viernes, 29 de diciembre de 2017

Soda Stereo: marca a fuego de una época de cambios.

El período abarcado entre 1976 y 1983 está signado por las consecuencias visibles a través del tiempo. La dictadura militar había devastado no solo la moral económica de la Nación, sino también la moral psíquica de nuestros individuos.


Así como desde finales de los 60´s hasta el 24 de marzo de 1976 la música había sido el sinónimo de la rebeldía de los más jóvenes, del 76 al 83 produjo una doctrina de la irreverencia.
Los años de oscuridad de la Argentina, encontraron en la música progresista y en unos cuantos músicos (exiliados incluso) la voz de su conciencia.
Con el desastre de Malvinas, la debacle de Galtieri y un proceso militar en decadencia, el 83 provoca un nuevo aire.
Desde los atriles irrumpe Raúl Alfonsín y con él la Democracia, el derecho a la libertad de elección y un viento de cambio. La gente necesitaba volver a creer. El pueblo quería volver a cantar.
Si bien Virus magnifica el cambio de estilo musical algunos años antes, fue la llegada de Soda Stereo la que provocó el símbolo de ese cambio. Inesperado, como un torbellino y con la sensación de nunca más Cerati, Zeta y Charly iniciaron un largo y sinuoso camino.
“Con Zeta estudiábamos juntos en la Universidad del Salvador y después llegó Charly que andaba persiguiendo a mi hermana. Pero se quedó tocando música con nosotros. Daba mejor de baterista que de cuñado” [1] se reía Gustavo Cerati.
Soda Stereo no solamente fue un sonido en el nuevo aire, sino que fue el cambio de rumbo hacia una nueva forma de hacer música. La expansión de las raíces de un rock & pop marcado por una sobredosis de TV que lentamente comenzó a llenar los pequeños bares en donde se presentaban.
Rompiendo con algunos mitos, la banda de Cerati compartía los escenarios con Sumo, Virus y Pappo entre otros. Y esto no refiere a un mero dato sino a la confluencia de sonidos que los oyentes podíamos encontrar por aquellos tiempos.
Cerati decía tiempo más tarde: "Ricardo (Mollo) es una persona muy importante y cercana en mi carrera. A comienzos de los 80, antes del segundo disco, con Soda sufrimos un robo tremendo después de un show en Ramos Mejía. Se llevaron el camión con todo: las empresas de sonido y luces quedaron al borde de la quiebra, no tenían nada y nosotros ni instrumentos. Los Sumo nos bancaron y fue Ricardo el que me prestó las guitarras y los equipos para grabar y salir a tocar. Casi nadie sabe eso. Nos hemos visto varias veces y siempre hubo aprecio y valoración mutua."
Sin embargo, los rumores y el público se encargaron de generar puertas afuera una inmensa cantidad de situaciones y declaraciones a fin de que todo fuera una guerra futbolera.
Sin embargo, dejando de lado esa cuota innecesaria de un sonido versus otro (la música es música) lo interesante pasa por el siguiente lugar: tratar ineluctablemente de entender que el nuevo sonido marcaba el inicio y la transición hacia una nueva era del rock.
El marketing y la forma de organizar un recital, mucho más profesional y recurriendo a grandes teatros, sienta el paradigma del rock. Latinoamérica se encontró con Soda Stereo y Soda Stereo encontró en Latinoamérica a un público muy especial.
De esta forma se expande la visión hacia nuevas bandas y, en contraste con la época oscura de la dictadura que influía en la necesidad de voces progresistas, comienzan a consolidar su éxito los Soda Stereo, grupo que vería nacer su primer disco de la mano de Federico Moura de Virus. Sin duda nos referimos a un giro importante. Este tipo de rock le cantaba mucho más al amor que a las causas sociales, pero sin duda su impronta era un sello que indefectiblemente la sociedad necesitaba para olvidar la desdicha de épocas nefastas”
Sin embargo, el rotundo cambio incitó progresivamente a acciones de diverso tipo. Entendido de esta forma, Soda Stereo le entregó a un pueblo en llamas la capacidad de volver a creer, de volver a cantar, de volver a soñar. No se trataba de una época para olvidar, sino de un tiempo de profesionalización del rock.
Cada masivo recital de la banda, fue una movilización inusual. “Dany Giménez explica: “Cerati era un tipo con glamour que pertenecía a otro estrato social. Con una banda tan grande y un ego tan grande. Pero soda fue una banda popular. 150.000 personas en la 9 de julio”. Así, da cuenta de que a pesar de su estilo y su origen, Cerati había logrado lo que muy pocos pudieron: La mancomunación de diversos polos sociales”.
En definitiva, eso es Soda Stereo. No solamente un cambio musical en la era del rock, sino un sueño, una esperanza y una forma de creer que a partir de la música, todo puede ser mejor.
Soda Stereo fue la expresión del pensamiento de miles de personas que necesitaban volver a sentir aquellas sensaciones. Era la compañía abstracta para un grito de realidad. Era la mirada de la Democracia que venía a proponer una nueva Argentina. Era la historia de unos pocos que se transformaron en la de unos cuantos. Soda Stereo era simplemente un grupo de pibes que un día se subieron a un escenario y nunca (por más que lo hayan cantado) hubieran creído llegar a ser del Jet set. Y eso es el síntoma suficiente de que en esta vida los sueños pueden hacerse realidad. 





[1] Gustavo Cerati. Hola Susana. Telefe. 

martes, 19 de diciembre de 2017

Aquellos héroes de mi infancia: “El Zorro”.

Anochecía en Argentina cuando las pantallas mostraban una luna blanco y negro nos mostraban la figura de un hombre de negro con capa y espada y que peleaba por la libertad de California. Siempre eran las 18:30 Hs. Y siempre aparecía. Nunca fallaba. Como en la serie, el Zorro transformaba lo imposible en posible. Era su tiempo. Era nuestro mágico mundo de ensueño.
Si bien las versiones de “el Zorro” son ilimitadas, me voy a tomar la atribución de hablar de aquella que creo que fue la más fiel y representativa del libro escrito por Johnston Maculen. Y es la de Walt Disney centrada básicamente en los años de la dominación española sobre América en general y de California en particular. Año 1820 para ser más precisos.


