sábado, 19 de diciembre de 2020

Democracia y Medioambiente. La consolidación de la conciencia social por el medio ambiente y la diversidad cultural.

Por Daniel Favieri Tuzio


Bajo la simpleza de lo necesario, nos disponemos a pensar una y otra vez, qué nos depara el futuro. Y en su largo devenir, depositamos nuestras intenciones en aquellas que siempre “están por venir”. Porque es más sencillo cargar nuestras culpas y equivocaciones, nuestro propio innatismo como esencia del ser humano, en nuevos grupos que se dispongan a saldar las deudas con el demonio de nuestra realidad.

Quedamos providencialmente expuestos a nuestro propio karma (y bajo nuestra única idea de progresar a costos imposibles de saldar) mientras otros tapan los agujeros de nuestras acciones.

Y el tránsito de la humanidad por la tierra ha sido largo. Pero gradualmente se fue volviendo extremo. Y del viejo equilibrio de los primeros pobladores que entendían la tierra como la fuente natural de la supervivencia (comprendiendo y adaptando), la ambición se fue haciendo cada vez mayor.

El esclavismo, el feudalismo, el encuentro de los europeos con América, la gran usurpación de los recursos naturales y, claro que sí, la Revolución Industrial que terminó de avanzar sobre la armonía ambiental.

Mientras los paisajes ingleses comenzaban a cambiar en pos de un mundo cada vez más audaz (y de acumulación para unos pocos), el tiempo comenzó a acelerarse (y las estructuras institucionales fueron cediendo).

En Argentina, el siglo XIX, visto desde nuestro presente, nos terminó de convencer de que la búsqueda de los modelos europeos no era acorde a la situación más realista. Porque en nuestro país, en donde el Estado comenzó a formarse, la homogeneización de los saberes, el genocidio a los pueblos originarios y el intento de deformación cultural para los inmigrantes, marchaban al ritmo de un reloj que ya marcaba las diferencias sociales. El tiempo del trabajo era igual al tiempo de permanencia. Y quien pasaba los límites de la capital, una vez terminadas sus labores, debía regresar a su sitio. La Capital Federal era solo un lugar de paso y un hábitat para pocos. La brecha era grande y el progreso estático.

Nuestro país se fue conformando bajo ciertos parámetros de sociedad y Estado que carecían de la posibilidad de brindar derechos más igualitarios. La historia fue contada por los vencedores y bajo esos lustros se fueron construyendo los pilares de un país que se endeudaba cada vez más, que desafiaba la independencia cada vez menos y que no era autosuficiente de los mercados extranjeros. Ya éramos relativamente dependientes de los designios del mercado.

Y la lucha social fue transformando algunas cuestiones, si de derechos hablamos. Pero llegar hasta aquí no fue solamente la consecución de resultados positivos, sino más bien la posibilidad de que todo termine por explotar. Entonces, a través de las nuevas necesidades mundiales, muchos países debieron readaptar sus discursos al tiempo histórico que se vivía. Y en ese sentido, no podemos dejar de obviar las Revoluciones verdes de los sesentas y setentas, ni los movimientos hippies que comenzaron a modificar el mensaje.

Siempre atento, “El 21 de mayo de 1972, Juan Domingo Perón difundió, desde su exilio en Madrid, el “Mensaje a los pueblos y los gobiernos del mundo”. En ese mensaje, Perón instaba a tomar conciencia sobre “la marcha suicida que la humanidad ha emprendido mediante la contaminación del medio ambiente y la biósfera, la dilapidación de los recursos naturales”. Consecuente con ese llamado, al ganar las elecciones y asumir la presidencia un año después, creó la primera secretaría ambiental nacional: la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano (SRNAH)”. [1]

El planeta había girado, apenas, la mirada hacia las complejas formas de tratar a los Recursos naturales. Sin embargo, para ese entonces y con la Revolución verde iniciada por Norman Borlaug en los Estados Unidos, los vientos de cambio fueron transformándose en un sistema de cultivo y producción que, desde 1960 a la actualidad, deterioraron los ecosistemas, desalentaron la fertilización real de la tierra e incapacitaron a los habitantes de las zonas de trabajo mediante la utilización de agrotóxicos y bajo un solo concepto: la dominación de los Recursos naturales por parte de los países más fuertes. (Cabe destacar que durante el período que va desde 1973 a 1980, Estados Unidos ya no era la potencia líder de antaño y con la constitución del neoliberalismo, sobre todo en Latinoamérica, y los cambios en las relaciones de producción y comercio, el país norteamericano pretendió retomar la senda perdida).

En Argentina, durante los tiempos de Alfonsín como presidente, las difíciles situaciones ligadas a la dictadura y los juicios, los alzamientos carapintadas y la tensa economía, no generó grandes cambios en materia ambiental, más allá de que en sus discursos siempre estuvo en agenda.

