación real y una reconversión del sistema capitalista, son el completo cambio hacia lo evidente: la búsqueda real de la Soberanía Alimentaria y la justicia social.


 

BIBLIOGRAFÍA

-         AFP. Bayer defiende el glifosato tras condena por el Roundup de Monsanto. https://www.eleconomista.com.mx/empresas/Bayer-defiende-el-glifosato-tras-condena-por-el-Roundup-de-Monsanto-20180811-0006.html , 2018.

-         ARIZPE, N., & LOCATELLI, F. (2009). La expansión de los agrotóxicos y los impactos en la salud humana. Ecología política, (37), 84-89.

-         BARRÍA, Cecilia. Qué es el Manifiesto de Davos 2020 y cómo pretende transformar el capitalismo. BBC News mundo, https://www.bbc.com/mundo/noticias-50652715 , 2019.

-         CUELLAR PADILLA, Mamen; SEVILLA GUZMÁN, Eduardo. Aportando a la construcción de la Soberanía Alimentaria desde la Agroecología. 1/12/2009 https://www.ecologiapolitica.info/?p=4848

-         FAVIERI TUZIO, Daniel. El Populismo como centro de la escena mediática y la reconsideración del concepto. 2019, Academia.edu,

-         https://www.academia.edu/43722332/El_Populismo_como_centro_de_la_escena_medi%C3%A1tica_y_la_reconsideraci%C3%B3n_del_concepto?source=swp_share

-         GORDILLO, Gustavo. OBED MÉNDEZ, Jerónimo. Seguridad y soberanía alimentaria. (Documento base para la discusión). FAO, 2013, http://www.fao.org/3/a-ax736s.pdf

-         KLIKSBERG, Bernardo. ¿Cómo enfrentar la pobreza y la desigualdad? 1ª. Edición, Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación, 2013.

-         KLIKSBERG, Bernardo. (1999). Hacia una nueva política social en América Latina frente a los desafíos de la pobreza. In El rol clave de la familia. Conferencia publicada en las memorias del primer Congreso Nacional Inter-DIF, Guadalajara (Vol. 3).

-         PEREIRA FUKUOKA, Milena. El Estado y la garantía del derecho a la alimentación adecuada en Paraguay. BASE-IS, 2011, http://biblioteca.clacso.edu.ar/Paraguay/base-is/20170330034015/pdf_65.pdf

-         OMS. Plaguicidas altamente peligrosos. OMS, 2020.

-         SVAMPA, Maristella Noemi; Movimientos Sociales, Matrices socio-políticas y nuevos escenarios políticos en América Latina; Universidad Kassel; OneWorld Perspectives; 1; 1-2010; 1-29



[1] CUELLAR PADILLA, Mamen; SEVILLA GUZMÁN, Eduardo. Aportando a la construcción de la Soberanía Alimentaria desde la Agroecología. 1/12/2009 https://www.ecologiapolitica.info/?p=4848

[3] Id. Ibidem. Pp. V

[4] SVAMPA, Maristella Noemi; Movimientos Sociales, Matrices socio-políticas y nuevos escenarios políticos en América Latina; Universidad Kassel; OneWorld Perspectives; 1; 1-2010; 1-29

[7] KLIKSBERG, Bernardo. ¿Cómo enfrentar la pobreza y la desigualdad? 1ª. Edición, Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación, 2013.

[8] GORDILLO, Gustavo. OBED MÉNDEZ, Jerónimo. Seguridad y soberanía alimentaria. (Documento base para la discusión). FAO, 2013, http://www.fao.org/3/a-ax736s.pdf

[12] ARIZPE, N., & LOCATELLI, F. (2009). La expansión de los agrotóxicos y los impactos en la salud humana. Ecología política, (37), 84-89.

[13] Id. Ibidem.

[14] SVAMPA, Maristella Noemi; Movimientos Sociales, Matrices socio-políticas y nuevos escenarios políticos en América Latina; Universidad Kassel; OneWorld Perspectives; 1; 1-2010; 1-29

[15] KLIKSBERG, Bernardo. ¿Cómo enfrentar la pobreza y la desigualdad? 1ª. Edición, Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación, 2013.

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