En mi primera concientización de por qué adoraba al zorro, me di cuenta de que había una gran oposición con los súper héroes de dibujos animados. Este era más real. Se lo veía de carne y hueso. Tenía una espada y se enfrentaba a villanos de verdad. Pero como si fuera poco, no tenía súper poderes que lo hicieran invencible, sino que me sobrecargaba de adrenalina cuando Diego de La Vega tenía que luchar. Es que en cualquier momento lo podían matar.
Pero eso nunca pasó. La habilidad del héroe con la espada era tal y su mente tan brillante, que someter a todo un ejército de tiranos españoles era tan solo un trámite para el valiente.
En mi segunda percepción, ya mucho mayor, “el zorro” no dejaba dudas. Su doble personalidad le daba eficiencia a la búsqueda de la liberación de sus opresores y dedicaba su vida a los demás sin pensar en la suya propia.
Y en mi tercera conmoción, me di cuenta de un caso particular. “El zorro” luchaba contra los tiranos en defensa del rey de España. ¿Es una blasfemia? ¿Es la deconstrucción del personaje? ¿Es la causa del zorro luchar para defender una tiranía mucho más compleja? Para todo esto hubo una respuesta.
Tuve la suerte de ver la serie en innumerable cantidad de veces. En distintos momentos de mi vida y hasta repitiendo las temporadas una y otra vez. Pero no fue sino hasta adquirir otras lecturas sobre América en que logré darme cuenta de cuáles eran las respuestas a estos crucigramas.
No se trataba de obtener radicalmente la libertad de América (ni la de California como tal que hasta ese momento era parte de México) sino de pensarla.
No existía una forma evidente de hacer la revolución. Eran los tiempos de San Martín, que ya había cruzado Los Andes y que estaba pensando el Perú. Eran los tiempos de Bolívar que había soñado la libertad de las futuras naciones, muriendo y resucitando una y otra vez. Y “el zorro” era un mero colaborador dentro de un territorio que todavía se había jurado español.
¿Entonces cómo hacer la Revolución? No se podía abolir el pensamiento de los peninsulares españoles de un día para el otro, ni se podía destruir a un ejército por completo. Eso lo podría hacer Superman, pero permítanme que les diga lo siguiente: Superman no hubiera podido por dos motivos. El primero es que Superman no hubiera estado emparentado por la causa americana ya que su país de residencia había dejado de ser colonia hacía muchos años y ya pensaba en su dominio de la región. Y si este alegato no sirve de mucho, les recuerdo que Superman no existe.
Entonces la tarea de “el zorro” era mucho más perspicaz, más complementaria y más necesaria a la vez. Porque sin hombres de tal valentía, no se habría logrado la transición hacia un mundo mexicano más real.
Y no hace falta recaer en lo obvio, el zorro es un personaje de ficción. Pero cuando hablamos de “realismo” enseguida podemos hacer una relación referencial. “El zorro” es tan comparable con los movimientos juntistas de América que juraban por el rey de España con el fin de hacer tiempo para pensar la transición a la Independencia, como es comparable con el nombrado San Martín, Bolívar y sumaría Miranda y O´Higgins. Hombres que le dieron a América una identidad y un concepto definitivo de pueblos del Sud.
Dentro de la serie, el sargento García representa a aquellos soldados que no se unían a los ejércitos por el mero hecho de creer en la causa, sino más bien por un cierto reconocimiento al prestigio que otorgaba ser parte de una sociedad militar. De ahí que si algo no pudo cambiar el sargento era su inocencia y su bondad.
“El zorro” ha demostrado a través de los tiempos la perdurabilidad necesaria para que todas las generaciones se hicieran eco del mismo. Que nadie pasara por este mundo sin saber quién era “el zorro”. Y si bien la serie fue hecha por una empresa del capital norteamericano, se respetó ese aire de libertad americana que no así sucediera en el caso de las películas como la última de Banderas.
Pero más allá de eso, “el zorro” de Guy Williams obtuvo el cariño de los más chicos. Inexplicablemente y con evidencias de lo que digo. El día en que mi hijo (en aquel tiempo de 3 años) tuvo que elegir su primer traje, no eligió a Spiderman, eligió al zorro. Sin conocerlo. Sin haber visto siquiera un capítulo.
Fue entonces que me di cuenta de que “el zorro” sí tenía un súper poder. No era un láser ni un fuego. Era el súper poder del encantamiento americano: la libertad, la independencia y los sueños de cambiar nuestra Historia. Sea eso quizás lo que encantó a mi hijo. Sea ese quizás el mismo encantamiento que produjo en mí desde siempre. Sea ese quizás el fuego de América que nunca debería de apagarse, para permitirnos ver que los pueblos unidos y de hombres con sueños, pueden ser mucho más importantes para una futura igualdad en la sociedad que un pueblo vacío y sin identidad.
Hoy traigo al zorro, a su espada y a su corcel. La vida de una sola persona entregada al fragor de las banderas de la ilusión.


miércoles, 6 de diciembre de 2017

Los cien años de soledad de América

A través de este texto, realizo una explicación sobre el libro "cien años de soledad" de Gabriel García Márquez basado en su discurso de 1982 mientras recibía el premio Nobel de literatura. Para entender un poco más cuál es el nudo de la soledad americana. Espero que les guste. 



