Vivimos en una sociedad de múltiples valoraciones, en dónde
inevitablemente observamos distintas problemáticas que nos obligan a
mantenernos en constante alerta.
Desde los tiempos inmemoriales la esencia del ser humano
está basada en compartir. Caminamos para encontrar nuestro espacio de
desarrollo, cultivamos para progresar, construimos una casa en donde vivir y
trabajamos para cumplir con dichos objetivos. Pero… ¿De qué hablamos cuando
expresamos la “necesidad de convivir”?.
El ser humano por defecto nace en sociedad. Convive con los
demás desde el principio de su tiempo. En su relación con la madre, con la
familia, creciendo entre pares, generando su propia libertad dentro de las
estructuras de un sistema intenso que todo el tiempo nos obliga a cambiar.
Repito… De un sistema que todo el tiempo nos obliga a cambiar.
Si hacemos un paréntesis y pensamos el último párrafo,
podemos encontrar una proyección que va desde el presente hacia el pasado.
Romperíamos la tradición del tiempo que nos obliga a mirar hacia adelante y
pensaríamos de cierta forma cómo llegamos a una actualidad que, en propia
opinión, se desdibujó de sus valores tradicionales. En lo que antes era progresar
para vivir, hoy hablamos de vivir para progresar.
En medio de esto encontramos que en los sesentas la
idealización de aquellas formas específicas de la realidad chocaban con las
estructuras de familia mediante la cual los valores estaban sobredimensionados.
El sentarse en la mesa a comer sin televisión, el diálogo, el cuidado de las
formas y tradiciones… La búsqueda del placer pasaba por “compartir”.
En la sociedad de los setentas nos encontramos sin embargo
con elementos específicos que generan la ruptura de aquellos ideales. No
conviven en todo caso ni unos ni otros. La televisión empieza a funcionar como un
elemento de distracción con tendencia a la degeneración de los valores que en
los ochentas serán reconsiderados.
En los ochentas no podemos hablar ya de una sociedad que
comparte, sino de una sociedad que reparte. Los gustos de los adolescentes no
serán los mismos que los de los adultos y el adulto en cierto modo comenzará a
alejarse de todo aquello considerado “lo tóxico de la sociedad”, generando aún
más que la rebeldía sea “por todo”.
Mientras tanto en los noventas, la cultura de los shoppings
y el dólar uno a uno, harán del consumo la plaza mayor de nuestro país. Acceder
a la última tecnología generó un caos mediático monopolizado por la misma
información que en cierta medida hoy cuestionamos en este apartado: todo es
consumible, todo es práctico, todo está compactado, todo “vale”.
Cuando los noventas se apagaron y emergía la nueva era de
los dos mil, se puso en contradicción el sistema anterior y emergió la pregunta
del millón… ¿Cuánto vale todo?
Desde esta última pregunta doy nombre al título… “la
convivencia como el arte del equilibrio”. Ya no pasa tanto por una inter
relación social entre los individuos de nuestra sociedad. Pasa como la
respuesta al valor que, por entonces, cuando las estructuras económicas se
cayeron y el país se hundía, fuimos capaces de ponerle a nuestro tiempo. O más
bien de oponerle.
Sobre la base de nuestra sociedad multicultural fuimos
capaces de abandonar nuestras propias valoraciones, resignando en medio de esto
el tiempo que le podríamos dedicar a nuestros amigos si en todo caso el celular
cumpliera la función que realmente representa. Hablar.
Pareciera que la tecnología ha llegado a nuestra era de
maneras negativamente diversas. Complejizando la comunicación con nuestros
hijos, si la masividad de los medios de comunicación no hubieran terminado
condicionando nuestro tiempo sentados ante una pantalla. La personalización de
nuestros problemas, si no hubiéramos confluido en una marea de dotaciones
tecnológicas que nos llevaron a olvidar que a nuestro lado existe un otro. Un
ser social distinto y que nació bajo las mismas condiciones: dentro de una
sociedad con leyes. Y que a la larga morirá de la misma forma en que lo haremos
todos… Dentro de una sociedad… Con leyes.
