martes, 21 de noviembre de 2017

La vecindad de las redes sociales.



Los tiempos cambiaron y está claro que las reglas también. Muchas de las cosas que se vaticinaron durante la globalización, produjeron un cambio gradual o radical dentro de la sociedad. Incluso el sistema político debió de adaptarse.
No hablamos aquí de un sistema anticuado (que merece ciertas revisiones) ni de paralelas estructuras de poder. Pero sí hablamos (y esto es lo que nos une en esta posdata) del debate mismo de esas estructuras de poder.
Como bien sabemos y a modo de resumen veloz, una estructura de poder está sostenida por una reciprocidad político – social que data de los primeros tiempos. Porque los hombres, en su afán de progreso, produjeron las mismas herramientas que los ayudarían a construir sus ciencias, su propiedad y la misma medición de la tierra que los determinaría como propietarios de su propia privacidad. En definitiva, como los “mejor ubicados socialmente”.
Cuando todo lo nombrado ingresó en un sistema de comercio e intercambio, de multiplicidad de viajes y aumento de las mercancías a mercantilizar (por dinero o especie) ingresamos en el letargo del capitalismo y la gran globalización en donde las desigualdades estamentarias se hicieron más profundas.
Las estructuras de poder devoraron a las ciencias (en su producción de antídotos para los malestares, en su promoción del avance tecnológico en detrimento de la explotación del otro y de las negociaciones en torno a políticas estatales) y las ciencias se vendieron al mejor postor.
Es así que aquellos enfermos que necesitaban de las ciencias debían pagar un alto costo por las mismas al igual que los campesinos y comunes debían pagar con sudor y sangre por el avance de las maquinarias de arado, de cultivo e incluso de imprenta.
Esta desmedida y creciente globalización comenzó a acercar a través de los mares a las poblaciones de distintos continentes. La comunicación se fue volviendo progresivamente más efectiva y los inmigrantes que fueron llegando a Argentina pudieron comunicarse (sin guerras de por medio) de mejor forma con sus parientes.
Los inmigrantes llegaron para cambiar la historia de la Nación y, en otra medida, a la mismísima cultura del país. Esto se vio mejor representado en los barrios y en las pujas de clases sociales en donde los de abajo lucharon con los de arriba y produjeron en diversos contextos una clase media que marcaría el ritmo del sufragio.
Con el avance de los tiempos, en esa vuelta de tuerca en donde los medios de comunicación imponían su pensamiento a la sociedad clasista, se produce el gran cambio de paradigma. Las redes sociales, primero con el mail y luego con el Messenger para desembocar en Facebook, Instagram y Twitter redistribuyeron las alturas de las calles de todos los barrios. En lugar de números en las casas, pasamos a números de WhatsApp o usuarios de Facebook.
A partir de entonces, dirimir entramados barriales pasó a formar parte, no de asambleas populares sino de asambleas foristas con moderadores “medio pelo”.
La política (evidencia de los foros) se dirimió en cuestionamientos de opinología dispar, con fundamentos muy vacíos que no lograron reforzar el debate. Cuando se creía que las redes sociales aumentarían, en base a la globalización de la mensajería y del cableado inter continental, la circulación de la cultura, produjeron un leve retroceso de confusión mediática y desinformación absoluta.
Tal es así, que en la búsqueda de una elección más incuestionable, se mutó en sendas equivocaciones y escaladas menos provechosas.
En definitiva, el barrio se volvió a una discusión sin sentido. La clase media sobre todo demostró no estar preparada para afrontar con seriedad el debate, pero el resto de las clases se polarizaron sin un devenir de progreso. Mantuvieron de esta forma el statu quo que terminó por perjudicar a las clases bajas y le dio a las altas su eventual progreso.
Por lo tanto, pretendo y asiento, que cualquier pertenencia de opinión debe ser discutida y defendida en los espacios que realmente funcionan como tal o bien se institucionalizan por individuos de caras visibles y pergaminos incuestionables. (Porque a pesar de lo escrito, supongo que la red social puede tener una utilidad mucho mejor).

No se trata de producir contenido por producir, sino de cuidar verdaderamente el progreso inclusivo de todos. Desde ese lugar, debemos ser gendarmes de nuestro propio destino. Debemos ahondar e investigar con curiosidad responsable todo aquello que nos haga ruido, porque hoy en día Facebook y Twitter siguen siendo vacíos que nadie ha logrado rellenar con contenido responsable. Y allí señoras y señores, se encuentra lo más peligroso de nuestro momento actual: la soledad de nuestros hijos y la publicación de nuestra vida. No todos los que leen son de buena calaña, y de esto me sobran evidencias. 

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