Cien años de soledad.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo” (García Márquez 2015: 3)
Repentinamente, como si los cielos se alinearan con la tierra, resurgió en mi cabeza la vieja idea de recrear brevemente la historia de Macondo. No desde su realidad, pero sí desde su condición de elemento irrefutable de la huella de Latino América.
El libro escrito por Gabriel García Márquez narra con cierto irrealismo, pero con la suficiente dosis de veracidad, los acontecimientos más imperfectos, increíbles y mágicos de nuestra América como nadie lo había hecho hasta entonces.
Para el momento en que al autor, premio Nobel de literatura 1982, había esbozado sus páginas y publicado sin un centavo el libro en una editorial de Buenos Aires, los sucesos se daban casi por defecto y desafecto en nuestro territorio americano.
Las grandes potencias dominantes ejercían un poder inconmensurable, mientras que la Cuba de Fidel Castro solidificaba su movimiento rechazando incursiones externas y con un Castro erigiéndose como el promotor de los grandes movimientos anti imperialistas.
En la Buenos Aires de ese entonces, el golpe dado al gobierno de Arturo Ilia resaltó la endeblez con la que el sistema democrático se venía presentando desde los inmemoriales.
En el contexto de la publicación del libro, Gabo se encontraba ante un mundo definitivamente individualista, en donde la guerra de Vietnam se convertía en una guerra ideológica a la vez que perdida para Estados Unidos.
Pero no es el contexto de “Gabo” lo que nos preocupa. Sino el contexto de una guerra probablemente mucho peor. La guerra contra la soledad, esa que despoja de los libros toda información posible y extravía los paraderos más imprescindibles.
La soledad toma las riendas del libro. Se transforma en un eje con gran necesidad de visitar y un remedio conformista que no permite pensar. Los personajes, sucintos a los ciclos de la vida, desarrollan sus sensaciones de muerte constante incluso en detrimento de sus propios progresos.
Así da inicio este trabajo, en donde Macondo (esa Ciudad irreal o no) se transforma en el escenario de un teatro repleto de personas que alguna vez trataron de esbozar el resultado final de sus páginas.
La familia Buendía
La familia de los José Arcadios, los Aureliano y las Úrsula y Rebecas de errantes pasos, fueron el condimento perfecto que García Márquez utilizó para darle vida al libro.
A pesar de esto, fue la figura de Úrsula Iguarán la que marcó a paso agigantado el ritmo del libro, siendo la esposa de José Arcadio Buendía, fundador de Macondo y de la familia del ilustre apellido.
Úrsula, cuenta el propio autor, vivió aproximadamente ciento veintidós años y convergió con las subsiguientes generaciones imprimiéndoles el sabor del apellido y los sueños rotos de su linaje.
Dentro del texto, Úrsula fue catalogada como la verdadera reina ante la impávida mirada de sus jóvenes tataranietas.
La figura femenina no solamente queda representada bajo su estampa, sino que también queda abocada al sostenimiento de su familia como el pilar fundamental de toda hora y todo lugar.
Úrsula no tenía miedo de enfrentarse a militares deshonrosos ni a forasteros insolentes. Ni siquiera temía enfrentarse a sus propios hijos. Tan capaz de amar como de encadenar a su esposo José Arcadio en un tronco a la intemperie.
Por tal motivo, si algo podemos enfocar de Úrsula, es la figura de una mujer con amplio bagaje social. Sentenciada a los caminos de la locura a los que sin embargo pudo esquivar.
Úrsula Iguarán es la figura de la feminidad del libro, en donde podemos representarla en un aula mediante un movimiento feminista que a través de los tiempos debió de sufrir las desconsideraciones de las Instituciones de cada país.
Por el contrario, Úrsula solo era ella, sin acompañamientos ni figuras trascendentales. Solo ella como símbolo inequívoco del paso del tiempo.
José Arcadio Buen Día.
La figura del fundador de Macondo ya lo propone a José Arcadio como el gran símbolo de su época. Más allá de esto, es justo aclarar que la llegada de Melquíades y los gitanos lo insertan de lleno en un conjunto de actividades con tendencia al progreso.
Obnubilado, persistente y voraz, José Arcadio veía pasar las horas de su vida haciendo alquimia o tratando de inventar piezas que le sirvieran para el progreso.
Su alma emprendedora se contrapone con los graves inconvenientes que le producen los fantasmas de su pasado. Por tal motivo se encuentra en cierto momento de su vida abandonado a la ira y supeditado a los designios de su vejez.
En él se representa claramente el derrumbe de aquellos individuos que ante el avance del liberalismo comenzaron a perder su felicidad, sus ideales y sus proyectos.
Aureliano Buendía
Es quizás la figura más emparentada a los movimientos de América y, no por cualquier cosa, el libro comienza con su nombre.
Un hombre común transformado en coronel y luchador de causas perdidas por las que además pierde a todos sus hijos y que de buenas a primeras decide salir a luchar.
Macondo funcionó durante esos tiempos como una trinchera de vidas inconclusas y de muertes violentas a causa de las sucesivas guerras. La muerte no era para él sino el símbolo de una lucha que no tenía sentido.
A través de la muerte de su esposa Remedios, su vida da un vuelco y su soledad lo obliga a pelear por algo que apenas conoce. El único ideal que lo conmueve es el de no morir de amor.
Las arrugas de Latino América quedan resumidas en él. En sus avances mortales y en sus retrocesos. En su lucha armada y es su descanso también.
Rebeca y Amaranta Buendía
Las dos hermanas (la primera adoptada y llegada de quién sabe dónde) logran desarrollar a través de la novela, un sinfín de insatisfacciones mutuas.
Ambas indican la visión de la época y el paso del tiempo. La felicidad del cuerpo y la decrepitud. La consideración de todo aquello que debía ser considerado como una moral de la mujer. Cocinar, lavar, planchar, coser y bordar, aprender a bailar.
Los desamores de una para con la otra proponen un eje en la escritura en dónde nunca se sabe cómo habrá de terminar.
Los años de soledad de estas dos mujeres, son la consecuencia de no pensarse a la una como la otra como parte de una misma necesidad de progreso. Y en cierto modo, América y su falta de regionalización y unión, las envidias paralizantes entre países y los ideales corruptos y deformados de la realidad, provocan una lucha constante por no envejecer, por no desfallecer y por no morir en soledad.
La Historia
Así queda a la vista el tronco de la novela, en dónde todo comenzó. Las generaciones de Buendía embellecen simplemente las historias dramáticas y provocativas de nuestra América.
Se ha dicho que es un relato “mágico y lleno de metáforas”. Pero el mismo autor, en su discurso durante la entrega del premio Nobel de Literatura de 1982, ha sido claro al respecto, ejemplificando cada una de las extrañezas y locuras que se han dado a lo largo y a lo ancho del continente, desde nuestros nativos hasta las últimas dictaduras militares que acabaron por ser un etnocidio y una depravación.
En la narrativa, García Márquez utiliza al pueblo de Macondo (su Aracataca natal) como un lugar ficticio y explica los cambios de América, desde su arcaísmo hasta su progreso final con la llegada del ferrocarril.
A la vez no pasa por alto la figura de la violencia, la dictadura y la corrupción de forma sutil tanto como de manera metafórica. (Eso no lo resta de ninguna forma veracidad al texto).
El argumento cuenta los sueños postergados de una familia condenada a vivir en una ilusión constante y en un intento de consenso incansable entre sus mismos miembros que, al cabo de los años, seguirá provocando más desavenencias de lo esperado, tanto al pasado como hacia el futuro.  
¿Por qué en América?
La región, desde la llegada de los españoles, siempre fue una visión positiva para las formas de progreso de potencias extranjeras necesitadas de expansiones constantes. La apertura hacia el nuevo mundo produjo una ilimitada expansión para ellos y la pérdida del mismo un inevitable retroceso que los obligó a buscar nuevas formas de incursión (dictaduras, neoliberalismo, opresiones económicas y desigualdad).
América (o Macondo) evolucionó tanto como involucionó. Sus actividades de progreso estuvieron siempre involucradas a procesos mucho mayores ante la vista de los grandes imperios. Y en ese tenor, es indudable que a Macondo le ocurriera lo mismo.
De ser un pueblo olvidado incluso por el olvido mismo, a estar específicamente ligado a procesos de revoluciones, contrarrevoluciones y dictaduras permanentes, sin olvidar corrupciones oligárquicas.
La llegada al mar y el dominio del mismo, una búsqueda de los fundadores de Macondo, fue incluso la perdición del mismo pueblo. De buscar el lugar adecuado para fundar una aldea, se transformó en el lugar dominado por todos. Por un gobierno y por las fuerzas de la naturaleza.