Indefectiblemente los tiempos cambiaron, los sueños son
otros y nada detiene el rumbo de lo descrito porque, sinceramente, es muy
probable que la mayoría de los individuos no se hayan puesto a pensar el
significado de “convivir”.
Y la convivencia es un atentado en contra de la violencia,
es una fortaleza que defiende los ideales de un conjunto y es la esperanza de
los que sueñan con mejorar. Equilibrar todo lo que se describe es la posible
conclusión de aquello que consigamos.
No se trata de pensar que toda rebeldía tiene un final
feliz, sino de expresar nuestra rebeldía trasgrediendo de verdad. Hoy el mundo
capitalista espera de nosotros que la trasgresión se haga mediante formas virales,
publicando la mejor foto, elevando una queja anónima o produciendo el mejor
contenido audio visual que oponga la resistencia de ridiculizar al otro.
En vistas de esto, el valor sigue careciendo de diálogo, de
esa inmensa posibilidad que otorga la palabra para defender el culto de lo
moral y de lo ético. La posibilidad de generar un nuevo contenido, una nueva
prosperidad. Una sociedad desordenada es la que permite que todo lo dicho sea
“mundializado” por las redes sociales. Ese arma de doble filo que hace que la
mayoría de las veces las miradas se pierdan en un horizonte de nada.
Estoy seguro de que (creo que lo afirmo) si abandonáramos
por un día los teléfonos, encerrados en una habitación, tanto usted lector como
yo que escribo no tendríamos de qué hablar. Es muy probable que ambos estemos
esperando el sonido del WhatsApp, el gol de Messi o la nueva canción de regatón.
Entonces estaríamos bajo los efectos de la incertidumbre del futuro, sin darnos
cuenta que verdaderamente debemos vivir el hoy.
Por eso, en nuestra convivencia más grande, la de las
personas, muchas veces equivocamos el camino. Olvidamos que hay otro, y que ese
otro tiene los mismos (o más) problemas que nosotros a la vez que también se
puede pensar distinto. Pero para que el “arte del equilibrio” pueda funcionar
es muy necesario aprender a dialogar. Es casi imprescindible volver a confiar.
Es denodadamente progresista volver a pensar en uno mismo. En nuestro pasado y
en nuestro presente para poder, ahora sí, reubicar el futuro. Porque lo
individual afecta al grupo. Un solo individuo puede cambiar la Historia de una
Nación. Imagínense ahora muchos individuos reconsiderando todo lo redactado
hacia atrás.
Por eso este mundo que cumple la función de ser el gran
consorcio de nuestras múltiples casas comunes, en donde algunos cobran las
expensas, merece una mejor convivencia en todos los aspectos de la vida en
sociedad. De nosotros depende volver a equilibrar nuestra convivencia. Volver a
valorar y a creer en el otro. De respetar nuestro punto de anclaje: el diálogo.
De eso se trata.
La violencia como el
arte del desequilibrio
Durante mucho tiempo la sociedad argentina puntualmente,
sufre una escalada de violencia verbal, hoy escudada en las redes sociales mediante
firmas anónimas.
Sin embargo, a pesar de que vimos en el pasado de qué forma
día a día se trasgreden los límites del equilibrio entre las personas, avalamos
los hechos incluso formando parte indirecta de los mismos. Porque ante esto,
nos deberíamos de preguntar… ¿Qué hacemos nosotros para mejorar la sociedad?