“Durante los primeros años de Alfonsín, las competencias ambientales fueron distribuidas entre secretarías dispersas en tres ministerios. En 1987, año de la publicación del influyente Informe Bruntland, el gobierno nacional avanzó con la creación de la Subsecretaría de Política Ambiental (SPA) bajo la órbita de la Secretaría General de la Presidencia. En 1989, ya en las postrimerías del gobierno de la UCR, la SPA fue sustituida por la Comisión Nacional de Política Ambiental (CNPA), siempre bajo la órbita de la Secretaría General de la Presidencia. Luego de dos años en los cuales la CNPA (transferida al Ministerio de Salud y Acción Social) continuó en el mismo letargo que en los años anteriores, el presidente Carlos Menem, electo en 1989, decidió crear en 1991 la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano (SRNAH). La nueva secretaría, dependiente directamente del presidente de la Nación, concentró funciones hasta entonces dispersas en varias organizaciones ejecutivas”. [2]

Lamentablemente, la Secretaría tenía por finalidad acercar los caminos ambientales desde un discurso que envalentonaba y pretendía los préstamos y negociaciones con entidades de capitales extranjeros. De hecho, la presencia de María Julia Alsogaray y la incumplida promesa de saneamiento del Riachuelo, generaron uno más de los tantos actos de corrupción denunciados hacia el gobierno menemista.

Ya con De la Rúa, y en las postrimerías del crack de 2001 en la Argentina, la Secretaría pasó a formar parte del Ministerio de Desarrollo social, perdiendo de esa forma una amplia cantidad de funciones, mientras que la continuidad de las medidas menemistas como la paridad “un peso un dólar”, seguía generando una burbuja que explotaría entre el 19 y el 20 de diciembre.

Con el caso de las Pasteras y el dilema entre Argentina y Uruguay, en 2006 Néstor Kirchner le dio relevancia a la causa ambiental y se promovieron nuevos intentos por darle a la lucha ambiental el lugar que, siendo justos, no había encontrado jamás. Así se dictó, entre otras, la Ley de Preservación de glaciares y de Protección ambiental de Bosques.

He de destacar algo. Durante la Convención constituyente, que trabajaba por la reforma constitucional de 1994, Raúl Alfonsín (Pacto de Olivos mediante) logró que se sancionen algunos puntos que habían quedado pendientes desde 1986. Entre ellos, los derechos sociales que incluían la preservación del Medioambiente y la disposición de un presupuesto útil para dicha acción, a la vez que cada Provincia debía legislar por la preservación de los Recursos naturales.

En 1984, en nuestro país, se juntaron por primera vez algunas Organizaciones internacionales. La lucha social por el Medioambiente comenzó a cobrar territorialidad. Con el tiempo se formó Greenpeace Argentina y se produce, así, una mayor cercanía con los jóvenes.

Nuestro país, desde el abordaje social, siempre estuvo atravesado por ciertas acciones (o un statu quo) que no permitieron un progreso socialmente real en la Diversidad cultural y de las ideas. Más profundamente pensado, se gestó la aniquilación de las posibilidades de crecimiento equilibrado y bien distribuido. No solamente del dinero, sino también de la tierra y los alimentos. De los bienes y servicios y de la dignidad de las personas.

Según Kliksberg, “Los ´90 cultivaron el individualismo a ultranza. Cada persona tenía el destino que buscaba. El Estado, que es en definitiva acción colectiva, debía ser mínimo. Las preocupaciones debían estar centradas en ser exitoso, escalar, acumular. Los que quedaban en el camino era un problema de ellos, o en todo caso que se ocupe alguna entidad especializada.

Se desarrollaron valores como la misma idea de “perdedores” y “ganadores” que llevaron a la insensibilidad frente a la pobreza”. [3]

A modo de dato estadístico, “más de uno de cada cinco jóvenes latinoamericanos están excluidos del sistema de ingresos y del educativo”. [4]

Generalmente, las impericias de los Estados al respecto promueven la indeterminación necesaria para elaborar proyectos serios que luchen contra el calentamiento global. Y son las mismas impericias que liberan de preocupaciones y precauciones a las clases gobernantes que, por lo general, no provienen de los sectores considerados de “bajos recursos” ni del sistema de exclusión. Entonces, los excluidos (los “perdedores” en el orden meritocrático expuesto por Kliksberg) quedan en los márgenes de la hoja. De esta forma, el relato del salvajismo, con introducciones discursivas que suenan “agradables”, se traduce en una inequidad social difícil de torcer.