Sostenidamente podemos decir que América quedó presa de sí misma, quizás por no animarse a producir individual y progresivamente su propio capital. Aquellas dominaciones coloniales se extendieron hasta nuestros días, uniformemente y en silencio y con un discurso de mismos objetivos. Mientras que los movimientos no alineados a dichas formas, se contentaron con batallas internas que no lograron uniformarse detrás de un mismo sentido social.
Solamente la Revolución cubana de Fidel Castro y Ernesto Guevara en 1959 pudo tomar el poder en una sociedad de violencia, apropiarlo y tejer las alianzas necesarias para sostenerlo en el tiempo. Incluso hoy continúa siendo la piedra angular de todo proceso americano que se digne de luchar en contra del sistema.
En otros casos, como Allende o la Revolución Sandinista de Nicaragua, no pudieron canalizar el poder otorgado por el pueblo y, en consecuencia, no pudieron lograr ni la perpetuidad o los objetivos a los que había llegado Fidel Castro. Por otro lado, el Partido Comunista boliviano tampoco reaccionó de la forma esperada ante la presencia de “che” Guevara en su país.
Cada intento por mejorar las condiciones político - sociales de América, necesitó de ciertos procesos por la vía democrática o bien del consenso que chocaban con los intereses de potencias externas. En ese sentido, la utilización de la violencia en equilibrio con la diplomacia y la negociación hicieron de Fidel Castro el caso atípico del territorio.
Por otro lado, cada intento de reforma agraria fue, en la búsqueda de un reparto igualitario entre los individuos más necesitados, la omisión de los mismos. A veces negando un real reparto de tierras y otras realizándolo pero con algunas contradicciones en favor de los terratenientes.
La soledad de América, como dice García Márquez, no es solamente la metáfora de un buen libro sino la sucesión de hechos que complejizaron sus políticas de desarrollo.
La llegada del ferrocarril, como esa tecnología capaz de comunicar, unificar y sostener territorios, fue para Macondo lo directamente proporcional a América: un signo de evolución pero también de corrupción mediante la cual las oligarquías imperantes y las potencias dominantes se quedaron con aquella ilusión.
De aquí que José Arcadio Buendía fuera tan reacio al movimiento social de su pueblo y tan necesariamente analfabeto de los mundos ajenos.
Su propia evolución en el laboratorio de alquimia era la necesaria para Macondo, pues no estaba infectada con el desequilibrio del capital.
Si bien el libro centra su atención en un curioso desentendimiento (casi analfabeto de José Arcadio) queda sensiblemente expuesto que tanto él como muchos sabían que por fuera de La Ciénaga podía existir un mundo.
¿De dónde venían los gitanos del progreso con Melquíades a la cabeza? ¿Hacia dónde iban los árabes en busca de sus mercancías para comerciar?
Con los tiempos en plena emergencia social, las oligarquías y los ejércitos dominantes provocando evidentes crisis, Macondo no era a la vista del forastero una tierra más. Era un mundo en sí mismo. Una develación a desentramar y un conjunto de personas enrarecidas por la soledad.
No es cualquier descripción ni una mera coincidencia. Es exactamente la mirada de las grandes potencias a cerca de nuestra América, la que provoca que “Cien años de soledad” no sea solo la literatura de un Nobel, sino la intensa capacidad de enarbolar ideales y provocar reacciones necesarias para una reacción en masa.
Conclusión
La elección de este libro “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, no fue adrede ni por el azar de una simple lista.
Había elegido el libro en mi salida de la adolescencia, pero inevitablemente la lectura de nuevos textos, el avance de las tecnologías y la cantidad de información y documentos circulantes, provocarían otro tipo de reacciones en mí.
Sintéticamente hablando, me doy por convencido de que esta fue la primera vez que lo leí. Y el motivo es sencillo. Gabriel García Márquez no escribió un libro sobre la familia Buendía ni un texto metafórico y mágico. Escribió la verdadera historia de América. La historia de su soledad. La razón de su devenir histórico, de su política y de su sociedad.
Invariablemente los recursos que brinda el libro, provocan la causa y la consecuencia de la curiosidad. Con su recorrido histórico (capaz de producir fuentes constantes de desarrollo), con su sostenimiento narrativo (mediante el cual podemos esbozar una línea de tiempo desde la colonia hasta mediados del siglo XX) y con un cambio de paradigma dentro de la literatura (con el que podemos trabajar a base de las ideologías del autor y el significado de lo que escribe).
García Márquez demostró que la historia de América era tan importante como la historia del mundo. Tan fatalista como ella y tan impertinente como para cambiar las cosas.
El grave problema de la soledad y la desolación se contraponen con movimientos que de alguna forma trataron de reconstruir los tiempos, aunque el cambio radical que impuso la Revolución cubana luego de un tiempo en el poder, fue el único que rompió con el innatismo producto de las oligarquías.
Este libro es una condición necesaria para el historiador como trabajo de investigación áulica y para acercar la literatura latinoamericana a los jóvenes.
Siendo un emprendimiento de constante trabajo, no caben dudas que los medios económicos y de poder se vuelven en favor de la propagación del mismo.
En ese mundo impensado, la instalación de proverbios norteamericanos dentro de Macondo (incluyendo individuos) indujo a pensamientos que contradecían las propias causas del mismo devenir.
“En las condiciones del mundo unipolar, el imperialismo norteamericano creyó que podría implantar en el subconsciente un modelo de democracia neoliberal, que garantizara sus intereses sin necesidad de recurrir a sus métodos tradicionales de injerencia e intervención – como las invasiones militares, los golpes de Estado, los fraudes, las dictaduras militares, los asesinatos políticos y otros -, que tanto repudio llegaron a concitar en la opinión pública estadounidense y mundial”. (Regalado 2007: 202).
Las inversiones del aparato militar y económico mediante los lazos tendidos entre el imperialismo y el neoliberalismo, generaron un diálogo entre estos y en contra de la actitud latina. En este diálogo, el grito americano se fue apagando a través de los años y las viejas ideas de San Martín, Martí y Bolívar fueron soportando los embates de la calumnia barata.
Retomadas por Chávez, Kirchner o Lula, esas ideas debieron de adaptarse a un nuevo contexto de divergencias hacia afuera. Fue el comienzo de una regionalización. De una convergencia capaz de hacer del populismo una causa americana y una nueva fuerza capaz de disputarle el poder a “lo imperial”.
“Después de ejercer la vice presidencia de los Estados Unidos durante los dos mandatos de Ronald Reagan (1981 – 1989), al asumir el gobierno el 20 de enero de 1989, George Herbert Bush se coloca en posición de cosechar los frutos de la política de fuerza de su predecesor”. (Regalado 2007: 166).
Este uso de la fuerza trató de mostrar una nueva construcción de la opresión, desde una versión menos chocante que la instauración de sucesivas dictaduras, sino la búsqueda de una economía con tendencia al fracaso para las políticas latinas.
Por tal motivo, y con la dependencia de gobiernos que no cuestionaban demasiado, se fue generando una cantidad de situaciones que actuaban en conjunto para ver cuál cuajaba mejor en el desenlace norteamericano.
Los noventas fueron la bisagra de esa construcción y la provocación a sociedades menos desarrolladas. A grandes rasgos, ya no fue lo mismo América para el mundo a lo que fue el mundo para América.
Así como en Macondo, y como asegura Villaboy (2010: 10), había que transformar las arcaicas políticas sociales de un país y romper las estructuras que no permitieran un supuesto progreso.
El apogeo de inmigrantes, los crecimientos edilicios, las mentalidades de la época y las disputas territoriales (hacia adentro de cada territorio y hacia afuera) con la consecuente incorporación de capitales extranjeros, fue la contribución explosiva y determinante de un cambio dentro de la sociedad y de una estratificación cada vez más hacia arriba.
Sobre todo, luego de la primera y segunda guerra mundial, la llegada de inmigrantes provocó grandes cambios en los diferentes países de América. Tal es así que “En aquellas ciudades donde se produjo la concentración de grupos inmigrantes la conmoción fue profunda. Muy pronto se advirtió que la presencia de más gente no constituía solo un fenómeno cuantitativo sino más bien un cambio cualitativo. Consistió en sustituir una sociedad congregada y compacta por otra escindida, en la que se contraponían dos mundos.” (ROMERO, 2010: 31)
Ni Macondo ni su autor lograron escindirse de semejante aparato social. Una maquinaria difícil de postergar, difícil de comprender y difícil de concluir.
En este conjunto tan dialéctico entre estructuras antiguas y nuevas, “cien años de soledad” engloba un mensaje a la vez que un pedido de auxilio. Pero no hacia el mundo internacional, sino hacia la misma sociedad americana que, en su propio individualismo y en su extraña soledad, no puede ver más allá de un horizonte tapado por una sola palabra… PROGRESO.