“De entre los diversos fenómenos de violencia susceptibles
de producirse en el ámbito escolar, se decidió centrar la atención de manera
fundamental, aunque no exclusiva, en aquellos que tienen por actores y víctimas
a los propios alumnos, que son reiterados y no ocasionales y que rompen la
simetría que debe existir en las relaciones entre iguales generando o
favoreciendo procesos de victimización. Este tipo de violencia, que resulta
estar presente de manera constante en nuestros centros escolares, suele ser mal
conocida —cuando no ignorada— por los adultos, hasta el extremo de que sus
formas menos intensas (ciertos insultos, los motes ofensivos, la exclusión de
juegos y tareas...) gozan, si no de aceptación social, sí de un grado de
permisividad e indiferencia desconocedor de las negativas consecuencias que
estas conductas pueden llegar a tener en quienes las realizan y las padecen, y
de que en ellas está, probablemente, el germen de otras conductas antisociales
posteriores”. (Defensoría del pueblo de Madrid, 2000: 11).
En conclusión, la figura anónima, la no correspondencia
de uno a otro, la falta de voluntad para el emparentamiento hacia la norma de
convivencia, el no conocer al otro genera el desequilibrio de una posible cura:
APRENDER A CONVIVIR OTRA VEZ.
Las Instituciones
como la búsqueda del equilibrio de convivencia.
“La situación de vulnerabilidad social que atraviesan muchos
de nuestros adolescentes y jóvenes, exige que la escuela ofrezca una propuesta
formativa, en condiciones materiales y pedagógicas, que haga lugar a la
experimentación de la condición adolescente y juvenil, y los acompañe en la
construcción de su proyecto futuro”. (Sileoni, 2007: 162)
En vistas de este análisis, es posible dar inicio a un
panorama de pensamientos que radican en la concentración de la imagen del niño
y el adolescente. El objetivo es claro: PROMOVER UN FUTURO DESEADO, LO MÁS
CERCANO A UN IDEAL POSIBLE.
La Institución escolar es la llave para la realización de un
sueño, para ejercer nuestros derechos y para entender un poquito más de qué
hablamos cuando nos referimos a sociedad.
Si bien en la
Escuela debemos responder a un orden y una norma (de la misma manera que lo
hacemos cotidianamente en nuestra casa y en nuestro territorio), ésta como
Institución es la garantía de ciertos valores que actualmente nos resultan muy
difíciles de encontrar. Y entre ellos podemos destacar: los valores del
respeto, la persona y el espíritu, la forma de relacionarse con los demás a
través de la consideración de que el prójimo también existe y el desempeño de
características que responden a mejorar la sociedad (cuidado del medio en que
vivimos, el bienestar de la familia, la solidaridad, la buena ciudadanía (que
volveremos a desarrollar en la conclusión), la identidad como sujetos
sociales). Sin la Escuela, el desarrollo de estos valores quedaría flotando en
una nube de vapor y sin demasiadas concreciones.
Por tal motivo debemos entender a la Escuela como una
Institución que cumple un rol de relevancia, no solo como una forma de
responsabilidad, sino como la formación de individuos que adquirirán
conocimientos y valores sociales que conformarán los nuevos manifiestos de la
sociedad en que vivimos.
Es muy importante para la búsqueda del equilibrio de
convivencia que el diálogo fluya bajo formas de comunicación personalizadas y,
en consecuencia, con la exposición de la problemática a tratar para que la
convivencia Escolar sea un equilibrio constante en vistas de una formación que
nos prepare para afrontar los obstáculos del exterior. Para tal caso debemos
comprender que este tipo de convivencia es fundamental. No todo es sinónimo de
rebeldía y transgresión, ni todo es un síntoma de pelea. En ese caso, el
diálogo establece posiciones, las acerca y les permite expresar.
LOS EFECTOS DE UNA SOCIEDAD SOLIDARIA.
A 30 años del Festival de la Solidaridad
Latinoamericana
Los músicos más representativos del rock nacional se
reunieron para juntar fondos en ayuda de los soldados que estaban en Malvinas.
Un recital histórico.
Publicada: 16/05/2012,
12:01 hs.Última
actualización: 23/10/2015, 01:35 hs.