Específicamente hablando de situaciones desconcertantes, la venta de la tierra acarrea hoy un combo beneficioso para unos pocos. La comercialización de extensos terrenos que se encuentran lindantes a barrios de menores recursos, se compran por un porcentaje ínfimo y se venden a cifras exorbitantes. Dentro del combo, la tierra, el agua y las murallas son una oferta perfecta. Mientras, en los alrededores el individuo común traslada baldes de agua potable, en muchos countries los ríos son artificiales. Dentro de las murallas que limitan los accesos a porciones de tierra, se utilizan muebles producto de la industrialización que, sin considerar demasiado, intensificaron las zonas inundadas (tala de árboles mediante) que generaron un problema aún mayor: el despojo, el desarraigo y la pérdida de los pocos bienes materiales. En definitiva, comenzar de cero, como si eso fuera sencillo.

En 2016 la justicia prohibió en 16 municipios (entre ellos Luján y Tigre) la construcción de countries que inexorablemente hubieran aumentado la crecida de las cuencas. A la vez, cabe destacar que las obras públicas y subsidios para los damnificados de las anteriores inundaciones de Luján no se habían concretado. Actualmente son 60 los countries que están en contacto con los cursos del agua.

Así, y teniendo en cuenta la situación actual de los Recursos naturales del mundo y del Calentamiento global, no podemos hacer caso omiso de la necesidad de un llamamiento a la CONSOLIDACIÓN DE LA CONCIENCIA SOCIAL POR EL MEDIO AMBIENTE Y LA DIVERSIDAD CULTURAL.

“Por tanto, el cambio climático, por encima de otras consideraciones, es un hecho social, puesto que tiene sus causas en gran medida en las actividades humanas, y porque además son las sociedades globales y específicas, así como las personas que componen esas sociedades, quienes finalmente van a sufrir sus consecuencias directa o indirectamente a través del cambio del medio biogeofísico. Es un hecho social también por razón de que su solución (o resolución) no puede hacerse por la naturaleza, por el medioambiente, sino por la sociedad”. [5]

Los cambios climáticos se nos vienen haciendo naturales. No estamos prestando atención a los intensos llamados de la naturaleza que, agobiada y desolada, lidera la batalla del bienestar.

“La gobernabilidad medioambiental se refiere en particular a todo lo tendente a la creación de los marcos y capacidades institucionales necesarios para asegurar los bienes públicos medioambientales y la equidad en el acceso intra e intergeneracional a los mismos, así como a la prevención y manejo de las crisis y situaciones de conflicto. Precisamente, una de las posibles consecuencias del cambio climático es la ya visible tendencia a la privatización de los bienes comunes (el aire, por ejemplo). La gobernabilidad es una de las esferas claves de prevención y adaptación de las sociedades al cambio climático, que aún requiere un desarrollo teórico y práctico en el análisis de impacto social”. [6]

En el campo de lo social, aquellos que viven en la marginalidad (continentes como el África o regiones de América central y del sur) presentan altos índices de pobreza y desamparo. Son olvidados en los proyectos políticos y desoídos en los reclamos.

La Democracia ha sido el camino para planear e incluso cambiar las acciones incorrectas de un sistema en riesgo. Y desde el amplio recorrido esbozado, podemos asegurar que la lucha social como parte de este sistema glorioso (que debe ser custodiado a la vez que debatido y modernizado), no sería lo mismo sin la presencia de nuestros jóvenes quienes hoy toman bajo su mando la puja por el Medioambiente. En ese sentido, debemos seguir creciendo desde un colectivo que unifique a las distintas agrupaciones, mediante una red única que desconozca el partidismo político de nombres. El mismo Raúl Alfonsín pedía no votar nombres propios, sino ideas.

Esta red, democrática y luchadora, debe consolidar las bases nacionales de aspiraciones mayores que no se entretengan en la vagancia de la política y que produzcan, en su andanada final, un movimiento incansable, irrefrenable y revolucionario. La Democracia en sí misma es una Revolución de ideas constantes que nos acerca, a veces más lento, a un nuevo debate, a un intercambio positivo de acciones y, en definitiva, a una nueva cultura de conciencia. Con Educación y conciencia social, todo cambio es posible y también urgente. Porque como dice Greta, “la casa está en llamas”.



[1] GUTIERREZ, Ricardo Alberto; ISUANI, Fernando Javier; Luces y sombras de la política ambiental argentina entre 1983 y 2013; Sociedad Argentina de Análisis Político; Revista S.A.A.P; 7; 2; 11-2013; 317-328

[2] Id. Ibidem. Pp. 318

[3] KLIKSBERG, Bernardo. ¿Cómo enfrentar la pobreza y la desigualdad? Buenos Aires, Ministerio de Educación, 2013.

[4] Id. Ibidem. Pp. 39.

[5] PARDO BUENDÍA, Mercedes. El impacto social del cambio climático. Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS), Panorama social, http://hdl.handle.net/10016/10448 , 2007, nº. 5, p.22-35

[6] Id. Ibidem.

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