Bibliografía
-ROMERO, José Luis. Latinoamérica las ciudades y las ideas. Buenos Aires. Siglo XXI. 1976.
- ANSALDI, Waldo y Verónica Giordano. América Latina. La construcción del Orden. De la colonia a la disolución de la dominación oligárquica. Ariel. Buenos Aires. 2012.

-REGALADO, Roberto. América Latina entre siglos. Dominación, crisis, lucha social y alternativas políticas de la izquierda. Ocean Sur. Ciudad de México. 2006. 


martes, 28 de noviembre de 2017

Aquellos héroes de mi infancia: “El Chapulín colorado”.


"Superman es un antihéroe, pero el Chapulín sí es héroe porque siente miedo y lo supera".  Chespirito

Cuántos recuerdos esboza la mente en un abrir y cerrar de ojos. ¿Será que nos ponemos más maduros o bien que nos volvemos humanoides nostálgicos por defecto? Aunque más que seguro sea un intento de revivir aquél lugar en que alguna vez fuimos felices.
Dicen que la máquina del tiempo no existe. Pero algunos promueven la idea de que pronto llegará el día en que muchos viajarán al pasado. Sin embargo creo que, de alguna manera misteriosa, todos tenemos la inmensa capacidad de romper la barrera del sonido y viajar a mundos dispares. Aquellos en los que aunque sea por unos segundos tuvimos la capacidad de dejar una huella.
En este preciso instante yo me tele transporto. Aunque algunos no lo digan y otros lo ignoren, estoy seguro de que el método no puede fallar. Lo que realmente hace a la falla es ese miedo de regresar al olvido, al desengaño y a esos instantes en que fuimos felices… Porque (dicen también los maestros de la desilusión) que “al lugar en el que fuiste feliz, no debieras tratar de volver”.
Y eso es muy argentino. Muy porteño. De arrabal y tango. Muy de esos tiempos en que ya nada volverá. Un síndrome de aquella curiosidad que no nos permite interpelar a nuestro pasado y preguntarle por qué motivo cambiamos las risas y nos volvemos un sinfín de problemas enraizados en el stress… Si reír también hace bien, ¿para qué complejizar nuestros propios dilemas de existencia con causas anti felicidad?
Hoy curiosamente pensaba en algún instante de mi tiempo terrenal en que yo hubiera sido feliz. Todos los días de la semana, teniendo 8 años, a las 20 horas y mirando la televisión mientras mi papá vagaba por la casa, mi mamá preparaba la comida y mi hermano se sentaba a mi lado. (Probablemente la más chica se ponga celosa, pero aún no estaba para ese tipo de bagaje).
En esas normas delicadas de los convenios familiares en dónde las individualidades forman el conjunto, me daba cita con la pantalla chica y me reía con el Chavo del 8 y el Chapulín colorado junto a un séquito de personajes que se sucedían una y otra vez a través del tiempo.
El humor era otra cosa. Y los valores también. La casa misma era otra cosa. Porque todavía no habíamos madurado lo suficiente para entender que un día nos mudaríamos, que creceríamos y que todo cambiaría. Pero que, a pesar de esto, la inmortalidad televisaba de Roberto Gómez Bolaños nos acompañaría en nuestro cambio. En nuestros progresos y retrocesos. Para reírse con nosotros o hacernos reír cuando debíamos de llorar.
Su humor no conoce de humedad ni del paso del tiempo. Está intacto en la fama de los débiles y en el debate de los ricos. Hace que se replanteen millones… si vivir en un barril no ha sido el significante de esta sociedad en la que dichos barriles se multiplican, pero que a pesar de eso no hay ningún Don Ramón que nos acompañe.
¿Por qué durante toda una vida nos reímos del Chapulín? Si en realidad el que se escondía tras una doble personalidad era Superman que defendía los estamentos del capital. Mientras tanto, el pobre y bienhechor Chapulín, afrontaba su miedo y hacía de su causa una revolución constante.
No mataba. Regeneraba. Dejaba un mensaje. Producía valores y garantizaba lealtades: la de todos los chicos que nos sentábamos a ver sus hazañas y sus incorregibles confusiones (para las cuales tengo la teoría de que simplemente se hacía el tonto para dar más ventaja).
Roberto Gómez Bolaños ha sido para mi generación una risa inolvidablemente feliz. Y no hemos sido egoístas. Sino que lo hemos recomendado de generación en generación. Y se hizo masivo y atemporal. Y a pesar de que héroes del capitalismo se antepongan mediante sistemas de poder, este señor simplemente hizo algo más grande aún: no disparar un solo tiro y conquistar el mundo a fuerza de un chipote chillón.
¿Cómo se hace para extrañar a alguien a quién no conocimos en persona? Simplemente conociéndolo más de lo debido. Es así. Porque todos lo conocimos sin saber.
Por eso es necesario. Es recomendable. Todos deberían de hacerse cargo de que pueden viajar en el tiempo y recobrar algo de allí. Las risas, la música, las navidades o lo que fuera.

Tres años hacen ya desde que partieron todos ellos. (El chapulín, el chavo, el chómpiras… Chespirito). Un ejército de chapulines cargó el féretro del súper héroe más temerario de América y del mundo. Un ejército de súper héroes norteamericanos, apesadumbrados, tristes y perplejos ante la situación se preguntaban mientras ayudaban a cargarlo… ¿Quién fue Chespirito? ¿Por qué lo quieren tanto? La respuesta es simple… Un hombre que era “más ágil que una tortuga... más fuerte que un ratón... más noble que una lechuga y que su escudo es un corazón”. Para entender eso, todavía deben de luchar un poco más. Allí radica el heroísmo. Es más que una lucha de poder. Es una lucha del corazón. 





La mujer y la música: el símbolo global de los cambios en la sociedad.


La lucha de la mujer a través de los tiempos, entramó a su figura en un debate constante. No solo eso, sino que además, por propias voluntades, se abrió paso dentro de las estructuras políticas, sociales y económicas.
Desde el ascenso de la mujer a un mercado de trabajo, mejorando progresivamente sus condiciones sobre todo en el siglo XX, ya nadie pudo discutir su bien ganado lugar. A lo sumo el esbozo machista que se escucha, es un manotazo de ahogado, una sensación de intranquilidad o bien una incomodidad propia de una revalorización constante del sexo femenino.
Increíblemente (y a pesar de los vertiginosos cambios) la mujer se encuentra en un lugar entendido aún como una debilidad. Víctima de los abusos y excesos de la sociedad, muchas veces queda reducida a esa figura, generada incluso desde los mismos movimientos feministas que no reparan en la necesidad de reforzar con más énfasis ese rol y se prestan a juegos mediáticos de poderes económicos que dicen reivindicarla haciendo lo contrario.
Sin embargo, su figura de poder dentro de la sociedad no debe quedar sometida al discurso de aquellos que lucran con esa mirada. Sino que debe ser correctamente apreciada como lo que es: un ser humano que a través de sus propias conquistas ha logrado superar un sistema que no se prestaba al debate, excepto cuando este fue derrotado en su propio terreno.
De esta manera, la mujer se vuelve una realidad del nuevo campo social. Toma las riendas de este inescrupuloso sistema desigual y se presenta como la causa y el efecto de las movilidades sociales.
Tal es así que dentro de un ambiente netamente machista como es el mundo de la música, la feminidad también abrió las aguas y pasó campo abierto las fronteras del debate. Se transformó en una realidad.
A tales efectos, figuras nacionales como Fabiana Cantilo logran causar los mismos efectos en los oídos de un hombre como de una mujer, de un rockero o de un folklorista, reversionando temas que habían quedado en el olvido.
El metal no es caso omiso del asunto. Aquellos grupos como Épica o Delain y Nightwish se suben al podio liderado por la cantante finesa Tarja Turunen que, para sorpresa de quien escribe, presenta un público con mayoría de hombres saltando y pogueando al ritmo de su voz.
Así, el metal (esa música tan representativa de lo masculino) es influido claramente por la figura femenina y por su estética.
Cito a consideración el caso de Tarja Turunen debido a la internacionalidad de la cantante y de su multiplicidad para adaptarse a las distintas épocas. Además, en su último trabajo, presenta un tema sobre violencia de género y esboza en sus conciertos el mismo mensaje: nosotras somos lo suficientemente fuertes como para producir el cambio de nuestras vidas.
Los puentes sociales han sido tendidos, resta por equilibrar las posiciones y elegir las armas de lucha para llevar adelante un mejor entendimiento, una mayor consideración y un mejor progreso como lo que somos: seres humanos.

Por consiguiente, es necesario que el hombre se adecúe al nuevo sistema de competencia y genere el mismo progreso del que hablamos. Pero dentro de este esquema inicial, surge del texto entero una pregunta… ¿Estamos preparados para ese cambio? 


martes, 21 de noviembre de 2017

La vecindad de las redes sociales.