El 16 de mayo de 1982 una gran cantidad de músicos
se pusó de acuerdo y tocó para recaudar fondos. Los
soldados en Malvinas no
la estaban pasando muy bien. A este encuentro se lo llamó Festival de la Solidaridad
Latinoamericana.
Surgió de la idea de Oscar López, Daniel Grinbank y Pity
Irrunigarro. El recital se pensó originalmente con una sola
fecha en el estadio cerrado de Obras Sanitarias. Luego,
agregaron una nueva función pero como faltaban dos días y estaban las funciones
agotadas, los militares le ofrecieron a los organizadores
hacerlo en la Avenida Udaondo.
Esta idea fue rechazada por problemas de armado del escenario. A
último momento se accedió a usar la cancha de rugby y de hockey del club Obras
Sanitarias que lo cedió de forma gratuita.
El show comenzó a las 17 hs y fue transmitido en directo por
canal 9 y dos radios, FM del Plata y FM Rivadavia. El público fue todo un
récord: 70 mil personas que deliraron con las actuaciones de Ricardo Soulé, Edelmiro
Molinari, Dúo Fantasía, Dulce 16, Pappo, Rubén Rada, Juan
Carlos Baglietto, Piero, Zas, Litto Nebbia, Spinetta, Nito Mestre, León Gieco, Charly García y David Lebón,
entre otros.
La emblemática revista especializada Pelo, publicó
en su edición 163 de mayo un informe especial con
todos los detalles del festival. El rock nacional iba por el buen camino.
El exterior como
equilibrio del aula.
Está claro que hoy por hoy el aula ha trasgredido todo
espacio y estructura. Hablar de convivencia en la escuela no implica solamente
hacerlo desde las paredes de la Institución hacia adentro, sino también mirar
lo que exige y propone el exterior.
En una sociedad en donde lo que le sucede al individuo se
viraliza en pocos segundos vía internet, es muy difícil contener las
expresiones de insatisfacción, de desahogo, de broncas, de propósitos confusos,
de situaciones de riesgo, de inmoralidad.
Sin embargo no podemos culpabilizar exclusivamente a las
redes sociales. Deberíamos estar hablando entonces de lo que le cabe a cada
individuo a la hora de hacerse cargo de lo que le toca.
En ese contexto, establecer parámetros sociales ya no
implica ubicarlos en grupos reducidos, sino más bien en grupos que globalizan
su propio contenido personal. De esta forma, las fotos, las familias, los
enfrentamientos, las diversiones, los teléfonos… Todo queda expuesto en la red
social. Es entonces la exteriorización de lo que pensamos. Cada Facebook,
twitter o Instagram vienen a representar el dibujo (de rasgos generales) de lo
que piensa nuestro cerebro.
Bajo esos parámetros, no medimos el mal, como tampoco
medimos en qué formas podemos hacer el bien. Estoy casi seguro de que si uno se
dedicara a publicar alguna nota de interés o bien alguna causa de extrema
necesidad social, podríamos hablar de una nueva forma de mejoramiento de la
sociedad.
Particularmente creo que los chicos de nuestra actualidad (denominados
millenials por las nuevas concepciones sociales) merecen un espacio de
expresión que venga a suplantar de alguna forma la viralización de su propio
contenido. Ya no hablamos de Educar solamente al individuo en contenidos,
debemos charlar de Educar desde lo social… De educarlos para administrar sus
propias redes sociales en base a valores nuevos que negligentemente vienen predeterminados
por un presente que compacta, que fomenta consumismo y en el cual todo debe ser
“ya”.
Es necesario que los chicos sobre todo, puedan estar atentos
a que en todo caso el diálogo como parte de nuestra cultura política y
argentina, es la mejor forma de convivir. De consensuar. De producir y de
generar el cambio ejemplificado desde los años más grandes hacia los más
chiquitos.