Los tiempos cambiaron y está claro que las reglas también. Muchas de las cosas que se vaticinaron durante la globalización, produjeron un cambio gradual o radical dentro de la sociedad. Incluso el sistema político debió de adaptarse.
No hablamos aquí de un sistema anticuado (que merece ciertas revisiones) ni de paralelas estructuras de poder. Pero sí hablamos (y esto es lo que nos une en esta posdata) del debate mismo de esas estructuras de poder.
Como bien sabemos y a modo de resumen veloz, una estructura de poder está sostenida por una reciprocidad político – social que data de los primeros tiempos. Porque los hombres, en su afán de progreso, produjeron las mismas herramientas que los ayudarían a construir sus ciencias, su propiedad y la misma medición de la tierra que los determinaría como propietarios de su propia privacidad. En definitiva, como los “mejor ubicados socialmente”.
Cuando todo lo nombrado ingresó en un sistema de comercio e intercambio, de multiplicidad de viajes y aumento de las mercancías a mercantilizar (por dinero o especie) ingresamos en el letargo del capitalismo y la gran globalización en donde las desigualdades estamentarias se hicieron más profundas.
Las estructuras de poder devoraron a las ciencias (en su producción de antídotos para los malestares, en su promoción del avance tecnológico en detrimento de la explotación del otro y de las negociaciones en torno a políticas estatales) y las ciencias se vendieron al mejor postor.
Es así que aquellos enfermos que necesitaban de las ciencias debían pagar un alto costo por las mismas al igual que los campesinos y comunes debían pagar con sudor y sangre por el avance de las maquinarias de arado, de cultivo e incluso de imprenta.
Esta desmedida y creciente globalización comenzó a acercar a través de los mares a las poblaciones de distintos continentes. La comunicación se fue volviendo progresivamente más efectiva y los inmigrantes que fueron llegando a Argentina pudieron comunicarse (sin guerras de por medio) de mejor forma con sus parientes.
Los inmigrantes llegaron para cambiar la historia de la Nación y, en otra medida, a la mismísima cultura del país. Esto se vio mejor representado en los barrios y en las pujas de clases sociales en donde los de abajo lucharon con los de arriba y produjeron en diversos contextos una clase media que marcaría el ritmo del sufragio.
Con el avance de los tiempos, en esa vuelta de tuerca en donde los medios de comunicación imponían su pensamiento a la sociedad clasista, se produce el gran cambio de paradigma. Las redes sociales, primero con el mail y luego con el Messenger para desembocar en Facebook, Instagram y Twitter redistribuyeron las alturas de las calles de todos los barrios. En lugar de números en las casas, pasamos a números de WhatsApp o usuarios de Facebook.
A partir de entonces, dirimir entramados barriales pasó a formar parte, no de asambleas populares sino de asambleas foristas con moderadores “medio pelo”.
La política (evidencia de los foros) se dirimió en cuestionamientos de opinología dispar, con fundamentos muy vacíos que no lograron reforzar el debate. Cuando se creía que las redes sociales aumentarían, en base a la globalización de la mensajería y del cableado inter continental, la circulación de la cultura, produjeron un leve retroceso de confusión mediática y desinformación absoluta.
Tal es así, que en la búsqueda de una elección más incuestionable, se mutó en sendas equivocaciones y escaladas menos provechosas.
En definitiva, el barrio se volvió a una discusión sin sentido. La clase media sobre todo demostró no estar preparada para afrontar con seriedad el debate, pero el resto de las clases se polarizaron sin un devenir de progreso. Mantuvieron de esta forma el statu quo que terminó por perjudicar a las clases bajas y le dio a las altas su eventual progreso.
Por lo tanto, pretendo y asiento, que cualquier pertenencia de opinión debe ser discutida y defendida en los espacios que realmente funcionan como tal o bien se institucionalizan por individuos de caras visibles y pergaminos incuestionables. (Porque a pesar de lo escrito, supongo que la red social puede tener una utilidad mucho mejor).

No se trata de producir contenido por producir, sino de cuidar verdaderamente el progreso inclusivo de todos. Desde ese lugar, debemos ser gendarmes de nuestro propio destino. Debemos ahondar e investigar con curiosidad responsable todo aquello que nos haga ruido, porque hoy en día Facebook y Twitter siguen siendo vacíos que nadie ha logrado rellenar con contenido responsable. Y allí señoras y señores, se encuentra lo más peligroso de nuestro momento actual: la soledad de nuestros hijos y la publicación de nuestra vida. No todos los que leen son de buena calaña, y de esto me sobran evidencias. 

sábado, 18 de noviembre de 2017

De aquí, de allá o de no sé dónde, simplemente “CHE”.