La conclusión de una
Ciudadanía equilibrada.
El respeto a las normas no se trata de una tarea caprichosa,
se trata en cierta medida de un equilibrio necesario para el sostén de la los
diversos grupos sociales suscriptos en una sociedad múltiple y diversa. Porque
no todos pensamos de la misma forma, pero debe de haber un parámetro que exija
la formalidad de integrar a todo el conjunto.
“Las normas son pautas de comportamiento que nos orientan y
dirigen estableciendo lo que se supone que debemos hacer en determinadas
circunstancias. Son mandatos que prescriben los comportamientos esperados y que
prohíben aquellos considerados perjudiciales para la vida común”. (Schujman,
2016: 33)
Para que este proceso de equilibrio ciudadano pueda
ejecutarse en beneficio del conjunto global, es necesaria la articulación entre
padres, maestros y alumnos. De lo contrario este complejo esquema perdería la
formación de ciudadanos acordes a las necesidades de nuestra sociedad.
Vivimos en un orden Democrático. Y por cierto la palabra
orden está diciendo algo. No podemos librar la Educación de nuestros chicos a
un libertinaje sin sentido. Sin la menor valoración de lo que nos haría
fundamentalmente felices: que sean moralmente dignos. Porque aquí radica el
resumen de una buena convivencia. Del diálogo, de la enseñanza esquemática. De
esa tradición que lo marca todo. Tanto unos como otros (Padres, docentes y alumnos)
nos vemos en la necesidad de reformular algunas cuestiones y proponer un mejor
entendimiento. No se trata de trasgredir por trasgredir. Ni de rebelarse por
rebelarse. Se trata simplemente de respetar el orden al que indudablemente
todos decidimos aceptar y que obviamente estamos dispuestos a mejorar.
“Esta difusión del orden democrático, por imperfecta que
sea, pone a la Educación en el centro de la atención. En una sociedad en donde
se aplica la ley del más fuerte, no es muy necesario (ni siquiera conveniente)
que los ciudadanos incorporen los saberes y destrezas necesarios para
participar en las decisiones (…) Pero una sociedad democrática solo podrá
sostener sus instituciones si los ciudadanos pueden participar con un mínimo de
racionalidad en los procesos de decisión colectiva. Asegurar el resultado sin
violentar la libertad es un desafío típico de nuestra época”. (Da Silveira,
2009: 32)
La Escuela no solo es un ámbito de paso, es el espacio que
nos devuelve una imagen del mundo y una obviedad: ser mejores ciudadanos y
dejar el mundo un poco mejor de lo que lo encontramos.
A base de todo lo descripto, no es bueno generar un
conflicto con el otro, ni exponer un desorden generalizado si las condiciones
están dadas para un mejor proceso de trabajo. Desde este punto de vista, el
diálogo y el equilibrio de convivencia harán de nuestra consecuente intención
un mejor ámbito de bienestar. Desde los valores y el respeto al otro se
construyen grandes progresos.
A modo de cierre y mensaje final, creo que es muy importante
que los alumnos puedan encontrar en “su” escuela esa síntesis que los reclama
como los nuevos promotores de ideales que se fueron perdiendo en el tiempo. Un
resumen del pasado y el presente.
Es muy necesario que vuelvan a creer en que “lo moral” y “el
respeto” son necesarios y que de ninguna manera existen los enemigos virtuales,
sino que existe un ejercicio sencillo y que, si se pone en práctica, puede
funcionar muy bien. Hablamos del solo hecho de convivir. Actuando con esta
solvencia y este entendimiento, todo puede ser mejor.
BIBLIOGRAFÍA
-DA SILVEIRA, PABLO. Padres, maestros y políticos. El
desafío de gobernar la Educación. Taurus. Buenos Aires. 2009.
-FARIÑA, MABEL B. Política y Ciudadanía. Santillana. Buenos
Aires. 2010.