Es el incomparable instante en donde algo dentro de mí quema, duele, arde. Es el síndrome de no saber esperar a quién sabe qué antes de escribir alguna vez sobre él.
Suscita en mis más disonantes sueños elaborar una profunda crisis interna sometida a los tiempos que corren, sin abandonar los viejos idealismos que me llevaron a discutir el camino que simplemente yo creo correcto.
No es el cuento ni la narrativa de una hazaña monstruosa, ni la conjetura histórica de pensar ¿Quién fue? ¿Quién es?... ¿Por qué lo hizo?
Hoy me atrevo, sin dudas, a esa competencia feroz de textos disidentes y consecuentes. Hoy tomo la posta de mi propia bandera, la que levantara como adolescente y adulto ante las injusticias del tiempo y de la Historia. En cada marcha, en cada sueño y en cada recóndito espacio en dónde las palabras se vuelven multitud y la multitud se vuelve voz.
Muchas veces me dediqué a buscar algo. Buceando en sus acciones o en sus discursos… o simplemente en sus ojos.
¿Qué guardaba el niño que el “che” llevaba dentro y cuáles eran sus ideales más intensos? Y allí veo, en la marea de sus tantas vidas, el resumen inmenso de su mito.
“Poco a poco percibimos como van cambiando los sueños y las ambiciones; va captando el dolor y las preocupaciones de otros muchos y permite que todo esto comience a entrar dentro de él”. (Guevara March 2003: 12).
Sea esta la más completa descripción de un hombre que trasgredió las barreras del tiempo y que hizo de su cara y de su nombre el canto más representativo de los sectores oprimidos… Pero también de los no tanto.
Muchas veces su lucha aparece sesgada hacia la veneración de una estampita cheguevariana que permite a ciertos personajes díscolos someterse a la moda de realizarse en vida, de ofrecer un perdón constante a la sociedad. En nombre de Ernesto Guevara, cualquier cosa es excusable y permite la autonomía de generar sucesos indebidos.
El camino es una pendiente. La apuesta se sube de forma constante y a veces disonante. Y desde este último punto, se ofrece una versión olvidada de lo siguiente: existe un momento, un instante, un segundo en el que todo cambió para siempre.
“En la película “diarios de motocicleta” se nota esto un poco. Fue algo que quise resaltar mucho. En el viaje Ernesto maduró con mucha más velocidad que yo. Al principio, hasta cuando nos encontramos con los mineros chilenos de Chuquicamata, era yo el que dirigía la batuta. De ahí en adelante es Ernesto el que va decidiéndolo todo… Cuando lo monté en el avión, que supuestamente lo habría llevado a Buenos Aires, ya sabía que era un hombre muy especial […] Me di cuenta de que era un muchacho muy diferente. No un Supermán ni un dios de la naturaleza, pero era muy inteligente y muy tesonero, con una capacidad para meterse en las cosas más temerarias, desde muchachito. Y después, cuando fue ministro en Cuba, también lo demostró”. (Granado 2011)
De manera impensada, Alberto Granado (como tantos otros) pasaron a ser la consecuencia de acompañamiento que sirviera al futuro “che” como el vehículo de nuevos ideales universales.
A partir de aquí, una visión más completa de Latinoamérica provocaría sus conflictos más espesos, a punto tal de que ni el asma pudiera definitivamente socavarlos.
Ese Ernesto Guevara que siempre se había encontrado en un debate constante entre la vida y la muerte, logró manifestar la incertidumbre de su futuro. Comprendió que ningún sueño idealista puede ser alcanzado sin una acción que se escuche. Defendió a ultranza que la igualdad para algunos no podía ser en virtud de los que menos tenían. Y se dio cuenta antes que ninguno de que las clases sociales explotadas siempre habían sostenido a las privilegiadas.
“Yo me había separado de él en Guayaquil, y con Granado en Caracas pensábamos “¿qué será de la vida de este?” hasta que un día vino con la portada del diario El Nacional en la que había una gran foto y me dice “mirá” y era la primera noticia de que se había formado un grupo de combatientes cubanos al frente del cual venía Fidel Castro y entre los que se incluía un médico argentino, Ernesto Guevara Lynch. Ahí dijimos “en qué se habrá metido este hijo de....”, y recordé que cuando salimos de Buenos Aires la madre me dijo “cuidámelo mucho a Ernesto “risas)”” (Calica Ferrer 2017)
Efectivamente, la sorpresa de los amigos del “che” fue la misma de la sociedad argentina ante la inesperada situación: un argentino combatiendo en la, hasta ese momento, imprevista Revolución cubana.
De buenas a primeras, los ideales se habían jugado como cartas de póker. Lo que nadie podía negar era que las convicciones temerarias primaron por sobre el congelamiento del miedo. En definitiva, Ernesto Guevara siempre había sabido superarse a sí mismo.
La acción pedagógica realizada por el “che” durante los enfrentamientos en Cuba, no tiene lugar de duda. Sin embargo, muchos han querido minimizar/denostar/reducir su cultura de formación. Tanto en aquellos tiempos pos revolución como en los días que corren, los fusilamientos y las proscripciones irrumpen en la escena de todo debate.
Sin embargo, es mucho más cuestionable aún el error de no reparar en ciertos errores de interpretación a la vez que importantes: no se tiene en cuenta el contexto histórico – político del momento ni se piensa en el porqué de los fusilamientos. Amén de eso, al cuestionar el accionar revolucionario desde esa descripción, se omite (y defiende entonces directamente) la postura fusiladora, autoritaria y represiva del régimen de Batista, dictador sin escrúpulos. Curioso es entonces, que no se nombre a Norteamérica como el alcance globalizado de una sucesión y sostenimiento de dictaduras infames en algo que nos pertenece a todos: el bienestar de Latinoamérica como región.
“No es fácil conjugar en una persona todas las virtudes que se conjugaban en él. No es fácil que una persona de manera espontánea sea capaz de desarrollar una personalidad como la suya. Diría que es de esos tipos de hombres difíciles de igualar y prácticamente imposibles de superar. Pero diremos también que hombres como él son capaces, con su ejemplo, de ayudar a que surjan hombres como él”. (Castro 2007).
En esta última conclusión sobre la figura de él, también se resume la imagen, la foto venerada y el ideal más promisorio. El que Ernesto Guevara utilizara para llenar los vacíos de su vida.
Desde niño, acumulando experiencias con la muerte y debatiendo su inocencia en la balanza de la vida. De adolescente, en la mirada de un mundo contrastante con su contexto de clase. Y en su madurez, cuando el escenario de los oprimidos latinoamericanos le puso un marco al cuadro final.
“Aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres queridos… y dejo un pueblo que me admitió como su hijo: eso lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura”. (Guevara 1965).
Si bien este resulta ser un texto atrevido desde el lugar en que me posiciono, pretendo simplemente agregar algo: he tratado de ser lo más objetivo posible y lo más escueto en consonancia. No dudo que los seres humanos, en todas sus categorías, sostenemos miles de defectos y demonios incontrolables difíciles de dominar. Todos conllevamos una duda constante: ¿qué pecado no cometimos para ser los opinólogos pasajeros de diarios y bares?
Todos hemos hecho alguna vez, por obra y gracia del sistema impune, algún acto que no estaba en la perspectiva de nuestros ideales. Sin embargo, el “che” los mantuvo claros y firmes.
Es debido aclarar que la lucha no se centra en las soluciones pasajeras y en los pensamientos endebles. No se puede crear una Revolución sin una Educación de la misma. Ni tampoco se puede creer en un revolucionario, si este no carga al hombro la bandera del amor y la lealtad a su propia dignidad, a la que accedieron los habitantes del pueblo cubano que festejaron la llegada de Fidel y el “che”.
Desde la moral irrefrenable y un largo viaje, Ernesto Guevara partió un día de Buenos Aires, recorrió Latinoamérica, se fue a México y partió hacia Cuba, el Congo y Bolivia.
En este destino inexpugnable, Guevara tomó su último tren hacia nuevos rumbos. Hacia la eternidad.
Pero muchos creyeron que había muerto, sin embargo volvía a nacer. Y en su última partida (en moto, en camión o a dedo) abrazó los destinos del mundo que finalmente entendió que no se trataba de cualquier hombre terrenal… Se trataba del “che”. De aquí, de allá o de no sé dónde, simplemente “CHE”.

jueves, 16 de noviembre de 2017

El C. U. D

Cuando me presentaron este lugar, me dijeron... "Te va a encantar"... Sin más palabras, dejo mis más sinceras palabras y agradecimiento... "No se trata de un simple espacio educativo, se trata de un lugar en el que todos quieren escribir".

Estudiar en la cárcel

Una película de Juan Carlos Andrade y Dieguillo Fernández

Dentro de la Cárcel de Devoto, la prisión de máxima seguridad más emblemática de la Argentina, hombres acusados por los más diversos delitos tienen la posibilidad de estudiar alguna de las cuatro carreras que dicta allí la Universidad de Buenos Aires.

El C.U.D. (Centro Universitario Devoto), fundado en 1985, es la primera experiencia en el mundo que posibilita la existencia de un espacio universitario dentro de los muros de una cárcel de máxima seguridad. 

Día a día, 200 presos, alojados en los pabellones comunes, combaten por algunas horas ese mundo de hacinamiento y la violencia que viven a diario, estudiando una carrera universitaria en el C.U.D. 

El índice de reincidencia de los presos en la Argentina supera el 70%; el de los presos que pasaron por el C.U.D. no supera el 3%, evidenciando que la educación es una herramienta imprescindible para revertir el cuadro de miedo e inseguridad que tanto angustia a nuestra sociedad. 

"Cuando salí en libertad, me sentí perdido. Pregunté para dónde quedaba Beiró y una señora se alejó por el lugar del que había salido. Asique corrí, corrí y corrí porque tenía miedo de despertarme y volver a estar ahí adentro". 


martes, 14 de noviembre de 2017

Explicación de la Economía 1860 - 1975


La explicación de la economía argentina y la formación de un capitalismo nacional, corresponden a un lineamiento ideológico (político y cultural) que, sin embargo, fue una variable en el tiempo.
Desde 1860 a 1975, este capitalismo nacional tuvo e buena medida, grades dosis de inequidad y de inoperabilidad que no solo generaron una involución sino grandes desigualdades.
Por otro lado, no solamente Argentina responde a este mecanismo extraño de falsas adecuaciones que explotaron en el período 1983 - 2001. Sino que América entera, sometida a los avances neo liberales (por propia decisión incluso) termina desfavorecida ante la figura del crecimiento. Un crecimiento representado por la Educación, la cultura y la política de la que hablábamos más arriba.

En el siguiente link de Canal Encuentro, Aldo Ferrer explica en cuatro capítulos la formación del este extraño capitalismo del que hacemos mención.

EXPLICACIÓN DEL CAPITALISMO ARGENTINO - ALDO FERRER - CANAL ENCUENTRO. 

sábado, 11 de noviembre de 2017

Educación popular: una mirada desde adentro.

"Mi mejor arma es la palabra". Waldemar Cubillas.


Una historia mediante la cual la sociedad debería de plantearse su razonamiento. La Educación debe ser igualitaria en todos sus sentidos para cambiar el paradigma de la época. A las pruebas me remito.

jueves, 9 de noviembre de 2017

La idea del poder populista como soberanía de Latinoamérica.


“…  Por populismo no entendemos un tipo de movimiento – identificable con un base social especial o con una determinada orientación ideológica -, sino una lógica política” (Laclau 2005: 150)

Hace algunos meses me preguntaron en la última charla que di sobre el tema, si el populismo no podía afrontar el contexto internacional como un nuevo frente de reacción, autónomo y consistente.
Si bien la esencia del trabajo (inserto en este blog) apuntaba a un análisis más teórico de la cuestión, decanta claramente la idea de que un “populismo” ampliamente diversificado por los medios, puede responder a una necesidad social americana que, en su conjunto y orden de prioridades, puede uniformarse bajo ese concepto. Es decir, ese ataque sistemático al término, restándole valor, promueve un nuevo interés dentro de la región.  
Es muy complejo definir en pocos renglones todo el trabajo anterior en donde abarqué el tema, pero sí se puede realizar un concepto del mismo para proseguir con lo comenzado.
El populismo, mal cosificado y objetivado por los medios de comunicación y las derechas del mundo entre otros, es un concepto difuso que no puede atribuirse a un movimiento en sí (ni comunista, ni capitalista) sino que puede pertenecer tanto a un lado de la corriente ideológica como al otro. Sí Hugo Chávez es populista y Ronald Reagan también… ¿A qué responde el término “populismo”?. Y es justamente aquí en donde radica lo difuso pues ambos entregaron (salvando las distancias y los juicios de valor) algo que sus sociedades necesitaban.
Una de las cosas esbozadas en esas charlas en general y en el trabajo en particular, fue que el gran problema de ese carácter aleatorio y menospreciado que se le otorga al término es justamente que nadie se hace cargo de él. Ni los actores de las derechas, ni los latinoamericanos. Los primeros porque lo consideran la causa de todos los males y los segundos porque se sienten insultados. Pero ¿Qué tiene de malo ser populista?
En su concepción más amplia, el populismo, a través de liderazgos carismáticos, del estudio de las necesidades político – sociales de una Nación y de la re construcción de un significante vacío, propone un objetivo claro: cambiar ciertos paradigmas que promueven mayor igualdad dentro de una sociedad a sabiendas de su propia consideración.
Debido a esto, muchos grupos económicos y actores de la política que desatienden las necesidades básicas de lo que consideran las “clases populares”, revierten el término y lo encasillan en ese lugar. Sin embargo, justo es decirlo, muchos de ellos realizan un populismo a la inversa, intentando rellenar desde lo discursivo – publicitario los ánimos alterados por la nueva visión de la sociedad que entrega el “populismo criticado”. Es decir, una probable igualdad social.
Aquellas personas que montadas en el aparato diario de la simple lectura, o bien caracterizados por un ordenamiento social que no quieren alterar, se vuelven cada vez más individualistas. Más cerradas a un esquema que no permite la liberación del uno pensando en el otro.
A tales efectos, hablar de “populismo” se vuelve una virtud para algunos y una consecuencia para el resto.
Es indispensable, a mi juicio intempestivo si se quiere, hacernos cargo de lo que nos corresponde. Vivimos en una sociedad que evoluciona día a día. La globalización tecnológica reproduce segundo a segundo lo que pensamos, decimos y actuamos. En esa medida, los líderes latinoamericanos considerados “populistas” deberían de tomar una apropiación del término y volcarlo a una unidad regional que promueva la valentía de la expresión, la trasgresión del sistema y el intercambio de posiciones entre los que se valoran a sí mismos por no ser populistas y los que no lo hacen.
Si bien la teoría de mis trabajos sobre el tema intentan dilucidar un poco más el término y no el encasillamiento del mismo, lanzo la siguiente propuesta final: “que para que una Latinoamérica unida y de profundas ideologías propias sea una unidad que produzca el definitivo cambio del sistema, habría que tomar el término y utilizarlo como bandera en favor de los oprimidos por el capital, las empresas y, sobre todo, de nuestra propia ambigüedad”.



domingo, 5 de noviembre de 2017

Respuesta de Alfonsín a Ronald Reagan y visión latinoamericana

En 1985, Raúl Alfonsín se presenta ante el Capitolio, con un contundente discurso y una expresión no solo Argentina, sino latinoamericana y que pocas veces se reproduce a la hora de explicar el alfonsinismo. 
Entre otras cosas, el presidente argentino de aquellos años, propone la "NO INTERVENCIÓN EN LOS ASUNTOS INTERNOS POR PARTE DE LOS PAÍSES EXTERNOS".
Además, en consonancia, ubica dentro de un mismo discurso la proyección de las intervenciones de las Fuerzas armadas como un mecanismo anti democrático y en favor de poderes que atentaban contra el progreso de los pueblos.
Digno de atención, este discurso no logra en buena medida soportar los embates de la anti democracia, de los grupos económicos y de ciertos sectores político - oportunistas que finalmente colaboran en la debacle inflacionaria de la Argentina.
Es muy necesario enmarcar dentro de los contextos históricos las causas y reacciones que de una forma u otra comenzaron con los tiempos de la nueva Democracia y se instalan en el presente con mucha más fuerza y masividad.


lunes, 9 de octubre de 2017

Tres momentos de Perón

La idea de la siguiente comparación discursiva del líder peronista, responde al fino hilado que recorre su carismática figura y los distintos contextos político - sociales en que estas palabras fueron esbozadas.
Dignas de un análisis mucho más profundo, estos párrafos son sin duda, la característica transversal que marca el pragmatismo del entonces presidente y máximo exponente de la política argentina.



Tres momentos peronistas.
1945: Perón abandona el ejército para dar inicio a un cambio en la sociedad.
“Dejo el honroso uniforme que me entregó la patria, para vestir la casaca del civil y mezclarme con esa masa sufriente y sudorosa que elabora el trabajo y la grandeza de la patria. Por eso doy mi abrazo final a esa institución que es un puntal de la patria: el ejército”.
1955: Perón da un discurso en la Plaza de mayo en donde exige violencia.
“La contestación para nosotros es bien clara: no quieren la pacificación que le hemos ofrecido. De esto surge una conclusión bien clara: quedan solamente dos caminos: para el gobierno, una represión ajustada a los procedimientos subversivos, y para el pueblo, una acción y una lucha que condigan con la violencia a que quieren llevarlo”.  
1974: Perón da un discurso en el Congreso de la Nación en donde justifica a las fuerzas armadas.
“Las FUERZAS ARMADAS están trabajando en el concepto de guerra total y, en consecuencia, de defensa total. La verdadera tarea nacional es la de la liberación, y nuestras Fuerzas Armadas la han asumido en plenitud. La defensa se hace así contra el neocolonialismo y, el compromiso de las Fuerzas es con el desarrollo social integrado del País en su conjunto, realizado con sentido nacional, social y cristiano.
Hay una cabal coincidencia entre la concepción de la IGLESIA, nuestra visión del mundo y nuestro planteo de justicia social, por cuanto nos basamos en una misma ética, en una misma moral, e igual prédica por la paz y el amor entre los hombres”.